En un discurso que dio a mediados de los noventa como representante de la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, el escritor colombiano Gabriel García Márquez dijo en la 52 asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa que «el manejo profesional y ético de la grabadora está por inventar». Tal vez en el mundo de la inmediatez, el registro digital y las tecnologías de la información —que nos inundan la vida de datos— suenen problemáticos. La grabadora es un seguro, tanto para el periodista como para la fuente. Hace 2.500 años, Platón decía que los libros eran para desmemoriados, y hoy todo el mundo los usa, sin que por ello Platón haya dejado de ser considerado como uno de los padres de la Filosofía.
Con García Márquez pasa igual. Las nuevas generaciones tienen que saber dejar atrás el pasado y mirar hacia el futuro. Sin embargo, también hay detalles que es necesario rescatar. El problema con las grabadoras no es que se las use, decía el escritor, sino cómo. «La grabadora oye pero no escucha, repite —como un loro digital— pero no piensa, es fiel pero no tiene corazón, y su versión literal no será tan confiable como la de quien pone atención a las palabras vivas del interlocutor, las valora con su inteligencia y las califica con su moral». Son palabras mayores, viniendo de un tipo con una memoria como la suya, a la que tenía que entrenar a diario en su oficio. Y además, en una entrevista explicó: «Cuando hay una grabadora, soy consciente de que estoy siendo entrevistado, pero cuando no hay, hablo de una manera totalmente natural».
Afortunadamente, eso sí, muchas de las cosas que dijo están registradas. Además de sus novelas y cuentos, hay volúmenes enteros de trabajos periodísticos, entrevistas extensas convertidas en libros y recopilaciones de discursos que le dieron la vuelta al mundo en una época en que no existía la viralización digital. Sus memorias andan por ahí.
Fallecido hace casi tres años, el 17 de abril de 2014, García Márquez habría cumplido el pasado 6 de marzo 90 años, como el protagonista de su última novela, Memoria de mis putas tristes. Y ahora, en estas efemérides, queremos hurgar un poco en sus memorias. Y ya que recordamos su fecha de nacimiento, aquí nos centramos en eventos particulares durante su juventud que años más tarde se podrían rastrear —en fondo y forma— en su obra literaria.