Olga y Paco Candaya: «Publicamos solo lo que nos gusta»

Durante la primera edición de Libre Libro, en noviembre de 2016, la escritora guayaquileña Mónica Ojeda (1988) llegó al Centro Cívico, donde se presentaría su segunda novela, Nefando, con una maleta de viaje llena de ejemplares del libro. La pequeña editorial que lo había publicado, Candaya, no tenía una red de distribución en Ecuador, a pesar de que ya había sacado dos poemarios de otro escritor de nuestro país, Mario Campaña, quien vive actualmente en España. Ahora, invitados por el Festival de Poesía Ileana Espinel, Olga Martínez y Francisco Robles —más conocidos como Olga y Paco Candaya— una de las primeras cosas que hicieron fue cerrar un acuerdo conMr. Books, que se quedaría con cuatrocientos ejemplares de libros editados por Candaya.

Olga Martínez y Paco Robles, los artífices de editorial Candaya

La escena de las maletas simboliza, de alguna manera, parte de la esencia de la editorial. Olga y Paco Candaya tienen un interés especial por la literatura latinoamericana, que en su país se conoce muy poco por fuera del boom (algo que también sucede de una nación a otra de la región). Dos de cada tres títulos de Candaya son de autores latinoamericanos. De hecho, el primer libro que publicaron fue Contra la vida quieta, un poemario del paraguayo Elvio Romero (1926-2004). Como muchas veces apuestan por autores que están empezando —como ocurrió con Ojeda—, para las presentaciones de cada uno de sus libros suelen trazar rutas por varias ciudades de España. Del mismo modo, cada vez que visitan un nuevo país, van por ahí conociendo gente y preguntando siempre quiénes son los escritores con futuro, tal como hicieron antes de iniciar esta entrevista.

Aunque parezca demasiado esfuerzo en esta época globalizada, esa naturaleza viajera ha sido útil no solo para alimentar ese antiguo —pero confiable— recurso de las recomendaciones boca a boca, también ha servido para crearse una fama: le han ahorrado bastante trabajo a la crítica dándole la espalda a ese supuesto olfato de los editores que publican libros que cree que se van a vender. En Candaya reivindican ese filtro del «me gusta», aunque —según cuenta Paco— hayan perdido la oportunidad de cobrar millonadas por rechazar a autores que estaban dispuestos a pagar por publicar bajo ese sello editorial.

¿Por qué el interés por lo latinoamericano? ¿Es una estrategia de mercado?

O: De mercado no es. Es muy difícil introducir un nuevo nombre en el mercado cultural español.

P: [Jorge] Herralde siempre nos decía que éramos unos quijotes porque él sabía lo difícil que era, incluso con escritores consagrados de países latinoamericanos. Era empezar de cero en España.

O: Nuestra distribuidora nos lo dice siempre: publicar traducciones es más fácil para colocar en librerías, hay más demanda. Pero nacimos para intentar desde nuestras humildes posibilidades contestar a una incomprensión histórica: cómo había tanto desconocimiento entre las culturas de la literatura contemporánea entre los dos lados del Atlántico, y también entre las literaturas latinoamericanas entre sí.

P: Siempre explicamos la anécdota de que el primer libro que publicamos era de un poeta paraguayo, Elvio Romero. Nunca habían publicado un poeta paraguayo en españa; algo de narrativa, dos o tres autores, no más, pero de poetas, nunca ninguno. Eso, por un lado, y por otro lado, Ednodio Quintero en Venezuela, que fue otro deslumbramiento que tuvimos, absolutamente desconocido y, bueno, pues dijimos: «Esta es nuestra misión».

O: Antes de ser editores habíamos recorrido buena parte del continente y hemos vivido situaciones de mucho privilegio. Viajamos durante ocho años seguidos a Guatemala y hemos tenido la posibilidad de conocer el mundo maya, el mundo indígena, como muy poca gente, porque trabajamos en comunidades recónditas que nos aceptaron muy bien, y hemos vivido experiencias que nos han conmocionado por dentro. Y ese intento de que la literatura de aquí llegara a España era una manera de devolver todo lo que América y su literatura nos han aportado. Somos como somos por los autores que hemos leído. Seríamos muy diferentes si no hubiéramos leído desde jóvenes a Onetti, a Alejandra Pizarnik, más tarde a Bolaño…

P: Roberto Arlt…

O: Eso ha conformado…

P: … Rulfo…

O: … nuestra manera de ser.

Y esos viajes anteriores de Candaya, ¿de qué tipo eran?, ¿por qué los hacían?

O: Bueno, pues por una fascinación por el continente que empezó desde la literatura. Para nosotros fue descubrir un lugar remoto, muy distinto y muy igual.

La crítica literaria suele rechazar ese criterio intuitivo del «me gusta», pero ustedes lo rescatan.

P: En el manual del buen editor casi siempre figura como primer consejo: «Un editor no puede publicar lo que le gusta».

O: Nosotros hacemos todo lo contrario, publicamos solo lo que nos gusta, aunque parezca tan poco comercial de entrada. Luego algunos libros que parecían muy poco comerciales han tenido una gran trayectoria, como El espectáculo del tiempo, como Nefando, como en su momento Nocilla Dream. Han interesado a muchísimos lectores. Siempre lo decimos, nosotros creamos una editorial por esos dos libros que tanto nos habían impactado, esa poesía de Elvio Romero en Paraguay (exiliado en Buenos Aires desde que tenía 18 años hasta que murió en 2004, luego de publicar el libro) y Ednodio Quintero, un escritor venezolano de la zona andina en estos países tan centralistas como suelen ser los de América Latina. Ser andino, de las provincias, hace que aparentemente no estés en boca de todos en tu propio país. Aunque Ednodio es un clásico de la literatura venezolana, no sale tanto en los periódicos como un caraqueño que pertenece a ese núcleo de gente de clase alta de Caracas, que se conocen entre todos, que viajan. Pero cuando vas a esos países, descubres que esos son los verdaderos maestros, los que están marcando pautas para las nuevas generaciones de escritores, los que tienen una biblioteca que cuando la vio Vila Matas, dijo: «¡Pero qué está pasando, esta es una biblioteca que está en Mérida, en medio de los Andes, y me estás diciendo que tienes los mismos libros que yo, que leemos lo mismo!». Eso a nosotros nos fascinó, esa literatura, y Nefando sería un ejemplo, es tan contemporánea, tan cosmopolita, pero tan arraigada en un lugar, esa mezcla entre lo propio y lo universal, que encontramos en Ednodio o en Juan José Serra, un enorme escritor argentino.

Nefando, de alguna forma, le da voz a esta generación de personas nacidas a finales de los ochenta…

P: Sí, habla de videojuegos…

Pero más que eso, es la forma en la que habla de estos temas contemporáneos, es claro que quien la escribe nació a finales de los ochenta.

O: Es muy generacional, pero a la vez muy íntimo, ella está escarbando sobre demonios muy profundos, escribe sobre lo que más duele, lo que más temes, y eso es lo que le da tanta fuerza a esa novela, lo que duele, lo que me asusta, esa exploración de uno mismo cuando escribes, de encontrar una manera de estar en el mundo que quizás no encontrarías de otra forma.

P: Ella lo dice en la novela, para qué tiene que ser la literatura. Hay ese fragmento tan bonito de cuando están los trapecistas en el circo, y uno de ellos se ha caído, y el show se detiene y rápidamente vienen con los elefantes, y ahí dice que la literatura es la que tiene que hacer olvidar a los elefantes y volver la vista al que se ha caído.

O: El origen de Candaya también era una manera de reparar una injusticia histórica.Hay mucho desconocimiento de la literatura latinoamericana en España, todavía mucha gente, hablo de un lector amplio (sí que hay lectores exquisitos que están más al día de las nuevas tendencias de la literatura contemporánea), el gran lector aún asocia la literatura latinoamericana con el boom, con mujeres que comen yeso, que vuelan, que levitan. Y eso siempre lo hemos explicado. Hay quien dice «a mí la literatura latinoamericana no me interesa, soy más de ideas, del pensamiento, de una literatura centroeuropea». Y yo me he acercado a decir: ¿Tú has leído a Sergio Chejfec? Es un escritor argentino, y si hay una literatura de ideas y de pensamiento, es esa. Su literatura es muchísimo más cercana a Robert Walser que a García Márquez. Y ese es uno de los muchos caminos que tiene la literatura latinoamericana, que además no es una, hay una pluralidad inagotable. Ese desconocimiento, esos tópicos, de alguna manera, lastran al conocimiento de lo que está haciéndose aquí, creo que por un cierto sentimiento de superioridad. Había que intentar compartirla, aunque fuera difícil.

En Ecuador no se les da mucha importancia a escritores como Milan Kundera, centroeuropeo, que se manda ensayos enteros dentro de sus novelas. Pero quienes sí le siguen la pista son los venezolanos que han venido a la academia… Ustedes, que han viajado tanto por esta región, ¿qué idea tienen de cómo son los lectores en América Latina?

O: Eso depende de cada país…

P: Lo que sí hemos notado es que en los propios países de América Latina cuesta establecer vínculos. Un lector de Venezuela es difícil que haya leído a un autor de Perú.

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Los libros de poesía que edita Candaya suelen venir con discos en los que se puede escuchar a los autores leyendo sus propios versos. Los de ensayo, en cambio, incluyen un documental. «En Bolaño Salvaje te va a acompañar una película en la que sale Carolina López, la viuda de Bolaño, que jamás había dado una entrevista, menos delante de las cámaras; sale Lautaro, el hijo, sale Alejandra, la hija pequeña», dice Paco, quien explica que, en ese sentido, el hecho de tener claro desde el principio que sus objetivos no iban a ser comerciales ha sido una ventaja. «En la peli, sale Antonio García Porta, que es el mejor amigo de Bolaño, sale Juan Villoro, sale Fresán. Si te pones a verlo, con una gran editorial, les cuesta millones. A nosotros nos costaron las cervezas del día, y las cámaras y el equipo de sonido que alquilamos. Produjimos la película con cuatro duros», continúa Paco. De hecho, los primeros dos años, el diseñador que trabajaba para ellos no les quiso cobrar absolutamente nada.

Pero le buscamos novia —exclama Paco.

Y país de adopción, se mudó a Buenos Aires —agrega Olga.

Se acabó casando y tiene un niño precioso. Al principio, bueno, él no nos quería cobrar. De hecho ese viaje fue una manera de decirle: «A ver, ya llevas trabajando con nosotros dos años, no has cobrado nada…». Y lo mandamos a Argentina a filmar la película del libro de Piglia. En realidad no nos salía mucho hacerlo, porque teníamos gente allí que la podía filmar, pero fue una forma de mandarlo a un viaje, que lo necesitaba en ese momento.

Para Candaya, el interés económico es uno solo: «Que nos permita seguir existiendo», explica Paco.

Siendo una editorial pequeña, ¿por qué este esfuerzo extra de incluir siempre un disco de audio en los libros de poesía?

O: Algunos libros de emisoras lo han hecho también, pero con grandes. Han recuperado, las grabaciones de Alberti, o de José Hierro. Y han hecho ediciones así, peculiares. Nosotros quisimos reivindicar la condición oral de la poesía.

P: Y además nos hacía gracia, porque pensábamos publicar y publicar en todos los países, pues tener ese registro de voces, de acentos…

O: Es una especie de mapa lingüístico de la poesía latinoamericana. Todavía nos faltan países. Bueno, está Elvio Romero, que es paraguayo.

P: Tenemos varios argentinos…

O: … mexicanos, como Pedro Serrano, Mario Campaña, de Ecuador… Así vamos cumpliéndolo poco a poco. Ahora publicaremos seguido dos chilenos.

¿Como quién?

O: Pues, Bruno Montané, que fue amigo de Bolaño, y es el Felipe Muller de Los detectives salvajes.

P: En su casa fue donde se creó el movimiento infrarrealista.

O: Y el otro es un chileno que vive en Zaragoza, Julio Espinoza. Y luego tendremos la versión española del libro de los infrarrealistas, un poco cambiada, probablemente vaya también con un CD.

Además de lanzarse a editar autores que no son muy conocidos en España, hacen estas producciones que acompañan los libros. Para mantenerse económicamente, ¿qué estrategias siguen?

O: Sí que es verdad que uno no puede suicidarse en cada libro que publica. Entonces nuestros requisitos de publicación son un poco que el libro te guste mucho, primero, y luego vemos qué camino (porque cada libro, cada autor es muy distinto) va a tener este libro para que no entre en el olvido, para que se pueda defender, por lo menos para que podamos cubrir los gastos de edición. Y eso creo que lo hemos ido consiguiendo.

P: Evidente, tenemos consejeros, gente que nos recomienda, nos aconseja, nos pasa manuscritos.

O: Gente que son casi nuestros propios autores, Candaya un poco se retroalimenta. Y algo que nos dio mucha confianza en el camino es el hecho de haber gestionado un éxito. Nocilla Dream, de Agustín Fernández Mallo, se convirtió en un éxito editorial, tuvo siete ediciones, 35.000 ejemplares en poco tiempo… y eso lo supimos gestionar. Toda una nueva generación tenía como referente Nocilla Dream.

¿Cómo es su proceso de edición?

O: Depende del autor, claro. Nosotros hemos publicado a escritores que son clásicos en sus países. Ednodio Quintero es un clásico en Venezuela; Victoria de Stefano es la Virginia Woolf venezolana; Sergio Chejfec es un autor fundamental de la literatura latinoamericana. A estos escritores no les tocas una coma, no. Con Chejfec nos cuesta mucho trabajar las contraportadas. Siempre partimos la contra de una propuesta del escritor y nosotros la rehacemos, y a Chejfec se la cambiamos siempre casi entera. Siempre le decimos: «A ver, Sergio, está bien que seas difícil cuando escribes pero al menos la contra que se entienda». Pero sus libros están impecables.

P: Impecables, igual que los de Eduardo Ruiz Sosa, el de Anatomía de la memoria, que es un libro impresionante, una obra maestra, realmente es un libro total. No le tuvimos que tocar nada.

¿Y a quién sí?

O: Por ejemplo, ahora vamos a publicar una novela de un autor español (que acaba de sacar un libro de ensayos que se llama De las redes), Juan Soto Ivars, y (esto él lo ha dicho) cuando vimos su novela, la primera parte no acabó de funcionar. Él es un escritor muy importante ahora, con una humildad y con una receptividad muy grande, y rehízo la primera parte, y nos dijo: «Es que yo lo sabía… esta novela ha tenido ni sé cuántas versiones y esta primera parte no ha acabado de funcionar. Me habéis dicho las cosas que ya había pensado». Y luego también con los escritores jóvenes ha habido un trabajo página a página, y eso pasa cuando publicas una primera novela. Hay gente como Eduardo Ruiz Sosa que hizo una primera novela pero, pues, que él está en otra la galaxia; la de Mónica Ojeda era la segunda, pero son autores que están en otra galaxia. Pero muchas veces cuando es la primera novela le ves imperfecciones, pero te das cuenta de que ahí…

P: … hay un escritor.

O: Y que vale la pena que madure. Pero te das cuenda de que la manera de madurar es publicar. Uno necesita publicar, que le lean, que le critiquen, que le comenten. Entonces sí que a veces en las primeras novelas ha habido un trabajo bastante…

[Olga se detiene a pensar un poco en cómo terminar de explicarlo, mientras Paco cuenta off the record sobre escritores que han sido más difíciles de editar]

… Algo que pasa mucho en las primeras novelas es que parece que uno tiene la necesidad de ponerlo todo. Quieres escribir tu gran novela, entonces la haces muy excesiva y, bueno, como decía Cortázar, corregir siempre es recortar.

¿Y qué autores son los que los tienen más contentos?

P: Uno de los autores con el que más contentos estamos es Miguel Serrano Larraz, que ha publicado tres libros en Candaya. Él saco una novela que se llama Autopsia, que estuvo escribiendo seis años, y esa es una de las más importantes que se han publicado en España en los últimos tiempos.

¿Y cómo lo miden?

P: Por la repercusión en la prensa…

O: Miguel fue Premio Estado Crítico. Pero además, es una autopsia personal de él, es cogerse el bisturí, de alguna manera juega con la autodisección: el personaje se llama Miguel Serrano, hay muchas cosas inventadas y ficticias, pero sí que hace una análisis muy detallado, sobre todo de cómo se forma un escritor, de cómo es querer ser escritor en una ciudad pequeña cuando eres muy distinto a tu entorno. Es una novela sobre la violencia, sobre la culpa y sobre esa época (él acaba de cumplir 40 años) de la transición entre el mundo digital y el analógico en que todavía su infancia estaba marcada por las leyendas orales.

Miguel es de los autores con más proyección de las últimas generaciones. Es muy humilde, pero a nosotros nos llegó por Villoro, que es muy amigo nuestro, y a Villoro le había llegado por Bolaño. Él tiene correos de Bolaño que le dice: «Tú escribirás mejor que yo». Miguel nunca los ha querido utilizar porque es la persona más discreta y más humilde que existe.

P: En general, estamos en un momento en que los libros que publicamos, de entrada, la prensa, los críticos, ya se los miran.