Gerónimo Altamirano Hernández
Desde que Disney anunció que Halle Bailey interpretará a Ariel en la nueva adaptación cinematográfica del clásico infantil La Sirenita, la joven afroamericana ha sido objeto de críticas por parte de los fanáticos de la versión animada de 1989, basada en el cuento de Hans Christian Andersen.
La Sirenita de 1989 es blanca y pelirroja, como la concibió Andersen en 1837. Ahora será negra y tal vez tenga rastas, que son parte de la imagen de la actriz y cantante de 19 años.
Los adeptos de la versión original criticaron la selección de Bailey en redes sociales, incluso con comentarios ofensivos que prolongan el debate sobre los parámetros que debería tener Hollywood en aras de la inclusión.
Más de 24 horas duró el trending topic #NotMyAriel (No es mi Ariel) en Twitter, acompañado de memes y frases de rechazo a Bailey y su raza, a pesar de que muchos de los usuarios alegaban no ser racistas.
Norma Rodríguez Gruezo, artista y presidenta de la Asociación de Artistas Afroecuatorianos (Asoarafe) celebra la decisión de Disney, que reafirma —dice— el compromiso social impulsado por las Naciones Unidas, que declaró el Decenio Internacional para la protección de los derechos de los 200 millones de personas que se identifican como descendientes de africanos en las Américas.
“La sociedad está cambiando a pesar de que existe un grupo que se resiste. Se está reconociendo el aporte y la preservación del patrimonio cultural de los afrodescendientes en el mundo. Disney tiene el derecho de poner a quien crea conveniente. No entiendo cuál es el problema si hay niños de todos los colores”, dice Rodríguez.
En el último quinquenio, la inclusión y la equidad de género se han colado en la agenda de la industria cinematográfica. Un estudio de la Universidad de Carolina del Sur sobre género y raza reveló las pocas oportunidades de hacer cine que tienen las mujeres, los negros, asiáticos y latinos.
“Por cada 22 hombres directores hay una mujer. El 6% son negros o afroamericanos y el 3% son asiáticos o asiático-americanos”, señala el documento.
De las 100 películas que más dinero recaudaron en 2018, 14 fueron dirigidas por cineastas negros, un aumento del 200% en relación a 2017.
Luego de las tendencias #OscarsSoWhite y #OscarsStillSoWhite en 2015 y 2016, la Academia se preocupó por la diversidad. En junio de 2016 admitió 683 nuevos integrantes, de los cuales 46% fueron mujeres y 41% afrodescendientes.
Y ese mismo año, tres títulos con elencos mayoritariamente negros aspiraron a las estatuillas más importantes del Óscar: Moonlight, Fences y Figuras ocultas. Moonlight ganó como Mejor película.
En 2018, Black Panther (Marvel) se convirtió en la película más taquillera del año con $ 1,3 millones, alcanzó 7 nominaciones al Óscar, incluida la de Mejor película, y alzó tres estatuillas. ¡Wakanda Forever!
La voz de Ariel
Rob Marshall, quien dirigirá la versión de La Sirenita, dijo a Variety que escogieron a Bailey por razones más sustanciales que el color de la piel: “Halle tiene esa extraña combinación de espíritu, corazón, juventud, inocencia y sustancia, además de una voz gloriosa para cantar, cualidades intrínsecas para hacer este personaje”.
Bailey, de 19 años, canta con su hermana en el dúo Chloe x Halle. Y ese es un detalle mayor: Ariel considera que su voz es lo más valioso que tiene, y por eso la malvada Úrsula se la quita.
Inclusiva o no, la decisión de darle el protagónico a Bailey podría ser otra de las ecuaciones de Disney para estar en sintonía con las nuevas realidades, y que también han generado discusión.
En la adaptación de La Bella y la Bestia (2017), por ejemplo, el director Bill Condon incluyó un personaje gay (Le Fou, mano derecha de Gastón).
Recambio generacional
Para el mexicano Shair Arias, productor y director de vestuario de obras teatrales como Los Miserables y El Rey León, “Disney nos está diciendo: ‘¡Señora, ya siéntese!’”.
En diálogo con Cartón Piedra, señala que son los “ahora adultos” los que reclaman. “No he visto a ningún niño quejarse porque Ariel no será blanca ni pelirroja, o porque no existirá Mushu en el live action de Mulán, ni por el empoderamiento forzado de Jazmín en la nueva Aladdin. Todas estas versiones se hacen pensando en las nuevas generaciones, quienes las verán y atesorarán como hicimos nosotros con las anteriores”.
Según Arias, los cambios se explican por el enfoque empresarial de Disney hacia nuevas generaciones. “El mensaje más claro fue Toy Story 4, que le da a la franquicia un final a través del mensaje de que la vida sigue su curso”.
El productor se pregunta cómo reaccionaría Andersen si viera los cambios que Disney hizo en la versión de 1989 para que fuera apta para todo público. “¿Y el cuchillo? ¿Y los pies sangrando? ¿Y el final?… Si prefieren la versión anterior, véanla en VHS y dejen que los niños se empoderen de estas nuevas cintas que son para su generación”.
Todo está dicho y hecho
Mientras la polémica sigue en redes, Disney defendió su decisión en la cuenta de Instagram de su canal Freeform: “El autor original de La Sirenita era danés. Los daneses que no son blancos también pueden tener cabello rojo de forma genética. Y si aún no puedes aceptar la elección de la increíble, sensacional, talentosa y hermosa Halle Bailey porque ‘no se parece a la caricatura’, amigo, tengo malas noticias… acerca de ti”.
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An open letter to the Poor, Unfortunate Souls: ______ #TheLittleMermaid #Ariel #MyAriel
Igual criterio tiene Rosa Pogo, directora del programa de animación a la lectura infantil Sueños de Papel, de la Casa de la Cultura, Núcleo del Guayas. “Las interpretaciones que los directores de cine o guionistas respecto a las características de la sirenita siempre tendrán sus toques personales y cada quien está en libertad de imaginarse y de jugar con su fantasía, pues cada libro tiene un tipo diferente de lector, que lo lee desde su realidad, su contexto y su experiencia”.
Pogo considera que “se debe dejar la libertad de interpretación e imaginación”, más aún cuando la creación del mundo submarino por parte de Andersen fue “totalmente libre, como lo es todo escrito producto de la imaginación de su creador”.
La educadora y escritora calificó de “un poco sosa y racista, aunque jamás quieran aceptarlo”, a la polémica suscitada por la selección de Bailey.
“Nada tiene que ver con la nostalgia del personaje de Disney. Lo que pasa es que simplemente no leyeron el cuento y solo vieron la película, creo que necesitarían leer un poco más”, dice Pogo, quien celebra la inclusión y estima que los prejuicios de algunas personas se evidencian ante cualquier manifestación distinta a lo establecido.