La semana pasada, hablé sobre la falta de respeto y de solidaridad que manifestaron en las redes sociales algunas personas desubicadas respecto de nuestros hermanos manabitas. Resalté también la dignidad y la inteligencia con que muchos de los afectados respondieron a los insultos. Sin embargo, en la semana posterior a las elecciones, ocurrió una respuesta que, me parece, es igual de vergonzosa, cruel y poco solidaria: algunas personas, en nombre de los manabitas, llegaron a la sede de un partido político a lanzar atunes, ropa vieja, colchones, y a insultar. Eso no es responder con dignidad ni con sensibilidad ni con inteligencia, es contestar con el mismo veneno, enviar de vuelta las mismas mezquindades, demostrar que la tragedia no ha dejado ninguna enseñanza.
Independientemente de las inclinaciones políticas que se tenga y de las verdaderas intenciones que lleven a ‘dedicar’ insultos y groserías a los otros, debemos recordar que somos ciudadanos de un país, que somos hermanos, que las cosas buenas que nos unen van más allá (o deben ir) de los intereses mezquinos que nos quieren imponer. Es una pena que, como ecuatorianos, hayamos llegado a tal pobreza de discurso, que campeen la confrontación y el odio. No podemos, lamentablemente, pedir mucho de la ‘gente de a pie’, si quienes nos gobiernan y pugnan por gobernarnos tienen ese mismo nivel de discurso. Durante la campaña electoral se escucharon muy pocas propuestas; los insultos y el maniqueísmo fueron los protagonistas. Y, ahora, que debemos elegir entre dos opciones, seguimos sin oír propuestas que superen la confrontación y la demagogia. Las falacias se adueñan del discurso y son escasos los argumentos válidos.
Creo que lo que pasó en el intercambio de veneno de quienes insultaron a los manabitas y quienes devolvieron los insultos es solo el reflejo de lo que pasa a un nivel ‘macro’. Es el reflejo de lo que vemos y oímos todos los días. Es cierto que quienes protagonizaron estos hechos vergonzosos de lado y lado no nos representan a todos, tal vez solo se trata de gente ignorante que responde a otros intereses, pero corremos el peligro de caer en el juego. Si el insulto, la falta de propuestas y la confrontación consuetudinaria son la constante, corremos el riesgo de convertirnos en nuestra peor versión. Porque los discursos de los que están ‘arriba’ tienden a repetirse hasta que llegan a darse como ciertos. No podemos permitir que nos insulten, que nos echen en cara lo que hacen por nosotros o que tiren porquerías a nuestros patios, porque, al fin y al cabo, de manera metafórica, eso es lo que está sucediendo. Si la confrontación se adueña del discurso de campaña, quienes perdemos somos todos los ecuatorianos. Exijamos propuestas, diálogos, que nos permitan comparar los programas de gobierno. No permitamos que insulten nuestra inteligencia con un discurso maniqueo y demagógico. De lo contrario, solo tendremos lo que nos merezcamos.