Los micromachismos y la lengua

Micromachismo se refiere a aquellas pequeñas manifestaciones machistas, naturalizadas en nuestra sociedad de tal manera que parecen normales y hasta constitutivas de las relaciones entre hombres y mujeres. Ya se ha hablado mucho de que nuestra sociedad, aun a estas alturas del siglo XXI, sigue siendo patriarcal y machista. Si bien ha habido un auge de los estudios de género y una reivindicación de la lucha femenina, todavía sigue siendo complicado lograr la igualdad en muchos aspectos. Es triste que aun hoy se siga hablando de ‘lucha’, de ‘reivindicación’, cuando esas son deudas que hace rato debieron haber quedado saldadas. La cuestión es que la desigualdad y el machismo, a escala micro o macro, siguen existiendo y siguen manifestándose de las maneras más diversas en nuestras sociedades, en todos los niveles.

Los micromachismos ocurren a diario, más de lo que pensamos, precisamente porque se encuentran naturalizados. Y una de las principales vías a través de las cuales se manifiestan es la lengua. No hablaré aquí de la eterna disputa acerca de si nuestro idioma es machista o no, porque el asunto va más allá de lo gramatical. Tiene que ver, sobre todo, con cómo asociamos las palabras a los referentes. Un micromachismo muy claro es aquel de asociar a lo masculino con ciertas características como la fuerza, la valentía, la inteligencia, y a lo femenino con la debilidad, la cobardía y la ingenuidad. Pese a que existen múltiples campañas para concienciar acerca de estas manifestaciones machistas en la lengua, todavía es evidente en ciertas publicidades, en cierto de tipo de ‘literatura’, en la educación, en el discurso cotidiano. Aún se sigue tachando a mujeres que se ‘atreven’ a cruzar la barrera de lo que habitualmente ha estado relacionado con lo femenino de ‘marimachas’, ‘carishinas’ u ‘hombrunas’. Y también al revés: los varones que muestran características habitualmente ‘restringidas’ a las mujeres suelen ser tachados de ‘maricas’, ‘mujercitas’ o ‘poco hombres’.

Dentro de estos micromachismos que se manifiestan en la lengua, también están aquellos asociados con las tareas, a las capacidades o a ciertos espacios. Suelen, aun hoy, escucharse expresiones como que una buena mujer es una ‘mujer de casa’ o que un hombre es bueno porque ‘ayuda’ en las tareas del hogar. Dentro del campo semántico, se asocia a la mujer con la casa (sobre todo con la cocina), con las tareas ‘puertas adentro’, con el cuidado exclusivo de los hijos, mientras se asocia al varón con la oficina, el exterior, el rol de proveedor. En la publicidad, por ejemplo, es muy normal encontrarse con spots en los cuales la mujer mantiene la casa limpia, olorosa, ordenada, mientras el hombre viene desde afuera, ‘sacado el aire’ para descansar. Este discurso no parte solo de los varones, sino también de muchas mujeres, incluso (y esto es lo más patético) de generaciones jóvenes.

También es un tipo de micromachismo, en el caso de las mujeres, esperar que los varones tengan ciertas ‘consideraciones’ solo por cuestión de género y no por cuestión de educación. La solidaridad y el respeto no son cuestiones de género, son cuestiones de humanidad.

Apuntes de gramática y ortografía

No hay que redundar. En los medios de comunicación ecuatorianos se ha vuelto común la expresión ‘hace unos años atrás’, cuando lo correcto es ‘hace unos años’ o ‘unos años atrás’. Según la Fundéu, algo parecido sucede en Europa, donde, al abordar la oleada de frío, se habla de ‘menos quince grados bajo cero’.