Este miércoles se anunció al ganador de la vigésima edición del premio Alfaguara de novela. El acreedor es un autor que, en cierta forma, ha resucitado en el mundo de las letras. El español Ray Loriga (Madrid, 1967) surgió con fuerza a inicios de la década de los noventa, pero con el tiempo, y pesar de su paso por el cine —un oficio en el que trabajo con gente del tamaño de Pedro Almodóvar y Gwyneth Paltrow—, fue perdiendo presencia. Sigue escribiendo libros, y estos se siguen vendiendo, pero hace tiempo que había bajado su perfil como un autor de la generación X que llegaba a romper la tradición literaria de España con una prosa que recordaba en algo a la de los escritores estadounidenses de la corriente beat, como William S. Burroughs o Jack Kerouac.
Y ahora, su nombre volvió a tomar fuerza, cuando un jurado de lujo, conformado —entre otros— por el peruano Santiago Roncagliolo, el argentino Andrés Neuman, y presidido por la mexicana Elena Poniatowska, además de otorgarle ese primer lugar en uno de los premios más importantes de las letras en español, le dedicaron algunas palabras de peso en el acta del jurado, al referirse al último trabajo del madrileño como una obra «orwelliana y kafkiana», a la que ubican también dentro de la tradición de Juan Rulfo.
En este edición de CartóNPiedra, repasamos la trayectoria de este autor, pero también presentamos algunos puntos de vista sobre algunos personajes más cercanos, como la lectura que hace Iván Rodrigo Mendizábal sobre las pulsiones de las máquinas en los relatos de ciencia ficción del escritor quiteño Abdón Ubidia. El poeta e historiador guayaquileño Ángel Emilio Hidalgo recuerda los cuarenta años de la publicación de la revista Sicoseo, gestionada y producida —al ritmo de la salsa— por un grupo de escritores reunidos en torno a Fernando Nieto Cadena, quien dirigía el taller literario del mismo nombre. La historiadora de arte Ana Rosa Valdez nos muestra en detalle las últimas obras del artista Juan Carlos León, quien incorpora la programación informática a sus trabajos para intentar determinar algunas cosas etéreas —pero esenciales— como el color de la democracia. Y Luis Fernando Fonseca va tras las huellas de los restos arqueológicos hallados en una de las zonas en la que se construye el metro de Quito. ¡A leer!