Leopoldo María Panero: la muerte es atractiva

Nuestro hablante lírico es un sujeto poseído por la pulsión de muerte, por Tánatos. Manifiesta una atracción por alcanzar un estado libre de tensiones, lo cual caería en el principio del «Nirvana», que rige la pulsión de muerte, pues es el «principio económico de la reducción de las tensiones a cero».

En 1987, dentro del poemario Poemas del Manicomio de Mondragón, Leopoldo María Panero escribió un poema muy representativo, tanto de su poética individual como de su condición de sujeto estigmatizado, de poeta «maldito» y «loco» confinado a existir entre los estrechos muros de un sanatorio, condenado a sufrir con regularidad esos electrochoques que en parte contribuyeron a que dijera que la Psiquiatría «es un crimen de lesa humanidad». Este poema es ‘Himno a Satán’, y en sus versos puede verse poéticamente representada la disidencia de ese sujeto marginal que es el loco. Veamos por qué.Para empezar, la voz del hablante lírico (quien habla en el poema), es la de un loco y por tanto la de un sujeto marginal. Esto se deduce tanto del carácter general del poemario, evidenciado en parte en su título (Poemas del Manicomio de Mondragón), como del hecho de que el símbolo del hablante lírico sea la luna («Tu símbolo era el ciervo / y el mío la luna»). Y es que la luna está asociada a lo subjetivo, a lo subconsciente, a lo imaginario, a lo onírico e incluso a lo instintivo, todos elementos que concuerdan con la comprensión habitual de la locura como un estado en que el sujeto se enajena de lo real y hasta cierto grado de la vida lúcida y consciente, como un estado en el cual el sujeto delira, ve cosas que no están y, en ese sentido, vive en el orden de lo imaginario, uno de representaciones puramente fundadas en lo subjetivo y, por tanto, carentes de objetividad, de verdad.Es, pues, nuestro hablante lírico un sujeto que enuncia su discurso desde un lugar ajeno a la normalidad, a la regularidad de lo establecido.Su luna, o lo que la luna —como símbolo— representa para él, va más allá de lo anterior y, por la naturaleza del poema, es interpretable bajo la perspectiva de Paul Diel, en la que la luna, junto con la noche a la que se vincula, simbolizan la imaginación malsana salida de lo subconsciente¹. De allí que, junto con Jean Chevalier y Alain Gheerbrant, podamos afirmar que la sensibilidad que posee y domina a nuestro hablante lírico (simbolizada en la luna) es la que lleva a un ser «abandonado al trance de un escalofrío vital que lleva su alma caprichosa, vagabunda, bohemia, fantástica, quimérica, al gusto de la aventura», a expresar palabras como estas:rociaremos con vino, orina y sangrelas iglesiasregalo de los magosy debajo del crucifijoaullaremos.
Estos versos traslucen el discurso de un sujeto transgresor, un disidente que arremete contra el orden religioso («rociaremos con vino, orina y sangre / las iglesias») y contra la cultura en general. Pero, ¿por qué he dicho que arremete contra la cultura en general? Para empezar, cito a Néstor A. Braunstein que, en su ensayo Nada hay más siniestro que el hombre², dice lo siguiente:La cultura entera es así un rodeo en el camino de Tánatos […]. La cultura es una organización de lo simbólico para detener la muerte. Que, claro está, no la detiene; la retiene, la contiene.
Ahora bien, ocurre que nuestro hablante lírico es un sujeto poseído por la pulsión de muerte³, por Tánatos⁴. Es una voz que manifiesta una atracción por la muerte, un deseo por alcanzar una suerte de sueño indiferenciado, de estado libre de tensiones, lo cual, según se apunta en el ensayo Pulsión de muerte en la teoría psicodinámica, de Evelyn Palma, caería dentro del principio del «Nirvana», que rige la pulsión de muerte, pues es el «principio económico de la reducción de las tensiones a cero».Ya a nivel del texto, ese deseo de muerte se manifiesta en el hecho de que Satán (a quien reverencia nuestro hablante lírico) representa la atracción hacia la muerte («Tú que eres tan solo / una herida en la pared / y un rasguño en la frente / que induce suavemente a la muerte») y, junto a esto, el hablante lírico desea unirse a Satán («que caiga la lluvia sobre / nuestras faces / uniéndonos en un abrazo / silencioso y cruel»), lo que evidentemente se traduce en que desea ser uno con su atracción por la muerte y, de ese modo, sumirse en el éxtasis siniestro simbolizado en aullar bajo el crucifijo (último verso).Hasta aquí comprendemos, en términos generales y desde una óptica psicosocial enraizada en el psicoanálisis, la condición del hablante lírico como un sujeto disidente, tanto por ser poseído por fuerzas psíquicas opuestas a la continuidad de la cultura-civilización y cuanto por su condición de enunciador de un discurso transgresor a partir de esa situación suya de estar poseído por las susodichas fuerzas.Otras aristas de su disidencia pueden observarse desde el punto de vista de la Filosofía. La posición filosófica del hablante lírico está en una línea que se contrapone al bienestar del cuerpo social. Resulta existencialmente tóxica —por su alto poder desmotivador— para esos átomos sociales que son los sujetos inscritos en los códigos rectores de los discursos hegemónicos, discursos que, casi por completo, rigen la sistémica inherente a esa fábrica de alienados que se expresa en el concepto de «sociedad». Precisando: nuestro hablante lírico se posiciona en un nihilismo marcado por el desencanto de la posmodernidad y radicalizado hasta el punto de una agonía existencial que surge de la imposibilidad de hallar el sentido en una vida marcada por la miseria hecha rutina. Lo anterior queda plasmado en las siguientes palabras:tú vienes de las estrellasy odias esta tierradonde moribundos descalzosse dan la mano día tras díabuscando entre la mierdala razón de su vida.

En la dimensión moral-espiritual de la disidencia, el hablante lírico construye un discurso heterodoxo que, en un nivel de lectura literal, presenta a Satán como salvador de los débiles y miserables5. Sin embargo, en un nivel de lectura interpretativa, lo que en el fondo presenta es la intención de alcanzar, en lo posible, el principio del Nirvana6 a partir de la disolución subjetiva alcanzada mediante el cultivo —desarrollado a partir de la contemplación estética de la propia miseria reflejada en un orden simbólico-poético— del deleite primordialmente estético ante la propia ruina7 y la muerte que, como un horizonte teleológico, late dentro de ella. De ese modo, el hablante lírico afirma que Satán es, con respecto a los débiles, mejor ayuda que los cristianos («tú ayudas a los débiles / mejor que los cristianos»). Y es que, como individuo que se sabe originado en un mundo despreciable («yo que nací del excremento / te amo»), nuestro hablante lírico encuentra en ese Satán baudelaireano (por su forma de ligarse con la muerte⁸) tanto el alivio de escapar a las tensiones de esta Tierra como la venganza ante la vida, ya que el amor a Satán-Muerte conlleva «un escupir simbólico» sobre la vida y el orden social (adora al Enemigo que el orden social desprecia), del cual es excluido por ser sujeto anómalo, marcado por la locura y la posesión de una verdad peligrosa para el inevitable carácter pragmático inherente al propósito de autoconservación contenido en el discurso de la cultura entendida como «organización de lo simbólico para detener la muerte»⁹. Himno a Satán
Tú que eres tan sólouna herida en la paredy un rasguño en la frenteque induce suavemente a la muerte:tú ayudas a los débilesmejor que los cristianostú vienes de las estrellasy odias esta tierradonde moribundos descalzosse dan la mano día tras díabuscando entre la mierdala razón de su vida;yo que nací del excrementote amoy amo posar sobre tus manos delicadas mis heces.Tu símbolo es el ciervoy el mío la luna:que caiga la lluvia sobrenuestras facesuniéndonos en un abrazosilencioso y cruel en quecomo el suicidio, sueñosin ángeles ni mujeresdesnudo de todosalvo de tu nombrede tus besos en mi anoy tus caricias en mi cabeza calvarociaremos con vino, orina y sangrelas iglesiasregalo de los magosy debajo del crucifijoaullaremos.

Bibliografía

1. Chevalier, J. y Alain Gheerbrant (2000). Diccionario de símbolos. Herder.

2. Texto presente en A medio siglo de El Malestar en La Cultura de Sigmund Freud (2005).

3. «La Pulsión de muerte tiende a la reducción completa de las tensiones, o sea, a disolver al ser vivo al estado de materia inorgánica, tendencia a la destrucción de las unidades vitales, a la nivelación de las tensiones y al retorno al estado inorgánico, considerado como el estado de reposo absoluto. Las pulsiones se dirigen primariamente hacia el interior, tendiendo a la autodestrucción (pulsión de destrucción), y en un segundo momento se dirigirían hacia el exterior (pulsión agresiva)», en Palma, Evelyn. Pulsión de Muerte en la Teoría Psicodinámica.

4. «Tánatos, al ser su tendencia el lograr el final del tiempo, o sea la inexistencia de la eternidad, atentaría contra la continuidad de la civilización», en Palma, Evelyn. Pulsión de Muerte en la Teoría Psicodinámica.

5. Esto tiene un eco en ‘Las Letanías de Satán’ de Charles Baudelaire.

6. Que, como dije arriba, rige la pulsión de muerte y es el «principio económico de la reducción de las tensiones a cero».

7. En este poema de Panero ese goce estético ante la miseria está implícito (principalmente en el hecho de que se le tribute un himno a Satán y, por ende, se lo convierta en objeto de contemplación estética) y hay que desentrañarlo; pero, en ‘La Canción del Croupier del Mississipi’ está totalmente explícito en los siguientes versos (que cito para que se entienda la actitud de la cual hablo): «Es tan bella la ruina, tan profunda / sé todos sus colores y es / como una sinfonía la música del acabamiento, / como música que tocan en el más allá».8. «Oh tú, que de la Muerte, tu vieja y firme amante, / engendras la Esperanza – ¡esa adorable loca!», Baudelaire: ‘Las Letanías de Satán’.

9. Néstor A. Braunstein.