La cruz de piedra en San Francisco (IV)

Él no lo sabe, pero a fines del año pasado me complicó una tarde. Yo había llamado a Alfonso Ortiz Crespo, el último Cronista de la ciudad, luego de que presentó su renuncia por pedido del alcalde de Quito, pero entonces no quiso dar declaraciones. El cese de sus funciones se dio luego de haber emitido un informe favorable sobre el nombramiento de una vía y biblioteca como Arturo Jarrín, exlíder del movimiento subversivo Alfaro Vive Carajo (AVC), quien fue ejecutado de forma extrajudicial después de recibir torturas bajo el régimen presidencial de León Febres-Cordero (1984-1988).

Hasta ahora, cuatro meses después de buscarlo, las razones de su salida no se han aclarado del todo. Tampoco han nombrado al reemplazo para el cargo que incluye nombramiento, implica ejercer una suerte de asesoría y es ‘de libre remoción’. Otros dos historiadores, Jorge Núñez Sánchez y Juan Paz y Miño, coinciden en que un tema que requerirá el pronunciamiento del nuevo Cronista es la administración del patrimonio del Centro Histórico. El segundo estuvo en la silla de Ortiz Crespo durante la Alcaldía de Augusto Barrera y, sobre las intervenciones en la zona de San Francisco, dice que allí se asentó el antiguo palacio de Huayna Cápac, el cual dejó vestigios incásicos.

Vuelvo a llamar a Ortiz Crespo sin muchas esperanzas y él contesta el teléfono, al fin, en su oficina de arquitecto en la Avenida González Suárez. Ha pasado un año desde que lo vi en visitas guiadas que encabezaba a Iglesias patrimoniales como La Compañía, y él no me recuerda. Me dice que hizo una visita al sitio de la propspección, pero que los informes arqueológicos no pasaron por sus manos antes de llegar al INPC: «Yo no tuve ningún acercamiento científico a esos hallazgos, no puedo dar una opinión sobre lo que vi porque no soy arqueólogo».

Sobre los restos, dice que no está claro cuál era la función que tenían las cámaras de la excavación. «Mucha gente cree que Quito era una gran ciudad inca, lo cual no es cierto —explica el excronista—. Los Incas estuvieron muy poco tiempo en este territorio, estuvieron guerreando entre ellos. Huáscar y Atahualpa llevaban cinco años peleando cuando llegaron los españoles y un imperio que está en una guerra interna no tiene posibilidades de construir algo aparte: todos los recursos se emplean en el conflicto. Atahualpa habría estado en Cajamarca esperando que sus ejércitos derroten a Huáscar. En Quito había un asentamiento incaico, donde controlaban a los revoltosos quiteños que habían mostrado una gran resistencia a la conquista inca, una que solo pudo ser doblegada con la matanza de Yahuarcocha que probablemente fue alrededor del año 1.500, es clave definir esa fecha».

Construir una gran ciudad en poco tiempo conllevaba una imposibilidad técnica para la época, dice el historiador: «Hay evidencias de cerámica inca, pero no grandes muros ni cimentaciones, terrazas ni templos como los de El Cuzco, en Perú o Pumapungo, en Cuenca».

Es dificil encontrar información sobre la plataforma que había en la ciudad hace varios siglos. Ortiz Crespo asegura que no emitió informe alguno sobre las excavaciones, pero sí se reunió con autoridades del INPC para hablar sobre el tema. «Yo no intervine en ninguna reunión a la construcción del Metro, incluso, el alcalde no me invitó a unas reuniones que hicieron en San Francisco con técnicos italianos», asegura.

Le pregunto si es potestad del Cronista de la Ciudad estar al tanto de todas las intervenciones en sitios arqueológicos y responde que no, que eso es potestad del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural, de la Comisión de Áreas Históricas y de la Dirección de Planificación del Municipio.

Mientras hablamos, recuerdo el anuncio de que una estructura de hormigón armado se haría en San Francisco, sobre la que se repondrían las piedras de la plaza, que tienen más de un siglo, son de 1910.

«En cuanto al Metro, cometieron un gravísimo error —dice Ortiz Crespo—: haber puesto todas las trabas para que nadie vea lo que hacen cuando debió haber sido un trabajo transparente y abierto, incluso con explicaciones, para que la comunidad y los periodistas se enteren de todo».

¿Por qué se descartó hacer un Museo de sitio en San Francisco?—le pregunto.

Yo no tengo que ver con eso, pero me imagino que las evidencias encontradas en Rumipamba, por ejemplo (al norte de la ciudad, donde sí hay uno de estos museos) eran tan importantes, de tal valor museográfico que se decidió proteger todo. Pero eso cuando el Fondo de Salvamento (Fonsal, reemplazado por el IMP) tenía un presupuesto de $ 60 millones al año, cantidad que ahora ya no tiene el Municipio.

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El documento que encontré en el archivo del INPC tiene la foto de un georradar montado sobre un triciclo. La arqueóloga María Aguilera lo tituló: Informe del Estudio de Prospección Arqueológica mediante la Técnica Geofísica en la Plaza de San Francisco y la calle Cuenca, zona de Construcción del Metro de Quito.

En el apartado de Conclusiones, se lee:

La prospección geofísica de la Plaza de San Francisco y de las calles aledañas (Cuenca, Bolívar, Benalcázar y Sucre) fue exitosa y eficiente para la identificación precisa y a detalle de las anomalías que probablemente corresponden a rasgos culturales precolombinos, coloniales o republicanos. Podemos sugerir esto por cuanto los tubos de pvc, los cables y las alcantarillas modernas se reconocen bastante bien en los radargramas, y aquellas anomalía, a una profundidad promedio de un metro o más, tienen formas artificiales que no son de tipo geológico ni tampoco son como los cables ni otros elementos de las intervenciones de las obras públicas de agua, luz y teléfono. Gracias a la contrastación entre las anomalías y las fuentes etnohitóricas, se han determinado episodios de intervención moderna en la Plaza de San Francisco.

Una cruz de piedra y la fuente fueron removidos en San Francisco. [Continuará]