“El idilio entre la ciudad y el ser humano está roto”

La primera proyección contó con la presencia del arquitecto Mauricio Salgado Vejarano

“La gente tiende a sentarse donde hay lugares para sentarse”. Este impresionante hecho empírico fue el hallazgo principal de William H. Whyte y su equipo tras una larga investigación sobre la utilización de espacios públicos en Nueva York y otros lugares de Estados Unidos.

El fruto del estudio fue la incorporación de sugerencias para mejorar la calidad de los espacios en el código de ordenamiento de la ciudad conocida como “la gran manzana”, así como un ensayo visual titulado La vida social en pequeños espacios urbanos, en el que se va desglosando su trabajo mediante comentarios a las abundantes cintas de video que grabó durante el proceso.

Contrario a lo que muchos podrían pensar, la película es realmente divertida, narrada con la ironía y el humor del propio Whyte.

El urbanismo, las prácticas que conforman y dan espíritu a una ciudad, es sin duda un tema complejo; pero entre tanta planificación, burocracia y egos, a menudo se olvida el sentido común y a la persona.

Por eso, un urbanista debe ser cualquier persona que viva en una ciudad, que busque transformarla y mejorarla. Con esto, el ciudadano estará en el centro de la función de su hogar.

Este fue el trasfondo con el que se inauguró el martes en OchoyMedio la muestra Cine ciudad, que mediante la proyección de películas críticas con los modelos urbanos, busca abrir espacios de debate entre el público y personalidades relevantes en el campo.

En el evento de inauguración estuvo presente el reconocido arquitecto Mauricio Salgado Vejarano, para hablar de los ideales detrás de su alabado trabajo de remodelación en la Plaza Grande de Quito entre 1990 y 1992.

En su charla mencionó varias veces el espíritu clásico en arquitectura, ¿cómo lo define?

Es la presencia de la proporción del cuerpo humano en la arquitectura. Un cuerpo proporcionado equivale a siete cabezas, es decir, ese tamaño siete veces. Lo mismo ocurre en arquitectura. Los intervalos tienen que estar referidos a las distancias, capaces de ser medidas con el ojo, el brazo y la altura de un ser humano. Tiene que tener una escala humana.

La búsqueda de ese espíritu mira hacia el pasado, ¿los problemas surgen de la modernidad?

Por supuesto. Primero por la sociedad de masas y segundo por el capitalismo, que crea las necesidades del mercado para obtener rédito de una sociedad masificada. En estas condiciones el ser humano es lo último que importa, lo primero es siempre la ganancia. El idilio entre la ciudad y el ser humano se rompió tras la consolidación de la sociedad de masas luego de la Segunda Guerra Mundial.

Basado en la realidad de Quito, ¿qué elementos hacen falta para lograr ese paradigma?

Más que elementos concretos, lo que hace falta es un espíritu, una intención que acabe con las proporciones desmedidas.

De forma más específica, ¿qué cosas cambiaría en cómo se organiza la ciudad?

Primero, hacer un plan urbanístico que responda a una escala humana, organizar la ciudad en torno a hitos y nodos, articulados entre sí, en lugar de una gran macrociudad. Hay que articular un conjunto de signos que hagan un supersigno ordenado.

Entonces, ¿la idea sería reducir la funcionalidad y tamaño de los espacios públicos?

Más que espacio público, zonas urbanas. Por ejemplo, se puede percibir claramente el sector histórico colonial, del Panecillo a La Alameda. Eso está articulado entre sí y con La Mariscal, hasta la Orellana. Más allá de eso ya se extiende la ciudad sin medida ni articulación, no hay una referencia. No está bien conectada la ciudad, y para hacerlo hay que delimitar bien sus zonas.

El tema del transporte tiene mucho que ver…

El mismo criterio es la respuesta: articular sectores más pequeños. Deben tenerse en cuenta zonas independientes, no pretender que el sistema vaya de una punta a la otra, la idea sería ir cambiando de sistema hasta llegar al destino.

Pero, ¿cómo se llega ahí desde la situación actual?

Es más simple de lo que parece. Existen los corredores Oriental y Occidental, que pueden sustentar dos sistemas aéreos de transporte ultramoderno, que vayan a lo largo de la ciudad. Desde ahí, se tendrían que articular con subsistemas transversales. Por ejemplo, en el Centro Histórico pueden usarse trenes pequeños que van por la mitad de la calle.

Existe un consenso de que Quito es una ciudad poco habitable, ¿cuál es su diagnóstico?

Hace falta, en primer lugar, planificación. La única planificación considerable es el plan regulador de 1940. Si no fuera por eso, Quito sería un desastre. Pero no es suficiente. Luego también está la falta de visión. Por ejemplo, cómo no se pudo percibir la necesidad de construir una ciudad en los valles, y se permitió que se hiciera ese macro feudo terrible, cuando se podría haber hecho una gran ciudad.

¿Se refiere a trasladar la ciudad que ya existía?

No. Dejar el Quito histórico y monumental donde está, y hacer una ciudad moderna, no modernizante, en los valles. Aquí arriba quedaría intacta.

¿Qué cosas paralelas son las que se deberían hacer?

La principal, como ya dije, sectorización: crear nodos en los límites urbanos que sean a escala humana y que compartimenten la ciudad. En el siglo XX se perdió esta medida humana, pero se puede recuperar a través de volver a crear zonas delineadas por los límites importantes, nodos e hitos.

Datos

Las proyecciones de la muestra ’Cine Ciudad’ estarán abiertas en la sala de OchoyMedio hasta este sábado.

La proyección se realiza desde las 18:00.

Se exhibe material cinematográfico proveniente de Perú, Holanda, Estados Unidos, Brasil y Argentina.

Entre las películas se destaca ¡A un dólar! ¡A un dólar!, un largometraje en el que se aborda la problemática del comercio informal en el Ecuador.

Entre los invitados a los foros durante este fin de semana estarán Juan Diego Donoso; Diego Hurtado (Asociación de Peatones de Quito) y la urbanista Yadhira Álvarez.

El precio de las entradas a las funciones es de $4.80 para el público en general y $3.80 para estudiantes; para personas con capacidades especiales el costo de la entrada es de $2.40