Paco, mi memoria

Punto de vista

Fue hacia 1992. Entonces, en Quito, la figura de Paco era un tema de iniciados y melómanos. Traerlo fue uno de mis primeros grandes sucesos como promotor de espectáculos.

Paco tuvo una excelente asistencia, el recital fue de un nivel superlativo.

Y como una deferencia, nos acompañó esa noche a cenar, en el Mesón de La Pradera.

Fue todo un detalle, pues ese gran señor terminaba sus recitales, literalmente, fundido.

Pero esa noche nos acompañó incluso una copa de vino y se inició una relación de camaradería, que me permitió, dos años después, repetir la experiencia.

En esa ocasión, Oswaldo Guayasamín le pintó un soberbio retrato.

Así pude conocer la dimensión de un genio humilde, que actuaba como quien no se da cuenta de la perfección a la que arribaba en cada tema, en cada acorde, en cada trasto de su guitarra fantástica.

Lo recuerdo más bien como un hombre de pocas palabras, algo tímido y en extremo perfeccionista: una prueba de sonido con él bien podía tomar unas tres horas.

Ahí pude mirarlo, trabajar y entender cómo y por qué había marcado, para siempre, el futuro del toque flamenco; ya entonces en plena y rica relación promiscua con el jazz y el bossa nova. Del mismo modo que Miles Davis, Paco dejó encendido el faro de su genio para siempre.

Fue un hincha muy apasionado del Real Madrid: alguna vez me encargó –en ese entonces- que le averiguara el resultado de un partido, tarea que atendí junto con un apreciado periodista amigo.

Conocí a su familia, a su hermano mayor, un austero y disciplinado don Ramón de Algeciras; y conocí la forma en que, junto a Pepe, su hermano menor y bailaor, probaban una y otra vez el sonido del tablado.

En cada toque, Paco salía a someter a su audiencia.

La noticia de su muerte la recibí la madrugada de ayer, cerca de las cuatro, vía mensaje telefónico.

Confieso que le lloré: nos deja un vacío planetario, como una sensación de orfandad.

Ha partido Paco, el de Lucía; un patriarca amoroso de su pueblo, al que le preñó de alegría, de cante y dignidad.