José Miguel Cabrera Kozisek| Director de Uartes Ediciones
Diez años tomó construir el Gran Colisionador de Hadrones (el acelerador de partículas más grande del mundo). Una vez puesto en funcionamiento, tuvo que detenerse el experimento con el que un grupo de científicos intentaba detectar el bosón de Higgs.
Una paloma había dejado caer una miga de pan sobre un ducto de ventilación. Esa fragilidad de las grandes gestas de la humanidad es común encontrársela en la obra de la artista quiteña Manuela Ribadeneira. “Partícula de Dios” (2006) es una escultura en bronce de una miga de pan magnificada. “Me interesa aquello pequeño que afecta a lo grande”, le decía Ribadeneira al crítico de arte guayaquileño Rodolfo Kronfle Chambers.
“Es algo que sucede en todo: en la vida personal o en la política, siempre hay una miga de pan que hace que el experimento falle, al menos temporalmente… Las cosas se dan cuando deben darse”.
Esta obra se exhibe en el Centro de Arte Contemporáneo de Quito (CAC), en la muestra Objetos de duda y de certeza, una exposición antológica que recoge 40 trabajos de Ribadeneira, elaborados desde la década de los 90, hasta hoy.
La muestra se divide en cuatro salas llamadas Hago mío este territorio, Sobre la dirección en la que sopla el viento, El arte de navegar y la que le da el título general Objetos de duda y de certeza.
Con mordacidad, escepticismo y un hábil uso del lenguaje, la artista se sumerge en el terreno de la política, la identidad y el sentido de pertenencia, tejiendo hilos que explican con hechos históricos procesos actuales.
Hago mío este territorio (2007), además de nombrar la primera sala, es una de las obras más poéticas de Ribadeneira: un cuchillo de 24 cm clavado en la pared que refleja esa misma frase, grabada en su hoja. En esta parte, los territorios son una constante.
“El requerimiento” (2007) emula en audio le lectura con la que los españoles le explicaban a los nativos americanos que tomarían sus tierras por un mandato divino. “Tiwintza mon amour” (2005) es una plataforma rectangular que imita a la selva amazónica. Se trata de 1 m². que representa, en una escala de 1:1000, al km² de Tiwintza que conservó Ecuador luego del tratado de paz con Perú. Las pequeñas ruedas bajo la plataforma la hacen un objeto móvil, una realidad que se desplaza, como el Ecuador triangular que se mostraba en las escuelas del país, décadas después de que Velasco Ibarra decidiera que el protocolo de Río de Janeiro era inejecutable.
En Colombia, Ribadeneira se había encontrado con un mapa que formaba el trapezoide que por fin hoy hemos aceptado. Esta obra es una de las más conocidas y potentes de la artista, siempre en tránsito por las fallas ya no geográficas sino discursivas.
“Aquí se hace lo que digo yo” (2008) reproduce un dicho escrito en piedra, que funciona en dos niveles: es una alusión a los regímenes autoritarios que se presentan como democráticos y dibuja una forma común de llevar las relaciones interpersonales.
Esta pieza abre la segunda sala, Sobre la dirección en la que sopla el viento, una recopilación de trabajos en los que Ribadeneira se pone satírica y desarticula frases que inician y terminan ciclos políticos.
En esta sección, la artista cita el período posterior a la Revolución francesa, conocido como el Terror. Entre obras como “Para perder la cabeza, by Danton” (2009) y “El ensayo” (2009), aparece “Cortes y recortes” (2009), un espejo que enfrenta al visitante a la imagen de su cabeza tras pasar por la guillotina.
Con una mirada crítica al período correísta, que apenas empezaba cuando desarrolló estas obras, Ribadeneira ensaya cómo las revoluciones terminan pareciéndose más a un juego de cambio de poderes que a una reforma del sistema.
Aquí se hallan propuestas como “La culpa es tuya” (2018), tres dedos esculpidos en bronce que se apuntan entre sí; la potente “Sobre la dirección en la que sopla el viento” (2009), conjunto de plumas colocadas sobre veletas que se mueven con la más ligera corriente, aludiendo a los cambios de los discursos políticas. Pero también está la brutal “El mundo está patas arriba” (2016), una tortuga galápagos de bronce colocada boca arriba, “un potente símbolo sobre la violencia y el castigo”, dice Kronfle en el catálogo de la muestra.
En épocas de viajeros y piratas que no terminaban de descubrir el archipiélago, era normal llevarse a las tortugas en los barcos para tenerlas como fuente de alimento, pues resisten largos períodos sin comer ni beber. Para evitar que se movieran, eran colocadas patas arriba.
La tercera sala, El arte de navegar, entra en un plano de crisis y cuestionamiento de la identidad. “Ciudad colapsable” (2019) es un mapa de las calles de Quito formado con un compuesto de aluminio llamado Alubond, que se instala en el tumbado y que se asemeja a otros tipos de tramas como tejidos corporales o redes neuronales.
Las conexiones entre todas las partes son centrales aquí, como lo fueron hace dos décadas, cuando Ribadeneira aprendió a tejer en crochet para representar riñones, hígados, pulmones, entre otros, para “Órganos internos” (2000). La técnica, heredada de su abuela, ensaya sobre la naturaleza casi orgánica de la transmisión de saberes.
En los dibujos “Volcanes” (2018), Ribadeneira hace un símil entre la naturaleza y la esfera política, ambas potencialmente destructivas. Los dibujos topográficos de “Temblores armónicos IV: A menudo una advertencia” (2018) y las notas musicales de vidrio de “Partitura para treinta segundos de silencio” (2018) ensayan sobre la enorme cantidad de información que tenemos en frente, pero a la que no siempre le prestamos la debida atención.
“Being Born in a Stable Does Not Make You a Horse” (Nacer en un establo no te hace un caballo, 2008), es una de las obras más poéticas de la sección. Cita a un noble nacido en Irlanda que peleó en el ejército inglés contra la gente de su tierra. Cuestiona la noción de la nacionalidad a través de dos esculturas de caballos que en lugar de cabezas tienen espejos.
Objetos de duda y de certeza, recoge trabajos más recientes, como “El cambio está a la vuelta de la esquina” (2019), un remake más ambicioso de la bellísima “Change is Around the Corner” (2009). Ahora, en lugar de los 15 paneles de 11 x 11 cm, la artista coloca 15 espejos de 120 x 220 cm que forman un laberinto en el que el espectador se refleja a sí mismo.
Con frases potentes, guiños históricos y un alto componente geográfico, Ribadeneira configura un plano físico de palabras, hechos y lugares que ponen en juego un plano intangible de cuestiones emocionales, políticas y de identidad. CP