Resnais, la revolución desde la ‘Rive Gauche’

el pasado 10 de febrero recibió su último reconocimiento, el premio alfred bauer, de la berlinale

El cineasta, director y guionista francés Alain Resnais, como pocos en su rama, logró distinguirse desde su primer largometraje de ficción, Hiroshima mon amour (1959), película nominada al Oscar.

A partir de entonces su vida fue experimentar y afinar un estilo que lo distinguió hasta su última obra, que rodó a los 91 años. La vida de Resnais estuvo desde los 13 años ligada al cine. A esa edad grabó L’aventure de Guy.

Pese a que -según comentó en una entrevista- nunca había pensado en dirigir una película, se veía a sí mismo como montador de las escenas dirigidas por otros. Todo cambió años después de L’Aventure de Guy, cuando le solicitaron dirigir una. Así inició su trabajo formal en el séptimo arte, esta vez sin elipsis.

Sus primeros filmes coinciden con la posguerra y los inicios de la Nouvelle Vague (Nueva Ola), generación de cineastas que marcaron una nueva sintaxis en el cine, cargándolo de reflexiones sobre el contenido moral y ético del nuevo mundo. Muy frecuentemente se lo asocia a este grupo por su cercanía a cineastas como Francois Truffaut y Jean-Luc Godard.

DATOS

Alain Resnais recibió algunos premios a lo largo de su carrera cinematográfica:

Obtuvo un premio especial en los Globos de Oro, por Pictura (1951).

Recibió un BAFTA
por Hiroshima, mon amour (1959), protagonizada por Emmanuelle Riva (Amour).

En 1994
le fue otorgado un Oso de Plata por su contribución al cine.

Festival Cannes
, premio especial y premio especial del jurado por Les herbes folles (2009), Mon oncle dAmérique (1980).

Festival Berlinale
, Premio Alfred Bauer, por Aimer, boire et chanter (2014)Pero Resnais fue, junto a Chris Marker, Agnes Vardá, Jacques Demy o Georges Franju, uno de los mayores exponentes de la corriente cultural de la Rive Gauche (Orilla Izquierda), un grupo de artistas que además del cine estaba vinculado con otras disciplinas y se distinguía de la Nouvelle Vague por sus ánimos experimentales.

Entre 1959 y 1963, Resnais presentó su trilogía: Hiroshima mon amour, El año pasado en Marienbad, y Muriel, largometrajes que le dan su pase a la historia en el cine, aunque nunca rodó una película con texto propio.

Durante los años que llenó más salas supo rodearse de novelistas como Marguerite Duras, Alain Robbe-Grillet o Jorge Semprún y compositores de la calidad de los alemanes Hanns Eisler o Hans Werner Henze, músicos marcados por ideologías de izquierda.

En los años 70, el cine de Resnais empieza a mostrar un claro interés por los modelos de la cultura popular y sus formas representativas.

Según los cinéfilos, su aproximación al uso de la cámara como un artificio recursivo de lo que se produce en la escena, poniendo a la actuación como centro, es una consecuencia clara de la influencia de su compatriota dramaturgo y cineasta Sacha Guitry.

A diferencia de Guitry, quien escribía sus obras teatrales para recrearlas en el cine, Resnais se dedicó a adaptar lo clásico. Para algunos de sus seguidores esa nueva etapa en su carrera fue decepcionante. Pero no era más que la búsqueda de aquel principio de su otro coideario y compatriota, Jean Renoir: todo gran cine proviene del teatro.

Se explica así que entre su metodología de rodaje se incluyera al menos un mes de ensayos con los actores, en los que se podrían tolerar algunos cambios, y que variaba poco a los actores -que solían ser sus amigos- y los prefería con más experiencia en el teatro que en el cine.

Si algo en común tiene la obra de Resnais con la de Guitry es lo experimental. Guitry “realizó interesantes aportaciones en torno a la relación entre imagen y palabra, jugó con complejos grados de enunciación y desarticuló el ilusionismo fílmico para ponerlo en relación con el artificio teatral”, según relata la revista cultural Cuadernos de Cine.

Asimismo, la crítica apunta a que la búsqueda de Resnais gira en torno al encuentro con nuevos universos, partiendo de obras que no le pertenecen pero que -pese a la transmisión de elementos plenamente franceses-  parten de lo anglosajón, con lo cual dota a su obra de elementos ajenos, dándole así un tono de frivolidad y ligereza, con expresiones que marcan una ambigüedad del mundo y sus representaciones.

Su carrera deja a favor de los cinéfilos una serie de cortometrajes, largometrajes y su participación como editor, guionista y editor de varias obras. En vida se alzó con condecoraciones como siete Premios César, la Espiga de Oro de la Seminci de Valladolid, todos  por su filme Providence. Además obtuvo dos Osos de Plata de la Berlinale, tres galardones en la Mostra de Venecia, un Bafta y un premio especial del Festival de Cannes en 2009.

Días antes de su muerte había ganado el Premio de la Federación de la Prensa Cinematográfica Internacional en el Festival de Cine de Berlín por su largometraje Aimer, boire et chanter (Amar, beber y cantar), cuyo estreno en las salas de cine francesas está previsto para el 26 de marzo.

Esta fue la última condecoración de una larga trayectoria, que pese a no haber alcanzado el usual homenaje póstumo en la última entrega del Oscar, deja por delante el trabajo de un cineasta cuya felicidad se construía en el trabajo constante.