“Tuvimos una industria musical, pero la matamos”

La charla fue transmitida por FLACSO Radio y la Radio de la Asamblea Nacional

Carlos Arboleda, tecladista tiene cierta autoridad para abordar sobre la industria musical ecuatoriana: aparte de su carrera musical de 25 años, en varios grupos de Ecuador y Europa, ha pertenecido a distintas sociedades de gestión de derechos, como la Sociedad de Autores y Compositores Ecuatorianos (Sayce) o la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) en España. Así, es uno de esos casos extraños en los que un músico independiente (no comercial) es un firme creyente en los derechos de autor y las organizaciones públicas y privadas que las defienden. Su diagnóstico, con conocimiento de causa, es preocupante: “Tuvimos una industria musical en  Ecuador, pero la matamos”.

En este último punto, los tres panelistas invitados por Flacso, Omar Barreno (músico y gestor cultural), Andrés Icaza (director del Instituto Ecuatoriano de Propiedad Intelectual, IEPI) y el propio  Arboleda están de acuerdo.

El lío, además, es estructural. Si se tiene en cuenta una versión simplificada del proceso creativo musical, en  Ecuador falla en casi todos los puntos. Un músico hace una canción, junta a sus amigos y tras practicarla, la graba. Entonces tiene un disco, listo para ser vendido; lo que necesita ahora es distribuirlo.

Es ahí donde hay desajustes. “En  Ecuador -dice Arboleda riendo- existen 24 tiendas de discos originales. ¿Cuál es la vitrina para el autor nacional? No hay”.

Una de las áreas que más se ha trabajado es la industria cultural y es una de las que mejor deben funcionar.Para más inri, estas tiendas cobran altas cuotas por exponer los discos y encima -insiste Arboleda-, de forma ilegal, cobran más dependiendo del posicionamiento en la percha. Esto, obviamente favorece a los productos culturales de las multinacionales extranjeras. El resultado es que los músicos tienen que buscarse modos alternos de distribución, que no son tan efectivos.

En el siguiente paso, la difusión, la balanza sigue inclinada. Hasta que se planteó la normativa  1×1 en la Ley Orgánica de Comunicación, en la que la mitad del tiempo de difusión se debe destinar obligatoriamente al producto nacional, se contemplaba que las radios debían transmitir únicamente media hora al día de este.

Eso dejaba 23 horas y media para los enlatados  extranjeros, y el tiempo de exposición nacional para la  madrugada. En este sentido, a pesar de que sea absurdo, por falta de amor propio, tener que obligar a la difusión de los artistas ecuatorianos, el 1×1 es un paso importante hacia renovar la industria musical del país.

Para explicar, desde las políticas públicas, el camino que busca seguir el Gobierno actual para resolver este tema, habló Andrés Icaza, director del IEPI. En su intervención afirmó que desde su institución se trabaja  para solucionar estos hechos paso a paso, en la misma dirección que los propios músicos.

“El sistema de propiedad intelectual es una herramienta para generar desarrollo. Una de las áreas que más se ha trabajado es la industria cultural y es una de las que mejor deben funcionar. Estamos más tiempo con productos culturales que comiendo, y la mayoría de ellos extranjeros”, afirmó.

Para empezar, intervinieron las sociedades de gestión colectiva de derechos de autor, (como la Sayce) encargadas de recaudar y repartir las regalías de los autores asociados. Según Icaza, estos entes nunca habían funcionado en Ecuador, razón por la cual músicos como Carlos Arboleda no había recibido un centavo a pesar de salir en la radio y vender discos. Con la correcta gestión de estos grupos, los autores pueden ganarse la vida con sus creaciones. Un problema menos.

El siguiente eslabón, el de la distribución, es un poco más complicado, empero, ya hay una estrategia clara. Pueden haber solo 24 tiendas oficiales de discos, pero hay más de 50 mil tiendas que venden productos ‘falsos’. Estos ‘piratas’ o comerciantes informales son el resultado de una falta de acceso legal a la cultura, por lo que la idea no es excluirlos, sino engranarlos del sistema. Por el trabajo de las instituciones públicas, los comerciantes informales conocen la importancia de proteger a los artistas nacionales y gracias a acuerdos, convenios, organizaciones y multas, hoy en día, venden cine ecuatoriano original. Con la música, en cuanto se pongan de acuerdo, la idea es la misma.

En este sentido, el 1×1 está pensado para solventar el último problema de la escala, el de la difusión. Sin embargo -y en esto Icaza fue enfático- las instituciones y políticas públicas no pueden hacer todo el trabajo. “Lo que necesitamos primero es que los creadores sepan cómo funciona el sistema de propiedad intelectual, cómo ponerlo a su servicio”, dijo. La idea es que se pueden mejorar las condiciones para los creadores del país, pero son ellos los que deben reclamar sus derechos y organizarse para mejorar su situación. “Necesitamos que los creadores sean activistas”, sentenció.