El Festival Encuentros del Otro Cine (EDOC) empieza este 10 de mayo y durante dos semanas trae, como hace todos los años, una muy variada selección de documentales (el otro cine), durante este breve periodo del año. En un momento en el que la producción cinematográfica en el Ecuador ha alcanzado un desarrollo notable, es en el género del documental que sus autores se han desatacado más. La muerte de Jaime Roldós, dirigida por Lisandra Rivera y Manolo Sarmiento, el antiguo director del EDOC, incluso fue premiada en 2014 por la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI).
Sin embargo, algo no cuadra: mientras que las producciones ecuatorianas que más han logrado destacarse son del género documental, los espacios para ver este tipo de cine están muy reducidos. Prácticamente, el EDOC es el único espacio dedicado a los documentales. De modo que aquí vamos a pensar en las producciones ecuatorianas que podrán ser vistas en esta edición que está por iniciar.
Una de las secciones fijas cada año es ‘Cómo nos ven, cómo nos vemos’, en la que se reúnen las películas que se enfocan en el Ecuador, ya sea que el realizador sea local o extranjero. En la descripción de esta sección que ofrece la página web del festival se señala algo del camino que han recorrido los documentales en nuestro país:
El desarrollo del documental ecuatoriano responde a una lógica propia, a ritmos orgánicos, bajo premisas inestables, en un medio en el que está constantemente en construcción la institucionalidad del audiovisual. Somos un país que avanza a su propio ritmo, en un mundo en el que las condiciones para la producción cinematográfica son desiguales. En esta lógica, o a pesar de ella, la convocatoria para el cine documental que veremos en esta edición ha sido fructífera.
Además de las trece películas agrupadas en ‘Cómo nos ven, cómo nos vemos’, otros tres realizadores ecuatorianos han traído sus películas para exhibirlas en otras secciones. Entre esas se encuentran: Desde que bailas (codirigida por Álvaro Torrelli y la mexicana Beatriz Osorno), Pelé, mi paraíso (Antonnella Carrasco) y Fuera de escena (Alejandra Aguirre).
Entre estos realizadores hay varios que son muy jóvenes —Óscar Illingworth tiene apenas 23 años—, que han ido a especializarse a universidades europeas, y que, en general, están en busca de un lenguaje propio en el cine, una inquietud que a algunos de ellos se les despertó cuando asistían, precisamente, a este festival.
Un corazón
En 2016, Independiente del Valle, un antiguo club de Sangolquí (a 30 kilómetros de Quito) que reapareció en el mapa futbolístico hacia finales de la década pasada, empezó la mayor campaña deportiva de su historia. Poco a poco, fue alcanzando nuevas etapas de la Copa Libertadores hasta que el equipo clasificó a la final, a las que solo otros dos clubes ecuatorianos han llegado. Mientras eso ocurría en el plano internacional, en Ecuador todavía estaba muy fresco el recuerdo del terremoto del 16 de abril que afectó dramáticamente a la provincia de Manabí. Así como muchos ciudadanos habían unido esfuerzos para ayudar a los damnificados de cualquier forma que se pudiera, la dirigencia de Independiente del Valle decidió donar la taquilla de sus partidos coperos, lo que le fue procurando al club mucha simpatía de los ecuatorianos.
Poco antes de que Independiente tuviera que disputar la semifinal contra Boca Juniors, uno de los clubes con más títulos de Libertadores, unos cineastas se acercaron a la directiva para proponerles hacer un documental sobre el club. El director, Andrés Cornejo, cuenta que esa película, que aún no está lista, intenta retratar el momento vivido por el club más allá del fútbol: No solo se trataba del gesto de las donaciones de la taquilla (dentro del contexto del gesto masivo de los ecuatorianos para ayudar a los compatriotas que habían perdido a sus casas y sus familiares), detrás del fútbol, había muchas otras cosas y personajes que ver. Y uno de esos, el utilero del club, se convirtió en el protagonista de una segunda película. Esta, titulada precisamente El utilero se proyectará en varias funciones del EDOC esta semana, y contará con la presencia de sus creadores, quienes al final de la función responderán preguntas del público.
El documental sigue—durante la participación copera de Independiente— a Mario Alcócer, conocido también como Junior Toral, el utilero de Independiente. Junior no es solo un trabajador dedicado, sino que además es un hincha apasionado. Recorre hoteles, camerinos y estadios, habitando los espacios solitarios del fútbol, las sombras donde se mueven algunos de sus esenciales protagonistas.
Cornejo, de 30 años, cuenta que buscaba los matices del fútbol y las cosas que hay detrás. «Lo que pasó, básicamente, es que la persona que nos daba el acceso al camerino era el utilero. Para mí es el rey del camerino», dice el director, quien recuerda, además, que los documentales tienen esa voluntad: retratan la cara de las cosas, pero también las sombras.
Y no es un papel menor: la labor de este personaje es esencial para mantener el ánimo dentro del camerino —un factor que a veces define quién gana un partido—. Es una figura importante. En todo evento o performance —«el fútbol es casi un arte escénico», apunta Cornejo—, hay gente detrás está trabajando para que todo suceda de la mejor forma. «El utilero es clave, es el dueño de ese espacio muy íntimo en el que se ingenian las jugadas y hay tiempo incluso de orar, es como un lugar sagrado, un pequeño templo en el que cada jugador pone sus estampitas, sus virgencitas y todos rezan. El utilero es muy importante en la relación entre el espacio y los jugadores. Él mantiene el mejor ambiente para que ellos puedan salir de la mejor forma a la cancha. Un estado anímico, físico, y puedo decir hasta espiritual. Este personaje es el dueño, una persona que tiene una relación muy chévere con los jugadores», dice Cornejo. El utilero es el que construye la atmósfera del camerino.
El utilero es una producción en la que el fútbol es un escenario, pero no lo principal. Los realizadores han planteado esta película desde otro lugar. «El documental —dice Cornejo— se resuelve desde los cimientos del estadio». Pero además, explica que este documental se hace desde la contemplación y el silencio. En un contexto en el que los hinchas gritan, corren, saltan y celebran, «el diálogo no es lo principal. Contamos a través del silencio».
En 2014, Cornejo ya había participado como director en el EDOC. En esa ocasión, había llevado al festival su película La clara y la oscura, que narra el enfrentamiento de algunos miembros de la comunidad de Salango (uno de los sitios con mayor patrimonio arqueológico y ambiental del país) contra una fábrica procesadora de harina de pescado que lleva tres décadas funcionando ahí y cuyos desechos amenazan con contaminar el sector.
Aunque hay mucha distancia entre el tema de una película y la otra, Cornejo encuentra rápido una conexión: las limitaciones. «En todas mis películas siempre ha habido limitaciones, técnicas o económicas, que te dan un modelo de producción», explica este cineasta que considera que «hago lo que puedo y no lo que quiero».
Y ahora que aparece ya por segunda vez desde la posición de los cineastas, Cornejo recuerda que hace años que el festival se convirtió en una escuela para él, un espacio en el que pudo conocer el trabajo de quienes ahora son sus directores favoritos, como la checa Helena Trestikova o el estadounidense Ross McElwee, personas a las que a veces ha podido ver y escuchar. «Realmente le saqué el jugo», dice el cineasta quiteño de este «lugar donde me apropio, cito, plagio o copio, como quieras decirlo; una referencia brutal».
La casa que lucha contra el agua
En abril de 1993, una pequeña localidad ubicada en la vía Cañar-Azogues, llamada El Descanso, sufrió una severa inundación, y muchos de sus habitantes decidieron irse del lugar, excepto Walter, un hombre tan inteligente como terco, que se rehusó a abandonar su tierra, y se propuso convertir a su hogar en una casa flotante.
Cuatro meses después de que ocurriera esa inundación, en octubre de 1993, nació Óscar Illingworth, el nieto de uno de los vecinos de Walter. Óscar creció escuchando esa historia, pero nunca conoció a Walter hasta que, pensando en un guion para un documental, recordó la historia del hombre que se propuso convertir a su casa en una construcción capaz de burlar el agua. Y así surgió otro de los documentales que se exhiben en esta edición en el EDOC, La casa de Walter.
El guion, dice Illingworth, no le sirvió de mucho, porque Walter es un hombre con una personalidad tan fuerte, que todo el tiempo estaba cambiando la planificación. A veces, con la cámara ya encendida, Walter simplemente sentía la necesidad de mostrarle la montaña a Óscar y su equipo.
Aunque a simple vista pareciera que el punto del documental es averiguar si Walter logró o no logró —o cómo— levantar su casa a prueba de agua (un dato que el director guarda como un tesoro, de modo que hay que ir a verla), Illingworth explica que esta es, en realidad, «la historia de una persona que no vive bajo las reglas tradicionales/convencionales de la sociedad».
Esa determinación de no vivir bajo las reglas convencionales, era la que cambiaba todo el tiempo los planes de Óscar: a veces la escena estaba guionada, y Walter sabía de qué iban a hablar, pero al momento de encender la cámara, el personaje decidía que era mejor hablar de otro tema. Y así, la película se llenó de improvisaciones. Algo que, finalmente, fue una providencia.
Óscar estaba acabando la carrera de Comunicación Audiovisual en la Universidad de Navarra, y sus experiencias anteriores en el cine habían sido como director de fotografía. A él, que le gusta tomarse el tiempo para pensar en las luces y en las sombras, la experiencia con Walter le llevó a darse cuenta de que «hay una convención del lenguaje cinematográfico en la que hay un planteamiento mucho más ético que estético. Mi película no está llena de planos bien compuestos, pero más que una luz perfecta, me interesa que la cámara esté mirando en una dirección correcta y que mi mirada sobre el personaje no sea crítica ni egoísta. Invertí mi experiencia como director de fotografía».
En ese sentido, desde el punto de vista cinematográfico y artístico, Óscar últimamente ha estado intentando romper cada vez más con la estética. «No puedo mentir, yo me gano el pan haciendo cuestiones más comerciales, en las que al cliente le importa que se vea bien. Pero mi investigación cinematográfica cada vez se vuelve más experimental, más libre… Para mí es una cuestión sobre lo que la imagen representa, y no tanto que todo se vea nítido. Es más, estoy tratando de trabajar con calidades inferiores al 1080», explica el director de La casa de Walter.
Este documental, en el que no son muy claras las medidas o los pesos de la casa (cuyos planos, además, están dibujados en una servilleta), encierra también un pequeño alegato a favor del conocimiento empírico y del sentido común.
¿Cómo se baila en una silla de ruedas?
Como en el caso de Óscar Illingworth, Desde que bailas fue el proyecto final de la maestría que realizó Álvaro Torrelli en la ESCAC (Escuela de Cine y Audiovisuales de Cataluña). Codirigida con su compañera la mexicana Beatriz Osorno, este documental se centra en una pareja en la que la esposa ensaya un tipo de danza que es poco común: el baile integrado, en el que una de las personas está en silla de ruedas.
Nuria, que tuvo poliomielitis cuando apenas tenía cuatro meses de nacida, ha estado en silla de ruedas durante toda su vida. La protagonista de este documental tiene una personalidad muy potente, que contrasta con la de su esposo, Joan, con quien se conoce desde hace más de treinta años. Pero este no es un documental sobre el baile en silla de ruedas, por fascinante que esto pueda parecer. Sino sobre la separación.
La rutinaria estabilidad y los roles designados por la sociedad les han concedido 30 años de ‘feliz matrimonio’ a esta pareja. La apertura de un negocio familiar y el descubrimiento del baile en silla de ruedas determinan en Nuria una transformación radical. A sus 56 años, Núria reflexiona sobre el recorrido de estos largos años y decide mudar de piel. Joan, sensible e introvertido, siente cada vez más lejana a la ‘Nuri’ de su juventud y la echa de menos. Ella no está dispuesta a volver atrás.
«Este componente que es interesante y le da un poco más de riqueza a la psicología de nuestros protagonistas», dice Torrelli.
Para este documental, no solo que el tema no es el que parece, sino que además, sus directores emprendieron varias búsquedas: la de un arco dramático y una salida a ese tratamiento convencional del cine documental, lo que Torrelli llama «esas cabezas parlantes que hablan todo el tiempo». Para él y para Osorno era importante nutrir a su documental de las mismas narrativas del cine. Pero la narrativa audiovisual, si bien se presentaba como un gran reto, no fue el mayor problema.
Cuando empezaron —«como todo periodista», precisa Torrelli—, a acercarse a la casa de Nuria y Joan para conocer su casa y a sus familiares, descubrieron algo que los podría beneficiar en su proyecto: estas personas no estaban nada incómodas con la cámara. «Tuvimos suerte, porque se abrieron con nosotros, que somos latinoamericanos», explica el director.
Pero no solo descubrieron que el entorno era propicio para grabar, sino que fueron sintiendo también cierta tensión en el matrimonio. Desde la primera entrevista que mantuvieron. De hecho, mientras se rodaba la película, Nuria puso la demanda de divorcio. Ya venían conversando ellos del tema algún tiempo.
«El tema del documental y la intimidad es muy interesante. Es muy extenso y aquí se pueden generar espacios de discusión interminables. Pero se trata de acercarnos a los dos, contar el punto de vista de los dos y entenderlos». Pese a que recibieron la apertura de estos personajes, hubo momentos difíciles para la producción. «El primer corte no les gustó nada —cuenta Torrelli—. Les parecía que hablaba demasiado sobre su relación, que tenía que ser más del baile. Pudimos negociar que no iría totalmente sobre la relación, pero ese era nuestro tema estructural».
Desde que bailas ha estado en festivales de Talca (Chile), Málaga (España) y, luego del EDOC, será proyectado en el Docs Barcelona, a fines de mayo.
Otros títulos vinculados con Ecuador
Fuera de escena (Alejandra Aguirre): Narra la cotidianidad de Danza Contemporánea en Cuba, compañía emblemática de la escena habanera.La película plantea siempre esta pregunta: ¿Qué es un bailarín?
Pele, mi paraíso, de Antonnella Carrasco, es un retrato lírico de una remota isla en medio del Pacífico, donde la naturaleza se percibe como algo sagrado. Pero la isla sufre un desastre natural.
Labaka (Carlos Andrés Vera) narra la historia de un sacerdote español que se integra a los tagaeri, un pueblo no contactado que vive en la reserva del Yasuní.
En Las mujeres deciden, de Xiana Yago, una doctora española investiga el embarazo adolescente y el aborto clandestino en un hospital de la Amazonía. Donde va descubriendo que detrás de cada embarazo no deseado se esconde la violencia sexual.
Llanganati narra una expedición liderada por el aventurero y fotógrafo Jorge Juan Anhalzer en busca de un antiguo camino Inca que les llevaría a un tesoro «tan grande que ni mil hombres podrían cargar».
Si yo muero primero (Rodolfo Muñoz) recorre Venezuela, México, Colombia y Ecuador en busca de un poco conocido J. J. Julio Jaramillo es más que ‘Nuestro juramento’ o ‘Fatalidad’: llegó a grabar unas 4.000 canciones de todos los géneros.
Tayos (Miguel Garzón): un grupo de geólogos se internan en la Cueva de los Tayos para investigar los enigmas de este lugar al que vino Neil Armstrong en 1976.
Ukamau Y Ké (Así es y ké): Abraham Bojórquez desarrolló el hip hop en lengua aymara, con su lírica rebelde estremeció a la sociedad latinoamericana de inicios del siglo XXI. Murió violentamente en la cúspide de su carrera musical, y ahora, su amigo, el rapero y cineasta Andrés Ramírez, regresa a Bolivia para entender las razones de su muerte y para buscarlo a través de la temporalidad circular andina.
Tierra de mujeres (Amaia Merino y Fernanda Sosa): Perfiles documentales sobre cuatro mujeres rurales, desde una mirada que resalta su resiliencia, sabiduría y aporte desde lo cotidiano al mantenimiento de sus comunidades y familias.
Venimos de lejos (Pierre Carles y Nina Faure): Dos franceses viajan siguen a Rafael Correa y viajan por un Ecuador en ebullición. Ellos sacan distintas conclusiones sobre el presidente: uno quisiera que renovara Francia, la otra cree que no es bueno tener un líder así.