Murriagui guardó la esencia de los tzántzicos

Alfonso Murriagui Valverde falleció el pasado martes, a los 86 años. Entre los poetas que lo acompañaron en la fundación del grupo Tzántzico, él destacaba por ser el mayor y uno de los más irreverentes.

«Desde aquellos ya legendarios sesenta, Alfonso Murriagui Valverde perseveró en la esencial propuesta del movimiento Tzántzico: construir una poética, no solamente ‘una poesía’, en el corazón de la vida misma. Asumió su compromiso de creador militante con el cambio; la calle, la plaza, el barrio, el fragor del gentío, fueron sus motivos gestores», dijo Diego Velasco Andrade, a propósito de una selección poética de Murriagui publicada por la editorial Pedro Jorge Vera.

Cuando cumplió 33 años, el poeta publicó el primer libro del colectivo bajo el título 33 Abajo (Editorial Universitaria, 1965), recuerda el escritor Guido Díaz, quien lo conoció en las lides literarias más que en la docencia que ejercería posteriormente el periodista. «Su poesía era contestataria, surrealista por su creatividad y el uso de metáforas no habituales, enmarcadas en el pensamiento de izquierda», describe Díaz.

Solo el paso de los años hizo que Murriagui tuviera menos presencia en los círculos literarios del país. El escritor ejerció la docencia en la Universidad Central durante un cuarto de siglo e incursionó en la dramaturgia y la narrativa.

«Murriagui, junto con Rafael Larrea, fueron de los poetas más aguerridos en términos políticos», dice —al teléfono— Abdón Ubidia. «En términos literarios, Alfonso era experimental, vanguardista y parricida… Algo que llevó al extremo junto a Larrea».

Hace 4 años, un grupo de talleristas-escritores de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión relizaron un homenaje a Alfonso Murriagui con música y un recital. La militancia e innovación del poeta tenían, según Ubidia, al argentino Julio Cortázar como referencia, «matriz común».

De sus obras destacan Pampa de Oro (relatos, Editorial Universitaria), La vida y otros paisajes (poesía, Segundo Premio en los Juegos Florales de Ambato), Con las mismas palabras (poesía, Colección Pachacamac), y Entre las nubes y el asfalto (poesía, Ediciones Opción).

Los nadahístas (Colombia), los mufados (Argentina) y los tzántzicos (Ecuador) publicaron en revistas como Pucuna, El corno emplumado, la venezolana El techo de la ballena o la argentina El escarabajo de oro. La pléyade que se paseaba por esas páginas es reconocida por sus rupturas. Y allí estaba Murriagui, quien escribió versos como: «El alcatraz/ lima con su radar/ la piel/ del agua…».

Obtuvo premios como el segundo lugar en los Juegos Florales de Ambato en 1987; tercer premio en el III Concurso Universitario de Poesía y Cuento, 1991; ganador del V Concurso de Poesía Asociación de Empleados de la Universidad Central, 1993; y dos veces el segundo lugar en el Premio Universitario en el Área Artística y Literaria en los años 1995 y 1998, respectivamente.