Olga Gutiérrez, la argentina que cambió el tango por el pasillo

EL 11 DE ABRIL LA matriz de la CASA DE LA CULTURA le harÁ UN HOMENAJE A LA CANTANTE

Olga Gutiérrez llegó a Ecuador en la década del 60, antes del ‘boom petrolero’, cuando la música en la calle y la industria radiofónica en desarrollo era común. Era una época de suerte o tripa para quien se dedicaba a la música.

Un certificado de 1965, firmado por el V Departamento del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas y Radio Nacional del Ecuador, recomendaba a las juventudes ecuatorianas que oyeran a Olga Gutiérrez, porque “a pesar de no ser ecuatoriana, se dedicó a cultivar la canción vernácula”. Treinta años antes, Carlos Gardel había intentado incursionar en el pasillo, pero no le había ido muy bien.

Olga Mafalda Iraolagoitia Gutiérrez se dedicó al canto porque le gustaba y decidió profesionalizarse. Nacida en Quimilí, provincia argentina envuelta en problemas territoriales. Su voz la llevó a recorrer América Latina y sin importarle que le habían contado que en Ecuador  pagaban poco, se quedó viviendo en el país que -dice- la enamoró.

Todo a pesar de que su primera visita fue en un carnaval en que sufrió los globazos y espumazos respectivos. Sentía que estaba en un país de jíbaros. Luego lo recorrió de cabo a rabo y se enamoró de la gente. Ese fue el inicio de su historia con el pasillo y las querencias de un público que la conoce como “La Olguita”.

Olga Gutiérrez llegó  a Ecuador por primera vez en 1962, para cantarle al duque de Edimburgo.A Ecuador llegó en 1962, invitada por el Hotel Intercontinental de Quito, para cantarle al duque de Edimburgo, el esposo de la reina Isabel II. En esa ocasión, sus acompañantes en la guitarra fueron Los Latinos del Andes, trío conformado por Eduardo Erazo, Homero  Hidrobo y Héctor Jaramillo. Luego de ese concierto se contactaron para cantar juntos y por poco tiempo fueron el cuarteto Los Brillantes, pues luego de la salida de Erazo, se convirtieron en el trío Los Brillantes, y como diría hoy Olguita, si se le pregunta la historia, “eso lo sabe todo el mundo”.

Pero la historia de Los Brillantes no reposa más que fragmentos de contados libros, artículos de prensa, blogs de aficionados y en la gente que los vio cantar en el canal que hoy es RTS o en algún escenario cercano en el que se le hacía honores al pasillo con el estilo de Olguita.

Los Brillantes llegó a ser de los mejores tríos del país, según el requintista Naldo Campos, quien integró la última etapa de ese conjunto en reemplazo de Homero Hidrobo.

“No me arrepiento. Me gusta la música ecuatoriana, la voy a cantar hasta el día     que me muera”.Para Campos, la importancia de Los Brillantes en la música de las décadas del 60 y 70 en Ecuador era vital, considerando que desde su formación, Hidrobo trabajaba en las composiciones de lo que interpretarían, dándole un nuevo nivel musical, más que nada en el pasillo. No en vano, recorrieron juntos algunos países del continente. Hasta llegaron a formar parte de la banda sonora de una película mexicana. “Los Brillantes fue considerado uno de los tres mejores tríos de Hollywood, pues ahí se ganaron la Palma de Oro. Estuvieron juntos 6 o 7 años, y en el 72 llegué yo”, dice Kiko González, exesposo de Olga Gutiérrez, su compañero musical, el hombre con el que vive y quien la cuida con una amiga cercana.

Kiko González confiesa no haber sido un seguidor asiduo de Los Brillantes. Cuando Olguita llegó al país, él jugaba como futbolista profesional en Bahía de Caráquez. Y en uno de esos partidos escuchó  cantar a quien  10 años más tarde sería su esposa. “Me encantaba y cuando la escuché pensaba: Qué estilo el de esa señora”. En una reunión entre artistas pudo acercarse a ella. Se fueron conociendo y Olguita dejó Los Brillantes para cantar con Kiko.

-Qué es lo que te une con el señor (Héctor) Jaramillo?- le preguntó Kiko cuando empezaron a conocerse
-Nos une lo artístico- dijo Olga.

“Y efectivamente, porque él se casó a los tres meses de que yo me casara con Olga, no hubo ninguna deslealtad como cree la gente. Fue un celo artístico. Olga se fue conmigo, me prefirió a mí”, cuenta Kiko.

Se casaron en 1972 y pese a que se divorciaron hace 28 años, llevan 42 juntos. Nunca se separaron por motivos artísticos. Grabaron varios discos como dúo, que son parte del patrimonio de la casa en la que viven, junto a tantas condecoraciones que Olguita ha recibido en estos años, incluso la nacionalidad ecuatoriana, que solicitó por consejo de su amiga, la cantante Silvana Ibarra, de que le pidiera a “su primo”, el entonces presidente Lucio Gutiérrez, -nada más  por coincidencia homónima- la nacionalización.

Pero hoy, desde el olvido de mucha gente que la acompañó en el escenario, cree que todos esos premios, recibidos antes de que la diabetes -diagnosticada hace 10 años- la mantuviera acostada por la amputación de su pierna derecha, “son una mentira. Todo eso que me dieron está metido en un cajón, no me importa, porque si eso hubiera sido realidad se vería ahora en la presencia de la gente. Y no he visto nada. Más bien gentecita humilde que yo ni conozco me trae una frutita o cualquier detalle”.

Desde que llegó al país aprendió a cantar todo tipo de música local, “y la hice mía como si yo la hubiera creado, porque es hermosa. Yo no sé cómo a los ecuatorianos no les gusta, si yo que nací en otro lado me enamoré de su música, no comprendo cómo ellos no la quieren”.

Esa música de la que Olguita se apropió fue también su fuente de trabajo. Conformado el dúo con Kiko González, recorrieron algunos países del exterior y compraron varias propiedades, pero las vendieron a principios de la década del  90 antes de irse a  Estados Unidos. Cuando Olguita regresó al país, en 2000, no tenía nada, pero siguió cantando y vivió de eso hasta hace 3 años.

Su hermano menor, el último familiar que tenía, murió hace 5 años en Argentina. Eso la entristeció y le causó un decaimiento en su enfermedad. “Todavía a veces me dice: Yo me quedé aquí teniendo la oportunidad de irme a otras partes y se quedó acá por la música que la conmovía”, cuenta Kiko.

Pero Olga Gutiérrez no es del tipo de personas que se arrepiente de las decisiones tomadas. “Cuando yo tomo una decisión es porque es la que siente mi corazón, mi alma de mujer y de artista. Eso no lo va a cambiar nadie. Me gusta la música ecuatoriana y la voy a cantar hasta el día que me muera”.

Para Kiko, la vida del artista es así. “Si no vea el caso de Julio Jaramillo. Él murió haciéndole a la colecta, como mueren los grandes, es una filosofía que tiene el artista de no saber guardar. El caso de Olga es diferente, ella ha producido mucho, hemos tenido muchas propiedades, pero nos deshicimos de estas por la música. Y ahora, en el día a día se gasta. Olga vivía del canto, si no se canta no se tiene”.

Kiko recibe una jubilación del tiempo que trabajó en Estados Unidos, y dice sentirse feliz “de no tener nada. Me siento mal cuando no hay lo suficiente para ayudar a Olga”.

Olguita Gutiérrez se siente enferma, y a pesar de que conserva su voz y le canta a los periodistas y amigos  que la frecuentan -si se lo piden-, dice que le falta fuerza. Ya a sus 85 años no sabe si lo que quiere es volver al escenario. Dice no tener muchas ganas. Prefiere descansar.

Sin embargo, quienes en algún momento la conocieron y la admiraron han vuelto al escenario a cantar por ella. Silvana Ibarra, Lilian Hernández, Darío García y el mismo Kiko González lo hicieron hace poco en un concierto benéfico en Guayaquil.

Este 11 de abril está previsto otro concierto en el Teatro Nacional de la Casa de la Cultura de Quito. El homenaje tiene el mismo fin, pero esta vez cantarán Los Reales, Los Hermanos Miño Naranjo, Segundo Bautista, Los Indianos, Israel Brito, Trío Colonial y Teresita Andrade.

Desde el Ministerio de Cultura se gestionó una ayuda para la cantante en marzo. Ello incluía una asesoría médica, que tras la respectiva evaluación determinó entre las primeras prioridades un colchón antiácaros y una enfermera personal. Pero Olguita lo rechazó. Dijo sentirse cómoda con el colchón que tiene y que no necesita  ninguna persona que la cuide. Sí tiene quien lo haga.

Si algo tuviera que recomendarle a las autoridades del país Kiko González sobre lo que necesita Olguita es que su música sea escuchada. Nada más que eso.

La mujer rubia, con una voz y un estilo único para interpretar el pasillo, a pesar de ser argentina y no haber dejado el acento, llegó a  Ecuador y dejó de lado su música por no tener quién la acompañara a cantarla.

Siempre se caracterizó por ser fuerte y decir las cosas que pensaba con crudeza y hoy, asegura desde el reposo, no espera nada como homenaje, porque “yo canté porque me gustaba cantar, porque esa era mi meta, pero no canté para que nadie me lo venga a agradecer”.