Hablemos de Shakespeare, Cervantes y un Renacimiento

La ausencia de escritores ecuatorianos en el boom literario de América Latina encuentra un contrapeso en distintos grupos de poetas y narradores que han existido a lo largo de los cerca de 190 años de historia de nuestro país. Al lado de etiquetas como los Tzántzicos o el Grupo de Guayaquil aparecen, entre otros, los poetas de la generación decapitada, entre los que se encontraban plumas como las de Medardo Ángel Silva o Humberto Fierro. Estos dos personajes fueron centrales en la aparición de una revista dedicada a la literatura y las artes hace 101 años: la revista Renacimiento, fundada en 1916 y cerrada al año siguiente, en 1917. Es decir, hace exactamente cien años.

Creada por los poetas José Antonio Falconí Villagómez, José María Egas y Wenceslao Pareja, esta revista se propuso abordar, criticar y analizar las expresiones literarias y artísticas en el país, en plena época del modernismo. Con Medardo Ángel Silva como jefe de redacción, Renacimiento hizo frente a un escenario que ha sido constante y que aún se mantiene en el Ecuador: la insuficiencia de publicaciones dedicadas a la cultura, un esfuerzo que históricamente se ha emprendido de forma aislada, con buenos resultados, pero sin un eco que permita la longevidad. Como este suplemento de cinco años y medio es uno más de esos intentos, en CartóNPiedra queremos recordar esa publicación que tomó el nombre del periodo artístico surgido como respuesta al oscurantismo, y representado en el trabajo de artistas como Miguel Ángel, Leonardo da Vinci y Sandro Botticelli.

Esta semana también continuamos la investigación sobre los restos arqueológicos detectados en una de las zonas en la que se construye el Metro de Quito; echamos una mirada a ese Yin Yang que forman las utopías y las distopías, y, naturalmente, como es el Día del libro, volcamos un momento nuestra mirada a los dos autores que dieron origen a esta celebración: Miguel de Cervantes y William Shakespeare, muertos con once días de diferencia, pero ambos el 23 de abril de 1616. Hay algo más allá de su contemporaneidad que los une, y, naturalmente, ese algo está escrito: se trata de un capítulo de Don Quijote que, de alguna manera, pasó de reescritura en reescritura —incluyendo una versión de Shakespeare— hasta terminar convertido en una obra de teatro.