Bruno Passarelli: «El tango se debe rebelar contra Macri»

Argentina vive un agobiante proceso neoliberal. Si el tango se queda callado también frente a esto, en una definición cultural inaceptable, habrá repetido el error que cometió durante la última dictadura, que se fue del poder no al compás de un tango, sino con un fondo musical rockero.

«Si el tango se queda callado», ante la crisis que vive hoy la Argentina de Mauricio Macri, «habrá repetido el error cometido durante la última dictadura, que se fue del poder no al compás de un tango, sino con fondo musical rockero», dice el escritor y periodista argentino Bruno Passarelli, un estudioso del ritmo tradicional del Río de la Plata.

Passarelli, de 74 años y un verdadero mito del periodismo argentino, señala que «se trata, ni más ni menos, que de una cuestión cultural. Y, como decía (el poeta y compositor de tangos) Cátulo Castillo, la cultura es popular o no es nada…».

Nacido en Bahía Blanca (provincia de Buenos Aires) el 6 de enero de 1941, empezó su carrera como periodista cuando tenía apenas 17 años, como reportero volante de la página deportiva del diario Nueva Provincia.

Residente en Italia desde 1973, Passarelli ha sido corresponsal de innumerables medios argentinos, entre ellos el inolvidable El Gráfico, y ha escrito seis libros sobre historia, política y deportes: Bismarck: una política internacional independiente, Desarrollo y acumulación capitalista en la Europa moderna, La inmigración italiana en la Argentina, El delirio armado, El cardenal de los desaparecidos y Maradona, la caída de un ídolo. Para la investigación de este último, estuvo en contacto casi a diario con Diego Maradona entre febrero de 1985 y septiembre de 1989.

Desde su blog https://futbolfierrosytango.wordpress.com traza pinceladas sobre tres temas que le apasionan y domina a la perfección, intercalando con una dosis de humor vivencias personales: la pelota, el automovilismo y el compás del 2 × 4. En entrevista con EL TELÉGRAFO, Passarelli bucea en la relación entre tango y política.

¿Cuándo comenzó su pasión por el tango?

Mi pasión por el tango viene de mi adolescencia. ¿Sabés que soy? Un experto, un conocedor, un estudioso. Lo mamé desde que tenía 15 años. Cuando el tango todavía resistía en su mejor época, pero se venía encima, sostenida por los intereses foráneos, la pervertida «nueva ola». Lo único que no escribí fue una letra de tango. Lo que demuestra qué sensato y equilibrado soy.

Muchas veces el tango es visto como una expresión artística que refleja la tristeza y la melancolía o el dolor por un amor perdido. Pero también hay un costado más profundo…

Claro que lo hay, ajeno al grotesco estereotipo con que es presentado a los turistas que llegan a Buenos Aires a la búsqueda de emociones fáciles y frívolas. O sea que hay un costado más profundo. El tango es un fenómeno cultural que se desarrolla en el seno de una intrincada amalgama de vivencias e ideologías contrapuestas que se asientan en Buenos Aires, en una sociedad profundamente atomizada por una oligarquía terrateniente dueña del poder y la fusión del sustrato criollo con los nuevos colonizadores, los inmigrantes hacinados en los pestíferos y malolientes conventillos [vivienda urbana colectiva o inquilinato (NdR)].

¿Cuándo comenzó la relación del tango con la protesta social o política?

A principios del siglo XX, cuando empezó a mostrar sus grietas el modelo socioeconómico que reducía a Argentina al rol de «Granero del Mundo» al servicio de Inglaterra.

¿En qué períodos de la historia argentina se vivió un mayor compromiso en las letras de tango?

La creciente influencia de las ideas anarquistas a inicios de ese siglo se tradujo en los primeros tangos de protesta con letra, como ‘Guerra a la burguesía’ o ‘Matufiar (timar, NdR) o el arte de vivir’ que Ángel Villoldo escribió en 1915 afirmando que «el tiempo pasa pero la matufia queda». Pero el período en el que el tango protestatario adquiere mayor agresividad y audacia son los años veinte, previos a la hecatombe mundial de 1930.

¿Quiénes fueron los tangueros más comprometidos?

Sin ninguna duda, Enrique Santos Discépolo con ‘¿Qué sapa (pasa, NdR) señor?’, ‘Yira yira’ (callejear, NdR), ‘Qué vachaché’ y ‘Cambalache’, casi el himno nacional argentino sustitutivo. Pero también dijeron lo suyo Enrique Cadícamo con ‘Al mundo le falta un tornillo’; Celedonio Flores con ‘Pan’, ‘Mano a mano’, ‘Por qué canto así’ y otras cien denuncias; (Juan Carlos) Marambio Catán con ‘Acquaforte’ y otros. No pasaron inadvertidos episodios trágicos como la huelga de los talleres Vasena en 1918, que policía y Ejército reprimieron con numerosas víctimas. Un tango de autor anónimo, titulado simplemente ‘Vasena’, decía:

Señor Vasena, oh, gran señor

que chupa la sangre al trabajador.

La hora ha sonado y sin compasión

y hay que humillarlo al bravo león.

Y a Gardel, ¿cómo lo catalogaría?

Como un astro indiscutido que fue huésped y tuvo estrechos contactos con los representantes de la clase oligárquica que manejaba al país, pero fue suya la sublime virtud de no haberle negado cantar o grabar sus temas a los poetas protestatarios que así expresaban su disgusto, antes y después de la Década Infame (como se llama en Argentina a los años posteriores al primer golpe de Estado que vivió el país austral en 1930 y que dio paso a elecciones fraudulentas para perpetuar el poder conservador, NdR).

¿Qué pasó en la última dictadura con el tango?

Lo primero que los militares hicieron fue intervenir y censurar radios y canales de televisión, lo que dejó a los tangueros sin medios de expresión. Eran tiempos difíciles, con orquestas disueltas, falta de fuentes de trabajo, cantantes asediados por el hambre. Además, el régimen de (Jorge) Videla prohibió la difusión de infinidad de temas porque «dañaban el estilo de vida occidental y cristiano de los argentinos». En esta volteada cayeron también muchos temas llevados al disco por Gardel. Fue una represión indiscriminada, dándole razón a Cadícamo cuando escribió:

Todo el mundo está en la estufa

triste, amargao, sin garufa (juerga, NdR)

neurasténico y cortao…

¿Por qué no hubo un compromiso militante entre los tangueros, como sí hubo en los rockeros contra el régimen militar?

Porque los rockeros tenían escenarios para manifestar sus protestas y ganas para hacerlo.

Aparecieron jóvenes audaces y llenos de inventiva, como León Gieco, Charly García y su banda Serú Girán, (Luis Alberto) Spinetta, Fito Páez, Soda Stereo o los Redonditos de Ricota, puntales del que se llamó el Rock Nacional. Se oían en los circuitos de bares con recitales que se burlaban de las radios y las televisoras que les daban las espaldas.

Y los tangueros, ¿qué hacían?

Astor Piazzolla no se negó a ir a comer con Videla en la Casa de Gobierno junto con artistas invitados que apoyaban la dictadura, como Eladia Blázquez. Se justificó diciendo que «hacerse el machito no servía de nada». Eso no le impidió en 1982 dedicarle ‘Los lagartos’ a un criminal como el capitán (Alfredo) Astiz por la fugaz toma de las Georgias del Sur, previa a la guerra de Malvinas. Aunque después se arrepintió y le cambió el nombre. Es la ‘Tanguedia’ que suena en (el filme) El exilio de Gardel. Hay autores e intérpretes que reflejaron en sus letras el genocidio que el país vivía: Nacho Estol, Raimundo Rosales, Marcela Bublik que escribió ‘Soy’, con música de Raúl Garello, la compositora Marisa Vázquez, Alejandro Szwarcman, autor del tocante ‘Pompeya no olvida’:

Pompeya no olvida que allá en Famatina

vivía una piba carita de anís,

amor de rayuela, perfume de espera,

hoy la andan buscando, también era abril.

Quien sabe, tal vez ella siga soñando,

y ya no recuerde la calle Cachí.

Al menos que sepa que la anda buscando

desde hace tanto su abuela Beatriz…

¿Podrá el tango pagar alguna vez esta deuda?

No lo sé, depende de él mismo. La Argentina vive un agobiante proceso de desestructuración neoliberal, sabia y cínicamente planificado por un gobierno que repite las recetas de (los exministros de Economía neoliberales) Krieger Vasena, (Álvaro) Alsogaray, (Alfredo) Martínez de Hoz y (Domingo) Cavallo. Si el tango se queda callado también frente a esto, en una definición cultural inaceptable, habrá repetido el error cometido durante la última dictadura, que se fue del poder no al compás de un tango, sino con fondo musical rockero. Es, ni más ni menos, una cuestión cultural. Y, como decía Cátulo Castillo, la cultura es popular o no es nada…