Para iniciar este texto es imprescindible pensar que la tarea sobre investigación de arte ecuatoriano es siempre urgente. Dicha investigación requiere de un corte más amplio en su disección y de mayor coherencia con el campo de conocimiento del que proviene.
Para investigar arte, se debe hablar de arte y no solo de áreas comunes con las ciencias sociales. En el contexto ecuatoriano, se requiere hacerlo a profundidad, pues existen varios casos de obras y de artistas que se han visto invisibilizados en el recorrido histórico. Para rescatarlos es preciso mirarlos desde el presente, provocando un movimiento inclusivo. No solo hay que trabajar en lo emergente, sino en el antecedente; indagar en un espectro más amplio que permita entender los sucesos que nos configuran. Se requiere, entonces, traer a la actualidad aquellas producciones de arte que se han mimetizado con el olvido.
Se pueden reconocer importantes resultados en proyectos de investigación y gestión free lance. El alto nivel de injerencia de este ejercicio profesional puede ser traducido en un proceso académico.
En esta pesquisa sobre la obra de Mauricio Bueno (que derivó en la donación de su pieza Quito, Luz de América –1976– al Museo Salomon R. Guggenheim) se ha trabajado desde distintos ejes, como que la obra a investigar se encuentre en perfecto estado y que cuente con la inscripción de los derechos de autor, para que cualquier cita a esta sea debidamente requerida, así como todos los procesos legales.
La obra es en sí el objeto a escrutar y, a partir de ella, se percibe la producción de arte de un país. La obra de Bueno deja ver el pensamiento creativo y crítico de Ecuador en la década de los 70 del siglo anterior y sigue vigente estéticamente. Este factor de trascendencia temporal es determinante. Si bien parte de la obra y de la figura de Mauricio Bueno ha sido revisada en los últimos años, esta nueva investigación pretende ir más allá y entender su obra en relación con su entorno, tanto el académico, el de su país y el de su vida.
Su producción posee una fuerte influencia de la escuela americana de la Bauhaus, sumada a la perspectiva del artista, en la que su memoria visual le ha proveído de un capital simbólico que se ha traducido poéticamente en su obra.
Quito, Luz de América
Esta pieza fue elaborada en 1976. El artista la hizo apoyado en su memoria visual. Bueno indaga en la sensación permanente de verse rodeado por el paisaje andino y lo proyecta como un lugar que él habita en su mente, pero ya no, como la representación bucólica muchas veces reproducida en la historia del arte quiteño.
Esta obra fue concebida desde la perspectiva concreta del paisaje y sintetiza el concepto popular y simbólico de Quito como Luz de América, este epíteto que lleva la ciudad tras conseguir su independencia de la corona española y que fue la primera ciudad en hacerlo en América del Sur.
Dicho epíteto es para Quito parte de su patrimonio histórico. Con el tiempo, este título se trasladó a un espacio lejano, ambiguo, pero siempre dentro de la categoría meritoria, de la cual se siente orgullosa su población y que, a pesar del tiempo, no se ha diluido en la memoria colectiva.
Desde ese ángulo distante y metafórico parte el artista para apropiarse de la escena que narra dicho título. Desde su mirada estética transforma aquel símil de luz, aquel referente histórico, en un objeto transmisor de energía y que, conceptualmente, nos conduce a un espacio del campo ampliado del paisaje; un paisaje que sintetiza la geografía de la ciudad andina y lo hace en un gesto estético concreto, donde las figuras implicadas llevan consigo diversas intenciones. Así, por ejemplo, el círculo que engloba la obra bien puede ser el enfoque del que mira, pero, también, puede referirse al meridiano que nos atraviesa.
Dicho epíteto es un epígrafe que nos marca y nos condiciona. Ser ‘la luz’ deriva en varias sensaciones. La obra destaca una cita que puede contener, en sí misma, su contradicción. La luz de un neón, en esta pieza, enfatiza el adjetivo y pone en conflicto la imagen y el texto.
En la obra se percibe una tensión que apoya y contradice el significante de la frase. La construcción de la pieza provoca varias situaciones, es un high light de un capitulo histórico, y puede ser también su ironía, su contraparte.
La capacidad estética y conceptual de la pieza posibilita una atmósfera intimista; recrea un clima y un tiempo que despierta la nostalgia de aquel paisaje quiteño dentro de la memoria de la retícula. Es una síntesis estética que se ejecuta con la agudeza del creador, propia del arte, que es capaz de concentrar varias fuerzas en un objeto estético.
Quito, Luz de América manifiesta una nueva categoría del paisaje en su campo ampliado, conduciéndonos a la memoria histórica desde la acción de síntesis, lejana a cualquier representación barroca previa. Lo que sucede es común a las acciones de Bueno dentro de su inquieta mirada. Esta obra es una propuesta visual, poética, una pieza solvente y universal.
Por estas razones, hoy se encuentra dentro de una de las colecciones más importantes de América y del mundo, como es la Colección del Museo Guggenheim, situación que ocupa, por lo que representa como obra y por lo que significa el aporte de Bueno como creador a su contexto. Desde ahora en adelante su representación generará una nueva ubicación. Al estar dentro del circuito internacional de colecciones lo convierte en tema de investigación.
Es un justo reconocimiento a su trayectoria, que hoy le hace justicia a su trabajo, a esa mirada de artista de avanzada, a su producción proveniente de arte y tecnología, a su propuesta conceptual acompañada del manejo de los nuevos medios. La obra de Bueno se anticipó y abrió el camino a lo que sería el arte contemporáneo en Ecuador, hoy es un momento de celebrar y de seguir aspirando a la proyección internacional del arte ecuatoriano, reconocido en su conjunto y en el poder estético de su eficacia.