Hay distintas formas de entender qué es el exilio. La más sencilla es sin duda la idea de que se trata, simplemente, de una cuestión física: quien ha sido exiliado no puede —o no quiere— volver a su tierra, donde tiene prohibido el ingreso o donde corre peligro o donde no puede seguir haciendo algo que le apasiona. Pero, por lo general, un exiliado sigue teniendo un fuerte componente del terruño dentro de sí. Por eso es tan interesante saber todo lo que pasa cuando el exilio no solo ocurre en el plano físico —casi como un tema de supervivencia—, sino por una crisis entre identidades que se baten dentro de la misma persona. Aquello es lo que le pasó a Juan Goytisolo (1931-2017), un escritor que nació y creció en Barcelona, pero que en su adultez sentía mucho más apego por las culturas árabes (que tenían raíces muy largas en la Península ibérica); que vivió en Francia la mayor parte de su vida, pero que se negaba a dejar el español, idioma en el que escribió toda su narrativa, y con el que experimentó al límite; que era gay, pero vivía enamorado de su editora, Monique Lange, con quien se casó años después de salir del clóset; que luego de morir su mujer, escogió mudarse a un país musulmán, Marruecos, donde la homosexualidad es penada por la ley. Un buen escritor suele ser capaz de mostrarle a sus lectores cómo contradicciones tan grandes pueden tener sentido. Goytisolo no lo hizo solamente a través de su obra, sino también de su vida.
Por eso es significativo, por ejemplo, el estudio de Juan Goytisolo acerca de José María Blanco White, otro intelectual español que había vivido más de cien años antes, y que a inicios del siglo XIX apoyaba la independencia de las naciones de América Latina porque había comprendido que la forma de gobierno que la Corona española tenía sobre las tierras conquistadas era insostenible para un mundo que —poco después de la Revolución francesa y a las puertas de otra revolución, la industrial— empezaba a entrar en el futuro. La suya era una de esas miradas globales. Ahora, poco después de su muerte, queremos revisar la vida y obra de este discípulo de Jean Genet que descubrió a tiempo que la literatura se trata de algo más que de escribir bien.