El retratista de la violencia en México

En 1999, el mexicano Sergio González Rodríguez (1950-2017) se encontraba en la fronteriza ciudad de Juárez —a la que las estadísticas sitúan como una de las más peligrosas de México— indagando sobre la matanza de mujeres en esa localidad, una investigación que luego plasmaría en su obra Huesos en el desierto, uno de los primeros estudios rigurosos sobre el asesinato serial de mujeres en su país. Mientras se encontraba averiguando los datos que necesitaba para su libro, unos sicarios lo atacaron en un taxi y lo golpearon de tal modo que desde entonces mantendría una cojera crónica y un coágulo en la cabeza.

De escenas como esa que le tocó sufrir está llena la obra de González Rodríguez, un periodista y escritor cuyo trabajo está repleto de pistas que ayudan a comprender el fenómeno de la violencia en México. Huesos en el desierto, que analiza el machismo y la misoginia, es la primera parte de una trilogía que mezcla crónicas, ensayos y reportajes para prácticamente constituir un tratado sobre la violencia en general en la era contemporánea. En El hombre sin cabeza analiza la violencia relacionada con las drogas, y en Campo de guerra, el papel de la política internacional sobre los hechos de violencia.

Premiado y reconocido dentro y fuera de su país, González Rodríguez falleció hace poco, el pasado lunes 3 de abril, cuando se encontraba en un hospital al que había llegado a causa de un infarto.

Periodista

En su último libro, Los 43 de Iguala (publicado por Anagrama en 2015), González Rodríguez se refiere a ese hecho violento que conmocionó a México en el último trimestre de 2014: la desaparición de un grupo numeroso de estudiantes de una secundaria rural del pueblo de Ayotzinapa, que se habían desplazado a la vecina localidad de Iguala para protestar durante un acto masivo del gobernador de su estado, Guerrero. Los jóvenes fueron recibidos a balazos por miembros del ejército mexicano y la policía, que para desaparecer sus cuerpos se pusieron en contacto con organizaciones criminales. Como saldo de ese episodio, además, se registró la muerte de al menos nueve personas, entre ellas, algunos civiles que no tenían ningún tipo de relación con la protesta o la balacera.

El eje sobre el que González Rodríguez ha movido sus investigaciones ha sido el mismo en sus últimas publicaciones: la violencia estructural desatada en México dentro del contexto del neoliberalismo global. Y en el caso de Los 43 de Iguala, no fue diferente: Se lanzó a indagar en aquellas causas y procesos que han hecho posible que el crimen haya ganado tanto terreno y poder en su país.

La desaparición de esta cuarentena de estudiantes, ocurrida en uno de los estados más pobres y más afectados por el narcotráfico en México, fue analizada por González Rodríguez según la lógica del poder y el contrapoder del orden global. El prólogo de la publicación decía:

Este libro propone una lectura que rompe tal división artificiosa entre buenos y malos, insurrectos y gobiernistas, para comprender una crueldad que remite a la normalidad de lo atroz, al exterminio de personas entre los resquicios de las reglas universales, al orden constituido.

El escritor repartió las responsabilidades entre Estados Unidos, los dirigentes políticos que movilizaron a los estudiantes y el frágil estado de derecho mexicano, al cual calificaba como «alegal». En una entrevista con El País, de España, el mexicano dijo lo siguiente:

Se habla de Estado fallido, de Estado joven, cuando en realidad es un Estado que simula el respeto a la ley y que funciona de acuerdo a sus disfuncionalidades. Con índices de impunidad por encima del 90 % y territorios enteros del país dominados por el crimen organizado, no podemos hablar de un Estado de derecho.

La carrera periodística de González Rodríguez empezó con publicaciones especializadas en temas culturales —colaboró con algunos de los medios de ese tipo más relevantes como Nexos, México en la Cultura y Letras Libres—, pero poco a poco fue tendiendo hacia una concepción más integral de la cultura, que engloba temas de economía, filosofía política y los estudios sobre sobre la violencia, con los que ganó reconocimiento.

Literatura

En 2066, obra insoslayable de la literatura contemporánea, el chileno Roberto Bolaño introduce a un personaje llamado Sergio González Rodríguez, un reportero cultural que últimamente se ha dedicado a investigar el tema de los femicidios en México.

Bolaño se había puesto en contacto con el González Rodríguez real para informarse sobre su investigación, y decidió rendirle homenaje al crearle su propio personaje en la novela, uno que casi no tenía lectores, a diferencia del original, quien alguna vez se refirió a este problema de la falta de audiencia: «Estoy convencido de que podemos recuperar lectores si les obligamos a pensar más y mejor».

Esta frase fue dicha en el contexto de una entrevista sobre su novela El artista adolescente que confundía el mundo con un cómic (2014), en la que un viejo librero militante comunista, un antiguo guardaespaldas que luego de perder su trabajo se dedica a ganarse la vida dando extravagantes clases de artes marciales, y un joven inadaptado, tormentoso escritor y aspirante a dibujante de novela gráfica, confluyen en una historia de intriga y venganza que se desarrolla en medio del clásico conflicto entre distintas generaciones.

Su vasta obra reúne novelas como La noche oculta (1990), El triángulo imperfecto (2003), El plan Schreber (2004), La pandilla cósmica (2005) y El vuelo (2008). En ensayo publicó los siguientes títulos: Los bajos fondos, el antro, la bohemia y el café (1988), El centauro en el paisaje (1992), De sangre y de sol (2006) y Campo de guerra (2014). Y en narrativa de no ficción publicó Huesos en el desierto (2002) y El hombre sin cabeza (2009).

En 1993 fue finalista ex aequo del Premio Anagrama de Ensayo con El centauro en el paisaje. En 1995 recibió el Premio de Periodismo Cultural Fernando Benítez por su reportaje ‘Mujer de table-dance’. Huesos en el desierto fue finalista del Premio de Reportaje Literario Lettre/Ulysses 2003 en Alemania, y del Premio Herralde de Novela 2004. Ese mismo año, El triángulo imperfecto (2003) fue finalista del Premio de Novela Antonin Artaud en Mexico. En 2013 ganó el Casa América Catalunya a la Libertad de Expresión en Iberoamérica, y, finalmente, obtuvo el premio Anagrama de Ensayo por Campo de guerra, en 2014.

Crítico en toda regla, este prolífico autor se propuso cuestionar, en sus últimos trabajos de ficción, el molde convencional de las novelas más premiadas o reconocidas.