Una historia del grabado en Ecuador: Emilia Rivadeneira

Dentro de una investigación que empecé en 1990, acerca de la historia del libro, la imprenta y el papel en el Ecuador (que contempla, además, bibliotecas, librerías, revistas, periódicos, hojas volantes y grabados) tuve oportunidad, en 1995, —mientras colaboraba con la catalogación de la Biblioteca del Convento Máximo de La Merced— de descubrir algunos trabajos de Emilia Rivadeneira (1839-1916), y en el transcurso de los dos siguientes años, con la ayuda de Ángel Oleas y Marcos Rivadeneira, compañeros de trabajo, hallé un total de veintiocho obras suyas impresas en libros, folletos, revistas, hojas sueltas y estampas religiosas.

Luego de suspender durante veinte años esta investigación, la retomé hace seis meses y, hasta el día de hoy, con la colaboración de nuevos admiradores de la obra de Emilia (Víctor Vizuete, Leonardo Loaiza y el historiador Jorge Moreno Egas) he logrado reunir un total de 43 grabados.

El grabado en Ecuador

En estas fechas he consultado en varios de los más valiosos fondos bibliográficos de Quito: la Biblioteca Ecuatoriana Aurelio Espinosa Pólit, las Bibliotecas de Ciencias Humanas del Ministerio de Cultura Jacinto Jijón y Caamaño y Carlos Manuel Larrea, y además en la Biblioteca de la Corte Nacional de Justicia en Quito y en la de la Fundación Zaldumbide-Rosales. Antes de entrar en el tema de Emilia Rivadeneira, hagamos un breve repaso cronológico del grabado en Ecuador, la época en que nuestro territorio pertenecía a España hasta llegar al período republicando, etapa en la que vivió nuestra artista.

En una publicación realizada en 1974, el sacerdote dominicano José María Vargas se refiere a Ignacio Quesada, un cura determinante para la creación de la Biblioteca del Convento de Santo Domingo, en Quito, en el siglo XVII:

El Padre Ignacio de Quesada hizo grabar en Roma «Una lámina grande para tirar estampas de Santo Tomás» y abrir «de mucho primor los sellos mayor y menor de la provincia con una prensa de fierro, pieza de estimación» que se conservan en el Museo Dominicano de Quito1.

Uno de los primeros grabados de los que se tiene noticia en el territorio que hoy es Ecuador es el mapa ‘El gran río Marañón o Amazonas con la misión de la Compañía de Jesús’ que preparó el misionero jesuita Samuel Fritz a inicios del siglo XVIII. En el diario de Fritz se puede leer lo siguiente: «El padre Juan de Narváez, hábil burilador grabó el mapa en Quito en 1707, y corrió el trabajo del estampado a cargo del hábil hermano Simón Schonherr»2.

Volviendo a la publicación del padre José María Vargas, sus apuntes abundan en detalles sobre los rastros del grabado en nuestro territorio en el siglo XVIII:

En 1718 concurrieron en la factura de un grabado representativo de la Provincia Jesuítica de Quito, el Padre Juan de Narváez con la concepción de la idea, Nicolás Javier de Goribar con el trazo pictórico y el padre Miguel de la Cruz con la hechura del grabado.

En 1744 se encargó al mismo Padre De la Cruz que grabase en una lámina de plata la dedicatoria de la tesis que se desarrolló en un acto académico que se verificó en la Universidad de San Gregorio en homenaje a la Academia de Ciencias de París, cuyos miembros estaban realizando la medición de un arco de meridiano en el Ecuador.

A mediados del siglo XVIII Simón Brieva grabó también una colección de planchas de carácter pedagógico, que comprendía veinte láminas de Catecismo histórico, 23 de la Santa misa y 25 de la Historia sagrada. Los dibujos de las dos primeras series fueron diseñados por Prieto Arias y los de la tercera por Rondetyo Arias A.

En el testamento que otorgó Juan Manuel de Legarda, hermano de Bernardo de Legarda, el 2 de marzo de 1773, hizo constar, en la lista de sus haberes de artista, un «tórculo para imprimir estampas», lo que explica la cantidad de estampas que se conservan de Nuestra Señora del Rosario y La Merced, impresas durante la Colonia3.

Según Federico González Suárez, el primer impresor quiteño (Raymundo de Salazar y Ramos, continuador del jesuita alemán Adam Schwartz) trajo una imprenta de Lima a Quito en 1757 y trabajó como cajista de los jesuitas al momento que estos trasladaron su imprenta de Ambato a Quito (1760).

Expulsados los jesuitas en 1767, la imprenta que les perteneció fue embodegada hasta que en 1779 el gobierno Colonial se la entregó a Salazar, quien la fusionó con su anterior imprenta y continuó con sus trabajos de impresión hasta 1793 —de este taller salieron las Primicias de la cultura de Quito de Eugenio Espejo— año en el que falleció. La imprenta siguió funcionando con el nombre de Mauricio de los Reyes.

De la información mencionada se desprende que Salazar regresó a Quito desde Lima en 1757 y ya no retornó. Alexandre A. M. Stols, en su Historia de la imprenta en el Ecuador (1953), afirmó que la primera vez que apareció el nombre de Salazar en pie de imprenta fue en 1762.

En cuanto a la labor de Salazar con el grabado, conozco, entre otros, una lámina de figuras geométricas realizadas para ilustrar un tratado manuscrito de física, firmada en 1764 y descubierta y reproducida en la página 343 de la obra Catálogo modelo del Convento de Santo Domingo por Ángel Oleas, (1992: Instituto Nacional de Patrimonio Cultural, Serie Patrimonio Documental Ecuatoriano. Catálogos; 1).

Un segundo grabado que podría replantear la historia del primer impresor ecuatoriano y clarificar la fecha en que Salazar retornó a Quito (ya que la ilustración está incluida en La vida de San Juan Apóstol y evangelista, publicada por Agustín Zambrano) es una obra impresa en Lima, Oficina de los Niños Expósitos (1761). Pude consultar dos ejemplares con la particularidad de que uno de ellos no incluyó el quinto grabado, que es el de Salazar, y en fe de erratas, que consta en ambos, en una advertencia se comunica que la lámina V y otra de dos efigies de San Juan «se han omitido por no demorar más la edición». El grabado contiene esta leyenda:

De lo que se ve un dibuxo á lo Mosayco en la cúpula del antiguo Baptisterio de S. Juan en Ravena. (Tab. V).

González Suárez afirmó que este libro, firmado por «Un devoto del santo» fue escrito por el jesuita José Domingo Coleti, quien vivió en Quito para esas fechas. El Arzobispo dice esto al refutar a Nicolás Anrique, quien «incluyó erróneamente esta obra en su lista de primeros libros impresos en el Ecuador. Sin embargo, no menciona la ilustración a la que me refiero»4.

Quizás un tercer grabado, ‘N. S. de las Mercedes Pat[rona] de Quito’, firmado tan solo con las iniciales R. S., también sea de Salazar, sugiere el estudio de Julián Bravo, S. J. La bibliografía mariana de los siglos XVII y XVIII en la Audiencia de Quito (1983: Instituto de Historia Eclesiástica Ecuatoriana, Nº 7. Quito).

Emilia Rivadeneira

Para la investigación de la vida de esta artista, han sido de utilidad los estudios del filatelista Rodrigo Páez Terán5 y del genealogista Fernando Jurado Noboa6.

Emilia Rivadeneira nació en el barrio de San Marcos, Quito, el 13 de noviembre de 1839, y se trata probablemente de la primera artista del grabado ecuatoriana, aunque su prestigio ante la posteridad se sustenta, casi exclusivamente, en que fue quien buriló y grabó el primer sello postal en nuestro país, en 1865, mediante un contrato que su padre, el tipógrafo Manuel Rivadeneira, firmó con el gobierno ecuatoriano en el período de Gabriel García Moreno.

A lo largo de mi investigación hallé, al menos, un trabajo anterior, que corresponde a 1856 y se trata de la representación de la imagen de la beata Mariana de Jesús (1618-1645) —incluida en una edición quiteña en los talleres gráficos de Vicente Valencia, pariente de la artista por línea materna— en una biografía de la virgen realizada por Jacinto Morán de Butrón, cuando Emilia tenía tan solo 17 años. Se trata de un trabajo bastante sencillo que probablemente sea su primera obra.

Años después, elaboró otro grabado sobre la Azucena de Quito —basado en una obra atribuida al confesor de la beata, el padre Hernando de la Cruz—, más estilizado y cuya fecha de elaboración no queda clara, pero que se utilizó para conmemorar el tercer centenario del nacimiento de la beata, en 1918. En esta imagen de la santa, aparece en un segundo plano, como fondo, la Catedral de Quito y el Palacio de Carondelet.

El caso de Emilia Rivadeneira sería la excepción que confirma la regla, considerando que los espacios de maniobra en los cuales podía desenvolverse y desarrollar su profesión una mujer en la sociedad decimonónica eran extremadamente raros. Más aún por el hecho de que tuvo la fortuna de que sus trabajos con el buril hayan sido aceptados a temprana edad.

Se sabe que el presidente García Moreno fue su mecenas, y que Emilia dedicó a su efigie probablemente cinco grabados. También se ocupó de otros mandatarios como Juan José Flores, su hijo Antonio Flores Jijón, y Luis Cordero Crespo —un par de ocasiones se ocupó del presidente escritor, autor de una de las obras más amenas de la literatura ecuatoriana, Poesía jocosa (1900), libro digno de reeditarse, ya que aquí Cordero es uno de los mejores seguidores de la poesía clásica latina, a lo Marcial o a lo Catulo—. También creó imágenes de varias vírgenes de gran devoción en el país: Nuestra Señora del Rosario de Baños, de las Lajas, del Cisne y del Quinche, entre otras. Además, trabajó en las representaciones de San Francisco de Asís y San Antonio de Padua, la imagen del papa León XIII y los retratos de escritores como Quintiliano Sánchez, Juan Montalvo y la baronesa de Wilson.

La baronesa y las dedicatorias

La escritora española Emilia Serrano, conocida con el nombre de ‘baronesa de Wilson’, realizó algunos viajes por varios países de Hispanoamérica, entre ellos Ecuador. En el primer tomo de uno de sus libros, Americanos célebres. Glorias del Nuevo Mundo (Barcelona, 1888), dedicó un capítulo a Atahualpa y otro a Simón Bolívar en América en fin de siglo. Actualidades, sucesos, apreciaciones, semblanzas, datos históricos (1897). También se ocupó del Ecuador en un capítulo en el que luego de realizar una amplia descripción de la naturaleza del país, destacó la personalidad del entonces presidente Eloy Alfaro. En el último capítulo de su obra El mundo literario americano. Escritores contemporáneos, semblanzas, poesías, apreciaciones, pinceladas (1903), trata de personajes del país como Antonio Flores, Nicolás Augusto González, Numa Pompilio Llona y una poeta conocida tan solo por sus iniciales, no identificada por la baronesa, M. G. de M.

En la producción de esta autora destaca también el folleto Una página en América. Apuntes de Guayaquil a Quito (1880), dedicado al entonces presidente, el general Ignacio de Veintimilla. Aquí la autora relató su tránsito desde Guayaquil, pasando desde Yaguachi, por Latacunga, Ambato —donde visitó a su amigo Juan León Mera— y Quito y sus alrededores, Pomasqui, Chillo. Ahí mencionó al Panecillo y destacó su amistad con la sobrina del mandatario, la ‘generala’ Marietta de Veintimilla.

El documento más importante de la baronesa con relación a nuestro país es la publicación de La ley del progreso, publicada en Quito en 1880 y dedicada a la república del Ecuador. Ahí se recoge su retrato grabado por Emilia Rivadeneira, con la siguiente dedicatoria: «La señora Baronesa de Wilson se dignará aceptar esta ovación de su atenta amiga E. R. de Héguy, como prueba de expresión muy superior a la que suele emplearse para admirar el talento». Al valor intrínseco de esta obra, hay que añadir el de un ejemplar que se encuentra en la Biblioteca Ecuatoriana Aurelio Espinosa Pólit, y que contiene esta dedicatoria: «Al señor Dr. Dn. Pablo Herrera, al laborioso e ilustrado ecuatoriano. Guarde siempre en la memoria a la autora». En la página contigua consta impreso el documento mediante el cual Pablo Herrera, Luis A. Salazar y Modesto Espinosa recomiendan la publicación de esta obra de la baronesa.

Últimos años

Hacia 1893, se sabe que Emilia vivió en la calle Flores, en el centro de Quito, y que allí dictaba clases de grabado.

Para defender los derechos territoriales ecuatorianos, probablemente en los dos períodos de Eloy Alfaro y el de Leonidas Plaza Gutiérrez, dispusieron que el sacerdote dominico Enrique Vacas Galindo elaborara su estudio Colección de documentos sobre límites ecuatoriano-peruanos. En los dos primeros, de tres volúmenes, recogió nuevas grabaciones realizadas por Emilia en 1902 y 1903: los mapas de la Real Audiencia del Perú (elaborado originalmente en 1792), del militar español Andrés Baleato y el de la Real Audiencia de Quito (cuyo original fue hecho en 1779), del militar español Francisco de Requena.

Un cuarto de siglo antes, en 1875, ella había hecho una grabación del plano de Quito de Juan Bautista Menten. La plancha original del segundo mapa, trabajado en cobre, y del tercero reposan en la mapoteca de la Cancillería del Ecuador.

Hasta 1887, firmó sus obras como Emilia Rivadeneira, pero a partir de 1889, cambio la grafía de su apellido a Ribadeneira, aunque en varios de sus trabajos tan solo puso sus iniciales: E. R. Las razones de este cambio aún no han sido esclarecidas.

Hace pocos días, David Llerena, un coleccionista de antigüedades, me facilitó la reproducción de un grabado de motivo taurino. Se trata del fragmento de un cartel de anuncio de una corrida de toros que se realizó el 18 de febrero de 1940 en la Plaza de Toros Arenas de Quito. Aquel domingo participaron el mexicano Cayetano Palomino y el quiteño Aníbal Vallejo, conocido como ‘Maera de Quito’. Lo que habría que precisar es si para esta reproducción se sirvieron de la plancha antigua adecuándola para promocionar esta corrida de toros o tomaron este grabado de otra publicación y la reprodujeron para promocionar la corrida.

La ilustre grabadora falleció con neumonía el 8 de septiembre de 1916, en Quito. Ahora, poco después de haberse cumplido los cien años de su muerte, su producción artística, que es patrimonio cultural del Ecuador, está desperdigada en varias bibliotecas. Y aunque disponemos de datos biográficos suyos, aún merece un riguroso estudio que le haga justicia.

Hay un trabajo anterior al del sello postal. Es de 1856 y se trata de una representación de la imagen de la beata Mariana de Jesús (1618-1645) incluida en una biografía de la virgen realizada por Jacinto Morán de Butrón, cuando Emilia tenía tan solo 17 años. Se trata de un trabajo bastante sencillo que probablemente sea su primera obra.

Notas

1. Fray José María Vargas, O. P. (1974). Historia de la cultura ecuatoriana. Tomo Nº 2. Introducción de Hernán Rodríguez Castelo. Guayaquil-Quito: Publicaciones Educativas Ariel, pp. 122-123, (Clásicos Ariel, 83).

2. Romero Arteta, Oswaldo S. J. (1962). Los jesuitas en el reino de Quito. Cinco siglos de historia. Centenario del colegio San Gabriel 1863-1962. Quito: La Prensa Católica, p. 109

3. Fray José María Vargas, O. P. (1974). Historia de la cultura ecuatoriana. Tomo Nº 2. Introducción de Hernán Rodríguez Castelo. Guayaquil-Quito: Publicaciones Educativas Ariel, pp. 122-123, (Clásicos Ariel, 83).

4. Salazar, Gustavo (octubre de 1996). Biblioteca del Convento Máximo de orden de La Merced de Quito. Proyecto de Catalogación, pp. 6-7.

5. Este trabajo no lo he consultado, sino de referencia en la obra citada por Fernando Jurado: Páez, Rodrigo (1985). Filatelia e historia: los Ribadeneira. Boletín de la Sociedad Filatélica Ecuatoriana. Quito, pp. 37-41. Al texto que sí he accedido: Páez Terán, Rodrigo (abril de 2014). Rivadeneira y Rivadeneira genealogía filatélica. Boletín de la Sociedad Filatélica Ecuatoriana. Nº 15. Quito, pp. 8-14, en el que evidentemente actualiza ciertos datos que ya registró en su trabajo anterior.

6. Jurado Noboa, Fernando (1987). Los Ribadeneira antes y después de Colón. Tomo Nº 1. Quito: Servimpress, pp. 228-229.