Facebookianas (un manifiesto sobre la interacción en las redes sociales)

*El costo principal. Estarás expuesto a que las centrales de inteligencia indaguen, cuando quieran, tus posturas políticas, religiosas y privadas.

*Otro costo. Tus gustos serán debidamente ubicados de tal manera que las grandes empresas los investiguen y mercadeen con ellos. En principio, el creador de Facebook, Mark Zuckerberg, uno de los ocho hombres más ricos del mundo tiene, gracias a su negocio, una fortuna de 44.000 millones de dólares, según la Oxfam.

*Reificación: es la palabra clave. ¿Qué significa? Te reducirán a ser un número entre números. Una cifra en conjuntos ciertos: amigos, coidearios, asociados.

*Es el reino de las emociones básicas. FB te invita a que reacciones de manera inmediata y visceral. El mensaje irrumpe e invade tu espacio, asumido como propio, como si fuese un territorio real, que defiendes de modo instintivo con impulsos primarios.

*En el FB no hay mucho lugar para los razonamientos elaborados. Aún si los dices, aliados y detractores los simplificarán. La reducción se impone: estarás de uno u otro lado. Los documentos adjuntos se leerán, eventualmente, pero como apoyos para reforzar cada posición.

*En momentos críticos, como en épocas electorales o la muerte de Fidel, se negarán las evidencias más obvias. No cuentan las pruebas. Ni las realidades. Verás lo que quieras ver. Monstruo o héroe, no hay lugar para más. La ideología, que es la forma actual de la creencia, inconsciente e irracional, se mostrará con fuerza.

*Como todo lo emocional, el FB es efímero. Sus mensajes se esfuman, sepultados, indefectiblemente, por otros mensajes. Su vigencia alcanza, solo en ciertos casos, lo que dura la «viralización» de temas, escándalos o consignas.

*De allí que su fuerza movilizadora sea relativa, y eso, cuando está asociada a asuntos políticos ya posicionados por los grandes medios de comunicación de masas. No hay que olvidar que, en los países periféricos, solo una minoría de la población accede al internet y a las redes sociales.

*Una pérdida importante: el tiempo que perdemos ocupados en él. Y en confrontaciones inútiles.

*Como se ve, por los puntos anteriores, el precio que pagamos por el uso del FB es demasiado alto (y su gratuidad parece una ironía); sin embargo lo pagamos puntual y casi neuróticamente.

*La pregunta es, entonces, una: ¿Por qué lo pagamos?

*Por tres motivos fundamentales: Primero… porque te proporciona la ilusión de la libertad y es un ámbito privado de información y comunicación (aunque, por cierto, también de sus contrarios: la desinformación y la incomunicación profunda). Luego, porque es un poderoso reclamo identitario y, tercero, porque, como todo juego, es adictivo.

*El reclamo identitario: ante la masiva presencia de los innumerables miembros de esta red social, estoy condenado, si callo, a ocupar un lugar anónimo o anodino en ella. Pero no solo en ella. Mientras me encuentro en ese juego virtual, este se convierte en una representación real del mundo: mi propia existencia —en ese fugaz instante— queda en el aire. No tengo identidad. No existo. La respuesta es inmediata: debo reaccionar. Debo proclamar mi existencia. Me muestro, luego existo. Tengo una identidad. El primer gesto de la enunciación es enunciarse.

*La adicción. Según algunos, las redes sociales liberan la dopamina de los usuarios. Es decir, tienen algo de apuesta o de juego de azar. En todo caso, mientras juegas, la gratificación mayor está en el propio hecho de jugar. El medio justifica el fin. Es la adicción perfecta. Así, la realidad real pasa a un segundo plano. Lo que cuenta es la arista del mundo que buscas o encuentras en los mensajes sorpresivos que te obligan a responder con el instinto. El balón que viene hacia ti y que debes devolver. El halago o el insulto intempestivos que no deben quedar sin respuesta. Pero hay, por cierto, otras demandas humanas que trata de atender.

*La soledad, cuando no es una forma de la libertad, es una condena. Una fuente de sufrimiento. La soledad te acosa. Te pone ante el vacío y la nada. Eres un expulsado de la sociedad. Empezando por el lenguaje, todo es social. Perteneces, quieras o no, a una familia, una comunidad, un lugar que compartes con tus congéneres. Por eso duele la soledad. Porque es incomunicación. Recurso humano básico que no puedes usar. Los sistemas económicos y políticos actuales generan solitarios. En ese espacio, las redes sociales proporcionan una comunicación virtual que aplaca la soledad real. Son un recurso extremo. Y no importa si es un juego de espejos que, en el fondo, te devuelve, después de la ilusión, a tu soledad real. Mientras dura el juego, sientes que no estás solo.

*La angustia. Es un pozo de la vida cercada por la muerte. Algo que te empuja a rendirte o a luchar. A hundirte o salir. Ese agujero negro está en el origen de todo silencio, o de toda creación. El gran acto salvador de crear o construir solo sirve para negar la muerte. Fiel a su condición simplificadora y básica, una red social, en especial FB, apela al impulso de combatir la angustia. Igual pasa con otros sentimientos cercanos: la ansiedad, que pudiera definirse como la angustia vuelta amenaza futura, o la depresión como un estado crónico de la angustia. Muchos angustiados encuentran en el FB, una promesa temporal de alivio.

*Los halagos. Saludos de cumpleaños, éxitos personales, reconocimientos, encuentros y reencuentros y likes conforman el perfil amable y estimulante de FB. Pero, como hemos visto, este es solo una envoltura, la faz visible de un juego mucho más complejo. Pero valen estos efectos especiales. Al fin y al cabo, Facebook te permite comprobar que la solidaridad y la generosidad no cuestan mucho.

*La iteración. ¿En qué consiste? Este es un término sacado de la lingüística que conlleva la acumulación de argumentos del mismo tipo para reforzar una misma idea central. Es fácil ver el blanco y negro que impregna el FB cuando se debaten temas y personajes políticos. Para partidarios o detractores, solo cuentan o las virtudes o los defectos. Unos y otros suman pruebas de lo que quieren demostrar. Las series positivas o negativas se niegan y desconocen entre sí. Son dos líneas paralelas que no se tocarán jamás. El diálogo de sordos está asegurado.

*La realidad virtual. Ha sido la compañera fiel de la especie humana. Se trata de un gran espejo imaginario en el que siempre se ha reflejado. Creencias, mitologías, religiones, tradiciones orales, literaturas o ideologías han conformado un doble fondo de la realidad real. Dioses, espectros, sueños, ensueños, pesadillas, ficciones, emociones, llegan incluso a modificarla y distorsionarla, al punto de que hay pensadores que dudan del estatuto de «lo real». Sin llegar a tanto, debemos reconocer el vigor y peso de las creencias a lo largo de la historia humana. Algo importante: después de la invención de la escritura y —sobre todo, hoy— luego de la revolución informática, la realidad virtual cobró un sentido distinto: ya no es la sombra, sino la luz que descubre y convalida la realidad real. Hay libros y pantallas que explica el mundo, y nadie puede prescindir de ellos. Más aún, el saber y sus múltiples vertientes están ya radicados en un más allá de la mente de cualquier individuo o sociedad, en una nueva capa que envuelve al planeta: la logósfera. Un concierto de nubes de información, libres o encriptadas, a las que no siempre es posible acceder pero es imposible evitar. Así, luego de ser, durante milenios, la sombra de la conciencia humana, la realidad virtual ha pasado a constituirse en la ventana centellante que la ilumina. Un faro imperioso e inequívoco.

*La realidad real. Siempre tratamos de atraparla. La llamamos realidad objetiva, concreta, comprobable. Pero según científicos como Raymond Kurzweil, experto en inteligencia artificial y uno de los directivos de Google, en el próximo futuro, gracias a los avances en el campo de los ciborgs, las nanoneuronas artificiales, las intervenciones genéticas y computadoras «emotivas», capaces de sentir lo que siente un cuerpo biológico, será cada vez más difícil distinguir realidad real de realidad virtual. Ante tales presagios, quizá debamos aceptar que la realidad virtual en la que nos mete FB, cuando aceptamos sus provocaciones, quizá solo sea ya un avance algo torpe de lo que nos depararán las nuevas enajenaciones humanas, ahora programadas y no siempre espontáneas ni inocentes. Pero, a despecho de augurios y sospechas, creo que hay una suerte de fuerza gravitatoria de la realidad real que siempre termina venciendo a la realidad virtual. El último ejemplo, nada extremo, claro está, es la permanencia de los libros físicos frente a los e-books que, supuestamente, iban a reemplazarlos por completo.

*La idiotez. Umberto Eco lo dijo violentamente: el FB permite que una legión de idiotas se expresen en él. Lo que no dijo fue que muchos de quienes no nos consideramos idiotas ni simpatizamos con tal categoría, sin embargo, lo usamos. ¿Por qué? Sin descartar la posibilidad de que haya, latente en todos, una suerte de «derecho a la idiotez» (que explicaría los comportamientos sui géneris de muchos ilustres), creo que la idiotez, o «pensamiento fácil» es, en la confrontación, un recurso que tenemos a mano, individuos y sociedades, para zanjar conflictos de modo rápido y sumario.

Detrás del prestigio simplón y superficial del FB, se esconden impulsos muy complejos. Premuras ligadas al ser humano actual, pero que no son nuevas sino que vienen de lejos. Con excepciones o modificaciones, estas nos reenvían y con fuerza, a la naturaleza propia de la condición humana. El ansia de ser, la persecución de la libertad, la necesidad de compañía, de comunicación, de mantener creencias, etc.

Podemos, pues, imaginarnos al Facebook como un gran edificio circular, con múltiples entradas en su torno. Los rótulos de cada entrada son reales y válidos. Pero nos conducen a un espacio interior vacío en donde es fácil extraviarnos. Mejor: en donde es obligatorio el extravío. Un gran embeleco virtual y posmoderno, el FB, ocupa, sin embargo, un gran lugar en el mundo de hoy porque se asienta, como hemos visto, sobre profundas demandas reales, antiguas y nuevas, que existen en el mundo, siempre premuroso y estresante.