Quizá uno de los campos que más se nutre de los neologismos es el del arte. En cada época surgen cantidades de ‘ismos’ o categorías para nombrar nuevas tendencias, estilos, o para dar relevancia a artistas o grupos emergentes. Las categorías y los nombres con los que se pone en escena a ‘lo nuevo’, a lo que ‘rompe los esquemas’ (lo ‘rupturista’, dirían los que se mueven en este campo) suelen ser cada vez más rebuscados, más crípticos, como si con eso se lograra que lo nombrado (y lo que representa a ese nombre) quedara solo a disposición de los que saben, de los eruditos del arte. Muchas veces, gracias al léxico que se usa y a todo el conjunto de representaciones que acompañan a estas palabras, el arte queda fuera del alcance de la gente ‘de a pie’, de la que no está al tanto de las nuevas tendencias, de la que no entiende lo que es el verdadero arte, de la ‘plebe’.
Es común encontrarnos en museos con obras que no comprendemos, sobre todo ahora que las categorizaciones de lo que es arte están tan dispersas y son tan inasibles. Supongo que a muchos nos ha pasado que, al ver una obra, hemos comentado sobre lo difícil que es comprenderla o hemos escuchado frases como «mi sobrinito de cinco años puede hacer algo mejor» o «voy a juntar dos cuadrados de papel higiénico, los pinto de rojo y los vendo carísimos». Eso sucede porque no somos capaces de entender ese tipo de lenguaje, porque no somos parte de ese grupito que tiene la potestad de nombrarlo. Sucede que en el arte la palabra es muy importante, pues mucho de lo que habilita a la obra como artística es lo que se dice de ella, las palabras que el autor o la crítica usan para definirla y explicarla. Puede tratarse de dos cuadrados de papel higiénico pintados de rojo, pero si las palabras que los definen son lo suficientemente convincentes, estos pedazos de papel dejan de ser solo eso y se convierten en arte (o en mercancía, según cómo lo veamos). Los artistas me dirán, seguramente, que la cosa no es tan simple, que para que esos objetos se conviertan en arte existe un proceso largo de creación y creatividad. Puede que sea cierto, pero también es cierto que si no podemos explicarlo, pocos se darán cuenta de lo que se trata.
El léxico del arte es bastante críptico, no está al alcance de todos, por eso quizá haga falta que aterrice un poco para que los que no somos tan versados en el tema podamos entenderlo y familiarizarnos con él. Y no solo me refiero a las artes plásticas (que son las más complicadas de entender) sino también a todas las otras artes. Debido a que la forma de comunicar del arte es más sensorial, es decir, pasa por otros sentidos como la vista o el oído, es necesario ser también muy sensibles al momento de explicarlo, ser más ‘simples’ (aunque esta palabra suene a herejía) cuando se quiere instruir al neófito. Muchas veces da la sensación de que las palabras o las construcciones que se usan estuvieran pensadas para confundir en lugar de acercar, y eso solo da cuenta de lo poco democrático y extremadamente subjetivo que puede llegar a ser el arte.