Los viajes de Michaux

Este es el prefacio del libro Michaux y su Journal de voyage: Hacia Ecuadores y Allende de Humberto E. Robles.

Michaux y su Journal de voyage

HACIA ECUADORES Y ALLENDE

Presencias, rastros y contrapuntos

(con varios rescates y anexos)

Barcelona: Paso de Barca, 2016

PREFACIO

Cada relectura de Ecuador. Journal de voyage de Henri Michaux (Namur, 1899–París, 1984) ha sido una nueva aventura, una nueva referencia para mí. Lo que en un comienzo me causó admiración se fue convirtiendo en un verdadero breviario, en un libro que ampliaba mis horizontes y que me enseñaba a pensar y a leer mejor. Me instruía con su perspicaz carisma, inteligencia e imaginación. De un mero objeto de máximo interés crítico se convirtió en un cómplice. Ha ido conmigo a todas partes: en recorridos, en conversaciones y en esos retraídos intervalos cuando encontramos nuevas empatías y nuevas maneras de mirar y apreciar, intervalos en que de repente uno advierte la procedencia ejemplar de ese caudal intelectual e imaginativo que estampa e inquieta nuestras ideas. Fiel y elocuente compañero ha sido ese libro: cual una entelequia me ha guiado, profético me ha invitado a proseguir. Así, una y otra vez he confirmado cuán extraordinaria y sugestiva es la imaginación de Michaux. Tanto, en efecto, que cada nuevo acercamiento ha tenido la propiedad y capacidad de modificar y recomponer el barullo de mi manera de ver y de entender. Poco a poco fui reconociendo que detrás de las varias etapas que constituyen la relación de ese viaje hay todo un compendio, un sentido del mundo que las sostiene y que les confiere un singular arresto.

Mis glosas a ese manual, a ese cuaderno de ruta, es lo que tiene en manos el lector. A lo mejor no he cumplido con mi cometido, con lograr hacerle llegar el alcance de la capacidad inventiva de Michaux. Habrá desacuerdos. Mi fin no es otro que iluminar el texto del escritor belga-francés teniendo en cuenta su representación del mundo, su original manera de interpretarlo, su permanente y fallida búsqueda de algo único dentro y más allá de sí.*

Resulta que fue una búsqueda lo que me acercó a Michaux hacia 1966. Recuerdo que por entonces me hallaba ya ocupado en la investigación de lo que sería mi tesis doctoral sobre la obra de José de la Cuadra (1903-1941). Me intrigaba «La teoría del matapalo», el introito que anuncia el engranaje simbólico en que se apoya el mundo mítico de Los Sangurimas (1934), la «novela montuvia» del autor guayaquileño. Tenía curiosidad por saber quiénes más se habían fijado en ese colosal árbol que yo de joven había visto en la maleza de la Costa ecuatoriana de mis orígenes. Recordé que José Eustasio Rivera, en la tercera parte de La vorágine (1924), hacía una referencia al «rastrero pulpo de las florestas». Deduje así que De la Cuadra no era ni el primero ni el único en proyectar una imagen del descomunal árbol rostral. Imagino ahora que proseguí a indagar lo que había sobre Ecuador en el fichero de la biblioteca de la universidad, y que entre los tantos volúmenes di por casualidad con Ecuador. Journal de voyage. Ese pequeño libro hincó mi curiosidad. No salí defraudado. Tropecé allí con una entrada del 2 de marzo del 1928 que hablaba del «gran rey», del «matapalo». Aunque hice referencia a ese pasaje en mi tesis, e incluso lo reproduje, no se me ocurrió entonces reflexionar a fondo sobre las consecuencias de ese hallazgo, sobre las sugerencias y asociaciones que planteaba.

Lo que sí archivé en la memoria, pensando quizás en futuras indagaciones, fue que el monstruoso árbol que presentaba Michaux no solo me hacía mirarlo de otro modo, sino que me decía que De la Cuadra, a su vez, lo veía de otra manera y que algún otro, siglos antes incluso, v. gr. Charles-Marie de La Condamine, lo había observado según sus circunstancias, ánimo, intereses y perspectiva coincidentes con su época. Los razonamientos que derivé de esa trayectoria mía habrían de afectar mi más reciente lectura de Michaux y mi manera de acercarme a su EJV, de pretender organizar y presentar mi lectura de ese libro de índole híbrida, tan difícil de encasillar.

No puedo responder por toda la obra de Michaux porque no soy ni pretendo ser un experto en ella. La he recorrido y la he visitado, nada más. Por ende, mi intención no encaja en ver EJV como un libro que contiene en ciernes futuras preocupaciones o tendencias en la producción de su autor. Hay opiniones que sugieren que en la obra de un creador, más que las inquietudes fundamentales, lo que varía son las diversas maneras y herramientas con las que se acerca a la memoria de esas inquietudes, algo así como si un escritor –o crítico– reescribiera o reorganizara el pasado, lo puliera y lo matizara con imágenes y fragmentos impuestos por enfoques que arrancan de nuevas experiencias y circunstancias. La validez de esa proposición persuade, pero ese rastreo está más allá de mi alcance.**

Lo que sí puedo hacer es preguntarme qué plan de lectura debo seguir en esta indagación; cómo presentar, por muy incoherente y desparramada que parezca, la visión de conjunto que reconocemos en el montaje de géneros, de tiempos y espacios, de ratos y retazos, algunos con fechas espurias o sin ellas, que representa EJV. Visión que se columpia y se apoya en torno a una raya imaginaria, divisoria, metafórica, cuyo deseo de alcanzarla, de traspasarla y compactarla acosa a Michaux, afecta su mirada, y repercute en toda la selección y configuración de imágenes que se divisan a lo largo del periplo. El diario es un vaivén donde lo geográfico repercute en la introspección, y viceversa.

De ese diario interesa rezumar también la silueta espiritual del autor, el cómo y el porqué de su viaje, su amistad y coincidencia en París con Alfredo Gangotena, y la invitación de este a visitar Ecuador; interesa, en fin, configurar un perfil de su espíritu tímido e inquieto, de sus ideas y figura, perfil que, como consecuencia, enriquezca nuestro horizonte de lectura del texto. A la postre, me importa hacer rebotar esa visión, esa amistad y esa silueta dentro de la circunstancia ecuatoriana y de Occidente, proponiendo para ese cometido algún fortuito encuentro, confluencia, «recuerdos del porvenir», en que intervienen Michaux y Jorge Icaza –podríamos también haberlo hecho con Pablo Palacio y José de la Cuadra– y se entrecruzan en una suerte de coloquio generacional en que las perspectivas de la metrópolis y de una presunta periferia resuenan sin tapujos ni caretas, sugieren paradigmas compartidos, indican avenencias reales o imaginadas que remiten a un cosmopolitismo literario avant-la-lettre.

En uno y otro entorno, en Francia y Ecuador, entrevemos al Michaux viajero, inquieto y confuso; divisamos al poeta contemplativo, espiritual, moderno, al transeúnte, al lector, acosado por la falta de medios, por lo mediocre y provinciano, por la soledad, por las iniquidades y abusos sociales, y también por las dislocaciones y estragos que padece en sangre propia el extraño, el expatriado que se columpia entre dos patrias. Es con esas y otras inquietudes y atributos que se pronuncia Michaux en el hipotético contrapunto generacional que hemos imaginado, contrapunto de ideas e intereses, de nuevos sentidos del ser, en el que figuran, por asociación y contigüidad, además de Gangotena, los discursos de Icaza y, tangencialmente, los de Palacio y De la Cuadra.

Escritos varios de cada autor aparecen transcritos en lugares propicios.***

Brickell, agosto, 2016

Notas

* En «L’Avenir de la poésie», (OC I, p. 969), Michaux hace referencia a tres maestros –Baudelaire, Lautréamont y Rimbaud– diciendo que todos ellos legaron a la siguiente generación un nuevo impulso vital, una nueva conciencia. Esas premisas están empotradas en EJV, 78 [p. 61]. Dentro de ese linaje, y como cuestionando toda una tradición, casi al final de Un barbare en Asie, Michaux remacha su apuesta por lo inédito con estas pertinentes palabras: «¿Qué es una civilización. Un atolladero. […] A un pueblo debería darle vergüenza tener historia. / Al europeo tanto como al asiático, naturalmente. / Es en el futuro donde deben ver su historia». Ver Un bárbaro en Asia, traducido en 1941 por Jorge Luis Borges «a partir de la primera edición francesa», 1933. Cristóbal Serra adaptó esa traducción «a partir de la segunda edición revisada y corregida por el autor», 1945. Citamos según la 3.ª ed. Barcelona: Tusquets Editores, versión de 2001, p. 172.

** Hay motivos e incluso nombres que le interesan a Michaux con anterioridad a su presencia en EJV. Tatuajes, vestimenta, pintura-escritura, estrellas, conexiones mentales de imágenes, y también Lautréamont, ya están presentes en escritos publicados entre 1922-1925. Ver OC I, pp. 29-38, 68. Rastrear el retoño de rancios motivos en publicaciones posteriores a EJV también funcionaría. El montaje, el fragmento y señeros estudios sobre la imagen ayudarían a entender, pero no a tocar fondo sobre el particular. Ver los escritos de Aby Warburg y Walter Benjamin.

*** Sugiero que el lector se familiarice con el repertorio del Índice y se entere del lugar donde los varios escritos están ubicados en el libro para así agilizar su búsqueda de enlaces y referencias. De la Parte III han de importar, a unos, los varios pasajes de Icaza que figuran en el «Contrapunto para lectores ecuatorianos»; otros han de tener más interés en el «Repertorio de opiniones y sentencias de Michaux». Caso aparte, cada uno de los anexos cumple una función en el engranaje crítico que planteamos. Ver las descripciones del matapalo que contiene el Anexo I. El Anexo II está dedicado a escritos en su mayor parte inéditos de Gangotena, escritos sueltos casi desconocidos que sirven para redondear su figura, su bilingüismo y su alusiva predisposición religiosa, para destacar más su presencia e importancia, y para, por contigüidad, entender mejor la admiración y conexión que hubo entre él y Michaux. Un criterio afín guía la presencia de los varios escritos reproducidos en el Anexo III. La idea allí es proveer información para de igual forma estimular e inducir intereses y vínculos generacionales. Por último, las ilustraciones también tienen su alusiva razón de ser y aparecen identificadas en el Índice para que el lector tenga fácil acceso a las mismas.