El 22 de abril, ‘De las palabras a los hechos’ cumple un lustro de publicarse en CartóNPiedra, y creo que ese es un motivo más que suficiente para dedicarle una columna. Espero que disculpen, queridos lectores, el ‘autobombo’, y que más bien se unan al festejo. ‘De las palabras a los hechos’ empezó, en realidad, hace diez años, en abril de 2007, como un blog. En ese entonces, llevaba varios años trabajando de correctora en diarios de Quito, y me pareció muy necesario abrir un espacio que sirviera para reflexionar acerca de los errores que se cometen a diario, no solo en los medios sino en todos los ámbitos en los que la lengua es protagonista. Y había material de sobra. Esos errores, que me llevaron a escribir al principio, siguen repitiéndose sin que las escuelas o los correctores podamos hacer nada aparte de luchar todos los días sin bajar los brazos.
La reflexión que suscita la lengua no solo tiene que ver con los errores; también tiene que ver con ella misma, con su devenir con los caminos sorpresivos e interesantes que recorre sin detenerse. Es un ser vivo sobre el que vale la pena reflexionar todo el tiempo. Y tenemos que pensar acerca de ella, mirarnos como usuarios y como ‘moldeadores’ de una lengua y de los diversos lenguajes que genera, pues si bien las palabras nos configuran, somos nosotros los que vamos definiendo ese mundo. Somos parte de las palabras y de los hechos. La intención de este espacio ha sido siempre reflexionar sobre nuestra lengua, y han pasado por aquí temas diversos, errores, variedades, otras lenguas, libros, situaciones… que dan cuenta de este devenir y de nuestra responsabilidad como usuarios, que no es poca. A veces las palabras se imponen sobre los hechos, otras veces tienen más peso estos últimos, pero siempre he procurado no perder de vista estos dos elementos, tan complementarios y maravillosos.
Hace cinco años, Diego Cazar, el primer editor de este suplemento, me invitó a participar en CartóNPiedra con ‘De las palabras a los hechos’. Sin duda, fue una manera de tomar un riesgo más por nuestra lengua, que necesita que los espacios de reflexión sobre ella se multipliquen. Es importante que, mediante ella, pensemos en nuestra identidad y en nuestras múltiples realidades. Han pasado por la revista tres editores más, Fausto Rivera, Sandra Araya y José Miguel Cabrera, que siempre estuvieron pendientes de esta columna, con sugerencias y correcciones, y a quienes agradezco mucho por la paciencia. Es un honor seguir colaborando en este espacio que siempre ha procurado celebrar la cultura, lo que somos, lo que nos mueve desde las diversas manifestaciones artísticas, al margen de intereses que pueden desviar las reflexiones serias. Agradezco también a mis lectores, a los que siempre me escriben, a los que comparten mi columna en sus redes sociales. Espero que este espacio haya suscitado alguna reflexión, un movimiento, un aliento, algo más de amor hacia nuestra lengua y lo que somos. Mil gracias.