A fines de la década de los setenta, un cineasta francés llamado Jean Rouch fue invitado por el gobierno de Mozambique para registrar en video los cambios que estaban ocurriendo en ese país. Era 1978, y apenas habían pasado cuatro años de su independencia. Sin embargo, Rouch pensó que lo mejor sería que fueran los propios mozambiqueños quienes relataran su propia realidad, con la intención de que el resultado fuera más apegado a la verdad. Lo que hizo el cineasta fue entrenar a gente de esa nación del sureste de África. Ese es el espíritu que tomaría Ateliers Varan, la organización fundada por Rouch en 1981 para dirigir talleres de realización cinematográfica.
Los Varan son hijos del Direct Cinema, una corriente que se cuestiona la forma en que la cámara —esa herramienta que sirve para registrarnos, pero cuya presencia, a la vez, basta para cambiar nuestras actitudes, palabras y posturas— se relaciona con la realidad, una realidad que debe ser capturada de forma directa y representada sinceramente. Y es también el espíritu del trabajo de Claire Simon, una cineasta francesa que dice no tener un método para la realización cinematográfica, pero que siempre ha puesto un énfasis especial en capturar los momentos más transparentes de la gente a la que graba, ya sea en sus películas de ficción o en sus documentales.
Cerca de una decena de los trabajos de Simon serán proyectados en mayo, durante la próxima edición del Festival Encuentros del Otro Cine (EDOC), una muestra que lleva ya dieciséis años trayendo al Ecuador una selección de documentales que muy difícilmente podemos ver en las carteleras regulares de las salas de cine del país. El evento se desarrollará desde el 10 hasta el 21 de mayo en Quito; y en Guayaquil, desde el 12 hasta el 21 de mayo.
Uno de los objetivos de esta muestra retrospectiva es poner en diálogo el trabajo que la cineasta francesa desarrolla desde la ficción y el documental, división que en su obra tiende a desaparecer. Alfredo Mora Manzano, actual director del Festival, considera que el trabajo de Simon cobra relevancia en un momento en el que «ya no hay que hablar de ficción o documental, sino simplemente de cine».
Carrera
Nacida en Londres en 1955, Claire Simon es una guionista, actriz, camarógrafa, editora y directora francesa. En sus inicios como cineasta, realizó cortometrajes independientes. Sus trabajos más recordados de ese período son La police (1988) y Scenes de menage (1991), esta última protagonizada por la actriz francesa Sylvette Herry, más conocida como Miou-Miou.
Fue en su tiempo con los Ateliers Varan que Simon empezó a hacer documentales. Entre los primeros están Les patients (1989), Coûte que coûte (Cueste lo que cueste, 1995) y Recreations (1998), con los que ganó varios reconocimientos. Coûte que coûte (que estará en cartelera en los EDOC) es uno de sus trabajos más conocidos. Gira en torno a un hombre que está determinado a mantener vivo un negocio que empieza a fracasar.
Su primer largometraje de ficción, Sinon, oui (De lo contrario, sí, 1998), la historia de una mujer que finge estar embarazada, se proyectó en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes en 1997. Su siguiente película, Ça, c’est vraiment toi (Esto eres realmente, 2000), es una mezcla de documental y ficción filmada en los pasillos del Parlamento Europeo, con la que obtuvo el gran premio del jurado en el Festival de Cine de Belfort (Francia).
Luego de incursionar en el teatro, Simon regresó a los documentales con 800 kilómetros de diferencia / Romance (2002) y Mimi (2003). Ambos trabajos fueron presentados en el Festival Internacional de Cine de Berlín. Su segundo trabajo de ficción, Ça brûle (Se quema, 2006), también formó parte de la Quincena de Realizadores de Cannes en 2006. Les bureaux de Dieu (Las oficinas de Dios, 2008) es otro trabajo mitad ficción y mitad documental, en el que actores y actrices hicieron de consejeros de planificación familiar, ante los cuales se presentaban actrices no profesionales interpretando el papel de mujeres de la vida real en busca de guía.
Con un talento atípico para el entorno cinematográfico francés, lo que Claire Simon ha estado intentando durante más de dos décadas —con éxito— es capturar la esencia de la realidad.
Su último documental, Le Concours (La graduación, 2016) registra la prueba de admisión de más de cuatrocientos estudiantes para obtener un cupo en la Escuela de Cine La Fémis, de París, una de las más importantes del mundo, y donde la cineasta también da clases. De todos los aspirantes solo se selecciona a quince. Simon registra con su cámara las respuestas de los estudiantes a las preguntas que les hace el jurado, conformado por gente que trabaja en la industria, entre productores, distribuidores, guionistas o directores. Una vez que el aula se queda sin el postulante, el jurado discute y fija sus decisiones a partir de sus propias perspectivas. El documental es un ensayo sobre la relación entre las distintas generaciones y las diferencias sociales que conviven en el mundo contemporáneo.
Simon dijo alguna vez: «Soy más o menos como un novelista, para decirlo en términos glamorosos. Me encuentro con cosas en mi vida y siento que son películas». Esta cineasta francesa empezó a hacer documentales sobre la vida cotidiana hace casi treinta años. Por entonces, a finales de la década de los ochenta, estaba frustrada con las películas fantásticas que en ese tiempo dominaban el cine francés.
Aparte de las ocasionales referencias habladas, solo a través de la íntima naturaleza de las películas de Simon se puede percibir la conexión personal que mantiene con cada uno de sus actores. Jean-Marie Bouvier, un médico retirado de su primer documental, Les Patients, era un amigo cercano de su padre. Jihad, el empresario de Coûte que coûte, es amigo de un antiguo novio, al igual que Mimi, la narradora de la película que lleva su nombre. Simon habló de un «novio productivo».
Otra fuente de historias ha sido su hija Manon. Para su documental Récréations, Simon se convirtió en una espectadora del recreo de la escuela primaria a la que asistía Manon en su infancia. Y unos años después, produjo 800 Kilómetros de Difference / Romance, que registra la historia de amor entre Manon y Greg, el hijo del panadero de un pueblo al que fueron durante unas vacaciones. A pesar de que la cineasta tiene estas relaciones tan cercanas con la gente a la que filma, no son los personajes los que dirigen su cine.
La directora ha explicado que se dedica en especial a hacer películas sobre lugares, porque siente «que los lugares son guiones. Los guiones están dentro del lugar y mi trabajo es encontrarlo y hacer que salga». Y es eso lo que ocurre en Les bureaux de Dieu, una historia de ficción en la que los actores deben empatar sus gestos con grabaciones de voz reales, tomadas de un centro de planificación familiar durante siete años.
En años más recientes, el cine de Simon se volvió un círculo, y a la vez, su búsqueda se hizo más radical. Tanto, que luego de no haberse fijado demasiado en su ciudad, París —porque ya había sido «muy retratada por la Nouvelle Vague»— hizo dos películas sobre Gare du Nord, una de las tres terminales de tren más grandes de Europa. Con ambos, la cineasta intenta delinear un mapa sobre los viajeros y ocupantes de la terminal que deben pasar a diario por ese inmenso lugar. Sus dos filmes, que se desarrollan enteramente dentro de la estación, rescatan del anonimato a los inmigrantes que trabajan allí y a los franceses que deben emigrar en busca de mejores ofertas laborales.
«Mis dos últimas producciones hablan sobre el nomadismo y la globalización. Cada vez más gente debe dejar su familia y su lugar para encontrar trabajo. Todos estamos sometidos a la economía globalizada», dijo Simon a la argentina Revista Ñ cuando se presentaron en Buenos Aires estos dos largometrajes.
En Geografía humana, Simon recorre la estación junto a su amigo Simon Mérabet, un ciudadano del sur de Francia con antepasados argelinos. La participación de Mérabet es esencial: debido a sus orígenes y al hecho de vivir en una zona periférica de Francia, era más fácil establecer una relación con las personas que van todos los días a la estación. De alguna forma, existía una especie de vínculo entre desplazados, una conexión con gente que vive en Francia, pero que no se siente del todo francesa. Es él quien se acerca para iniciar la conversación con los vendedores, los trabajadores de limpieza y los de seguridad de Gare du Nord. Todos ellos son extranjeros con estudios universitarios que no han logrado conseguir en París un trabajo en el que puedan poner en práctica su preparación académica. Sin embargo, estos son personajes que prefieren quedarse a vivir en Francia antes que regresar a sus países de origen. Otro tipo de personas que se pueden ver en esta cinta son los adolescentes y jóvenes franceses de origen árabe y africano. Radicados en los suburbios de París, estos personajes utilizan la terminal a diario como un punto de reunión.
Observando detenidamente lo que ocurre dentro de Gare du Nord, es posible trazar un mapa de Francia y una radiografía de su actualidad política: hay jóvenes franceses de clase media que se ven en la necesidad de emigrar a lugares como Reino Unido o Hong Kong, tal como lo han hecho los inmigrantes que han llegado a ese país, donde están tranquilos a pesar de tener trabajos de bajo salario; mientras que los jóvenes de origen árabe y africano protestan porque no tienen los mismos derechos que los blancos de su país.
Cuando Simon empezó a trabajar en este proyecto, su idea era solo hacer la película de ficción. Sin embargo, la investigación que realizó para poder escribir el guion fue tan larga que al final tenía suficiente material como para hacer un documental también. Pero es que además, una sola película no alcanzaba para retratar a ese complejo lugar que es Gare du Nord:
En la ficción todo está elaborado con la idea de que conocemos los personajes en relación con los otros, los protagonistas reaccionan a lo que les sucede. En cambio el documental es más político, trata sobre el nomadismo, los inmigrantes y la globalización. De la estación me atrajo que es un espacio democrático: cualquiera puede acceder al lugar y si el presidente de la república quiere viajar a Bruselas en tren, debe ir como todo el mundo a Gare du Nord.
Pero hay una tercera contraparte. Si la diferencia entre Gare du Nord y Geografía humana venía dada por los límites entre la ficción y la no ficción, uno de sus más recientes trabajos, Le Bois dont les rêves sont faits (La madera de la que están hechos los sueños), se aleja de ese lugar que sirve para ir al trabajo, para posarse más bien en el espacio que usa la gente para relajarse. Este documental es un estudio de las idas y vueltas de los habitantes de París por uno de los parques más concurridos de esa ciudad.
El trabajo de Simon está marcado por su fijación con una pregunta que aparentemente no tiene respuesta: ¿Qué es realmente una historia? Cada vez que cree que ha encontrado la respuesta, le urge hacer otra película. «Y siento que estoy de nuevo en el principio».