Piazzolla, el transgresor del tango

El tango, igual que muchos ritmos latinoamericanos, tiene héroes y villanos. Astor Piazzolla era de los dos. Llevó el género musical de los prostíbulos a los teatros, combinándolo con jazz y música clásica. A la par de ser considerado un innovador, transgredió el formato tradicional del ritmo porteño, ante tangueros puristas como el escritor Jorge Luis Borges.

Piazzolla, el bandoneonista revolucionario, falleció el 4 de julio de 1992, ya hace 25 años. Un derrame cerebral lo tomó de improviso en París en 1990. Al cabo de diez días, fue trasladado a Argentina y murió dos años después, cuando tenía 71. Hoy tendría 96. Piazzolla nació el 11 de marzo de 1921 en el Mar de la Plata, ciudad cerca de Buenos Aires.

Cuando nació, lo nombraron Astor Pantaleón: Astor por un violonchelista amigo de su padre y Pantaleón por su abuelo paterno, un italiano que había emigrado a Argentina. No solo era nieto de inmigrantes, sino que en 1925 se convirtió en uno junto a toda su familia. Los Piazzolla se fueron a perseguir el sueño americano, y residieron en Nueva York, la ciudad donde creció el músico que terminaría revolucionando el tango.

Los Piazzolla vivieron en la calle novena en Nueva York, cerca de la Pequeña Italia y del barrio judío. Ahí solían escuchar a los músicos afroamericanos de Nueva Orleans que iban a tocar jazz en esa zona. En una entrevista que concedió en 1988 en Montevideo (Uruguay), Piazzolla comentó que aquello era como ver una película gansteril de Martin Scorsese o similar al filme Los Intocables, de Brian de Palma.

El contexto en el que creció el joven Astor Piazzolla fue el período que tuvo lugar entre la Gran Depresión, la prohibición del alcohol y el surgimiento de un ritmo proveniente de la comunidad afroamericana de Nueva Orleans, que atrapó hasta al escritor Jack Kerouac. A pesar de que en las calles de Nueva York dominaban los sonidos del jazz, en el hogar de los Piazzolla lo que sonaba era el alarido del tango.

Vicente, su padre, amaba el tango: tenía una colección de discos de acetato de Carlos Gardel y el día en que su hijo cumplió 8 años le regaló su primer bandoneón. Ese fue el momento en el que el Astor Piazzolla músico dio sus primeros pasos.

Desde la primera vez que agarró un bandoneón, Piazzolla tuvo muchos momentos importantes para su desarrollo musical. Entre esos estuvo el día que conoció a Gardel, cuando tenía 13 años, o su regreso a Buenos Aires, a los 15, pero dos profesores fueron clave para la creación del genio: los pianistas Bela Wilda y Nadia Boulanger.

A los 13 años, el húngaro Bela Wilda lo introdujo en la música clásica mostrándole las melodías barrocas de Johann Sebastian Bach. A los 32, la francesa Nadia Boulanger le ayudó a reconocer su estilo. En una entrevista durante su última visita a Chile, en 1989, el bandoneonista recordó que mientras le mostraba, con algo de timidez, cómo tocaba el bandoneón, ella le agarró la mano y lo recriminó por sentir vergüenza: «Pedazo de idiota, ¡esto es Piazzolla!».

Desde ese momento, Piazzolla decidió agregarle al tango «procedimientos instrumentales que eran más característicos del jazz: el swing y la idea del contrapunto», detalló en su entrevista de 1988 en Montevideo, recopilada en el libro Grandes entrevistas de la Historia Argentina (1879-1988). Al tomarse estas licencias, Piazzolla comenzó su conflicto con la crítica tanguera argentina.

Su mayor contrincante fue nada menos que Jorge Luis Borges. Lo llamaba ‘Astor Pianola’ y elaboraba constantes desplantes en su contra. Adolfo Bioy Casares documentó en sus notas cómo Borges lo llamaba «bruto» y «vanidoso», alegando que la música que él hacía no era tango.

Por otro lado, alrededor de 1963, Piazzolla reaccionaba harto de las críticas de los puristas diciendo: «Que lo mío, si quieren, es música de Buenos Aires. Pero la música de Buenos Aires, ¿cómo se llama? Tango. Entonces lo mío es tango». Y para desgracia de ellos, en los teatros y en los cines se podía escuchar a Piazzolla.

Después de su revelación en las clases de Boulanger, Piazzolla regresó a Argentina para crear el octeto ‘Buenos Aires’. Este inicio del tango contemporáneo duró tres años. Después, el bandoneonista decidió regresar a Nueva York. En el retorno a la ciudad de su niñez, estalló en él una de sus mayores melodías.

En 1959 falleció su padre, Vicente, y este episodio influenció en Piazzolla para crear un homenaje al ser humano que le había inyectado el tango en las venas: ‘Adiós Nonino’. El genio de Piazzolla siguió creando. Entre sus canciones más famosas se encuentran ‘Libertango’ (1974), el réquiem a su perro ‘Mumuki’ (1986) o sus tonadas llamadas ‘Cuatro estaciones porteñas’ (1965-1970), que tenía una clara relación con la obra casi homónima del compositor italiano Antonio Vivaldi.

El monstruo que Boulanger despertó seguía innovando en el tango y despertando la ira de la crítica tanguera incluso en el cine. Cerca de cuarenta películas fueron musicalizadas por Piazzolla. Entre ellas El exilio de Gardel (1985), cuya banda sonora fue galardonada en París con el premio César, al año siguiente de su estreno.

Ya sea en el cine o con una orquesta, Astor Piazzolla —como dijo en una entrevista archivada por la estación de radio colombiana HJCK— renovó el tango «para que no aburra tanto a la gente de Argentina». En su mente, ese género era una melodía «hecha por intuitivos» y que necesitaba gente que «supiera de música» para «agregar(le) la música al ritmo del tango».

Incluso después de su muerte, el ritmo porteño siguió renovándose. En 1993, en Buenos Aires, el músico Sergio Bermejo, alias ‘Malevo’, sintetizó en una sola pista el tango y la electrónica. Este nuevo ritmo explotó hasta crear bandas desde Argentina —por ejemplo, Bajofondo— hasta en Europa —como Gotan Project de Francia o Tango Crash de Alemania—. Detrás de cada evolución del tango, el bandoneón de Piazzolla sigue sonando.