Los cursos de redacción y de ortografía

Cada vez me llama más la atención la cantidad de cursos de redacción y de ortografía que se ofrecen en todas partes y en todas las modalidades. Hay cursos de redacción para todos los gustos: para principiantes, para avanzados, para periodistas, para médicos, para administrativos, de redacción académica, creativa, jurídica, publicitaria, entre otros. Básicamente, todos ofrecen lo mismo: aprender a escribir textos sin errores, y la mayoría cuentan con buena acogida, como si la redacción y la ortografía se hubieran puesto de moda.

Las universidades también incluyen este tipo de cursos en los primeros años de pregrado. Incluso la RAE (Real Academia Española) se ha lanzado este mes con un curso virtual de puntuación (que cuesta ‘solo’ 450 euros, por si les interesa). No hay duda de que escribir bien es una competencia indispensable para sobrevivir en este mundo, en el que no llegamos a ninguna parte si no sabemos comunicarnos correctamente, pero ¿por qué los adultos deben empezar desde cero, desde la ortografía básica? Quizá esto se deba a que algo está fallando en el sistema educativo, en los niveles más básicos.

Si escribimos en el buscador de internet ‘cursos de ortografía’, encontraremos miles de ellos. Si entramos en algunos y miramos los contenidos, casi todos empiezan con ‘acentuación’ y ‘reglas del uso de letras’. Estos son temas básicos que se aprenden, supuestamente, en los niveles de educación general básica, pero siguen siendo parte indispensable de cursos y talleres destinados a adultos y profesionales. Cuando he dado cursos de este tipo, siempre he tenido que comenzar por estos temas porque son los que solicitan los clientes, pues aducen que no saben ni siquiera las reglas básicas.

¿Cómo es posible no conocer las reglas básicas de un idioma que hablamos desde niños? Esta es una pregunta que para mí nunca tendrá respuesta, pero creo que para que exista alguna solución debemos revisar cómo enseñamos estos temas a quienes empiezan a escribir. Es lamentable constatar que, aun en la actualidad, las clases de lengua son totalmente memoristas y aburridísimas, como si la comunicación se restringiera a reglas que tenemos que repetir como loritos. La mayoría de cursos que se ofrecen caen en este mismo error: repetir la regla, plantear ejemplos (que siempre son los mismos) y proponer ejercicios de opción múltiple.

Lo más triste de todo es que muchos cursos de redacción se agotan en repetir reglas y no llegan siquiera al análisis de textos reales y, mucho menos, a analizar la redacción de los estudiantes. En lugar de enseñar a los asistentes pautas útiles para redactar, se los bombardea con repeticiones inútiles que se les olvidarán a la primera de cambio.

Es importante que los profesores de lengua y los facilitadores de talleres, más allá de enseñar las reglas, enseñen a pensar sobre la lengua; a analizar por qué las tildes o las letras están ahí; a entender la cadencia de los textos, a ordenar con lógica las ideas para puntuar correctamente. La lengua no debe ser una obligación pesada sino un juego divertido, en el que se reflexione de verdad y se construya un saber.