El despacho del Ministro de Cultura y Patrimonio es un sitio grande al que se entra por una puerta pequeña. Pero es menos amplio que su exoficina de la Casa de la Cultura Benjamín Carrión, ocupada ahora por Camilo Restrepo, uno de sus exasesores.
Al escritor Raúl Pérez Torres no le incomodan las corbatas —las usaba incluso en otras funciones— y repite frases del presidente Lenín Moreno Garcés, como la de hacerle una «cirugía mayor a la corrupción» o la de tener «la mano extendida». El escritor ha mandado a traer, al último piso del edificio del Ministerio, un par de esculturas y algunas pinturas que llevan las firmas Kingman, Aguirre, Guerrero… uno de los cuadros está en el lugar donde se hallaba el retrato del expresidente Rafael Correa Delgado, una imagen común en varias dependencia del Estado. Desde mayo, algunos rostros han cambiado en el gobierno.
La decena de funcionarios que ha tenido esta cartera de Estado ha dejado tantos temas pendientes que una política pública para el desarrollo de las artes aún es inexistente en el Ecuador. Pérez dice que tener arte en la oficina «abona», porque se predica con el ejemplo y «la cabeza de una institución es importante». Todo luego de haberle dicho al más de medio millar de sus empleados que no concibe a los burócratas del sector sin que se conviertan en gestores culturales.
Su llegada al Ministerio de Cultura de Cultura y Patrimonio (MCyP) no deja de ser paradójica, pues es la primera vez que un funcionario acepta el cargo luego de ser uno de sus detractores. Mientras presidía la Casa de la Cultura Ecuatoriana (CCE), el autor de Teoría del Desencanto criticó las dilaciones de la entidad a la hora de elaborar el proyecto de ley. Y se opuso a la normativa cuando fue aprobada por la Asamblea Nacional.
Este diálogo aborda el destino de la Casa como «ente ejecutor» de la cultura, la cual Pérez habitó como Presidente durante tres períodos: 2000-2004, 2012-2016 y el que no pudo completar por la entrada en vigencia de la Ley Orgánica de Cultura (a fines del año pasado) y porque dejó de lado la candidatura cuando le propusieron que encabezara el MCyP, «ente rector».
Siempre discrepó con el Ministerio, ahora lo asume, ¿cómo se explica eso?
Desde hace muchísimos años estoy defendiendo un código ético: la participación de los trabajadores de la cultura. En eso no me voy a desdecir nunca. Parecería que estoy del otro lado, pero si es que entendemos la filosofía de este gobierno, quiere decir que estamos juntos.
Con una apertura hacia la CCE y sus 24 núcleos, será importante conversar para que gane no uno u otro grupo sino el país, que tendrá un espacio público de reflexión y crítica como fue la Casa en el tiempo de Benjamín Carrión (1897-1979). Y habrá un presupuesto que haga posible eso.
Pero en el gobierno se habla de austeridad, y la cultura no es un sector prioritario…
Estamos en un momento económico crítico, claro, pero hay que salvaguardar el trabajo cultural, tanto de la CCE como del MCyP.
Todos sabemos que se han olvidado de la cultura, que no ha sido esencialmente un punto de vista del Estado ecuatoriano y que ahora es el momento de remediarlo. Pese al tiempo difícil que vivimos, la cultura tiene que ser por donde se atraviese este momento tormentoso, con la creatividad y la imaginación de los artistas.
¿El MCyP será el que elabore políticas públicas y la CCE el ejecutor de estas, como dispone la ley?
Tiene que ser así. Qué bueno sería que nosotros, en un momento dado, podamos auspiciar una colección de ensayo, novelas de los grandes del país y hacer posible eso en las editoriales de la CCE, con acuerdos.
¿Por qué presentará reformas a la Ley Orgánica de Cultura aprobada en 2016?
Dos o tres personas están estudiando eso y el reglamento de la ley, con el cual hay que tener mucho cuidado, tino porque fue hecho al apuro y deja en muy mal predicamento a la CCE. Deja sin presupuesto a la Casa Matriz, ahora llamada Sede Nacional y al Núcleo de Pichincha [cuyo actual presidente es el ex Director de Comunicación durante su gestión en la Casa, Francisco Ordóñez].
Siempre estuve en contra de que haya estas dos entidades. La matriz había hecho sus funciones y contenía a todos los actores culturales, ahora tengo la sensación de que va a suceder una división en Pichincha, una polémica interior que no viene a cuento en este momento porque, como ha dicho el presidente Moreno, hay que tener la mano de la cultura extendida, como en todos los procesos nacionales.
¿Entonces una de sus reformas incluirá la eliminación del Núcleo pichinchano y el retorno de la Casa Matriz?
Habría que ver qué es lo mejor, lo más técnico y profesional porque en el caso de que se quite el presupuesto de la sede nacional, se quitarían también sus facultades de ser un elemento integrador de todos los núcleos provinciales, mientras que del Núcleo de Pichincha no se sabe cuál mismo es su papel porque tendrían que repartirse los espacios de la CCE. Eso va a generar, realmente, una molestia.
Pero el articulado indica que la sede será el organismo coordinador de todo el país, y los núcleos, órganos operativos en cada una de las provincias…
Nos opusimos a esa ley permanentemente porque no fue socializada, pero vamos a ver si es que estudiando entre todos podemos sacar algo que apoye a la cultura nacional, no que sea propicio para distanciamientos de ninguna naturaleza.
Hay ciudadanos, incluso artistas, que están inconformes con la gestión histórica de la Casa de la Cultura…
En 72 años, la CCE ha funcionado de la mejor manera, con los altibajos que tiene cualquier institución pública, pero bajo la filosofía de que se convierta en un espacio público, que pueda ser el lugar donde se critique y hable de manera libre y popular alrededor de todos los temas que atañen a la política y la sociedad ecuatoriana.
Su antecesor, Andrés Arauz, reasignó los fondos a entregarse a los núcleos de la CCE, ¿esas cifras se mantendrán?
Se trata de una regla de cálculo rarísima. Hemos tratado de desentrañarla porque a uno que otro núcleo le darían un poco más de presupuesto y un poco más es $ 50 mil al año, con lo cual es muy difícil hacer un buen trabajo cultural. No es un reglamento pensado para apoyar a la CCE, no ha sucedido así durante esta década, en la que nos han quitado el presupuesto, cada año un rubro distinto.
La ley de cultura integró a quienes fueron aprobados por el RUAC (Registro único de artistas y gestores culturales) a las votaciones de la CCE, ¿eso continuará?
No, no. Eso fue una cosa muy apresurada y no dio buen resultado. El RUAC es un gran registro, que necesitan todos los países (queremos saber quiénes hacen cine, cuántos productores y fotógrafos hay), pero no se puede hacer una lista para que todos vayan y voten en las casas de la cultura. Eso no es ético ni profesional.
Vamos a reformar el RUAC para que estén las personas que tienen que estar, los artistas y gestores culturales, es para ellos esto. Para que si nos llaman de fuera del país, consultando quiénes podrían ir a un coloquio de artes, trabajemos con ese registro, y llamar a quienes están calificados, por su excelencia y trabajo de vida.
Entonces, quienes podrán votar por autoridades de la CCE serán los miembros de una nueva selección del RUAC…
Sí. Vamos a volver a calificar a quienes estarán dentro de este registro. Para eso habrá un grupo de personas solventes que no pertenezcan a un partido político o movimiento sino que sean personas del medio cultural que puedan evaluar la esencia de quienes hacen el arte aquí.
Hay que ser riguroso porque ese registro se necesita para el Seguro Social, prestaciones y todas las garantías que se pueden imaginar desde el McyP.
¿Ya hay una comisión de quienes determinarán esa nueva lista?
Hay dos o tres personas que están en eso, todavía no puedo decir sus nombres, no tengo las certezas, pero va a ser gente calificada para este trabajo.
¿Qué pasará con quienes votaron por primera vez en las últimas elecciones de la CCE —a las que se llamó ‘las más democráticas’ de su historia—, y que quizá ya no estén ratificados?
Se equivocaron en el planteamiento político de esto porque ninguna de las personas que podía aupar aquello del RUAC ganó. Se reeligieron 17 presidentes de los núcleos, como debía de ser, porque ya estaban reelectos para cuatro años.
¿Van a crearse elencos nacionales en diversas artes, como dice en la ley?
Es muy temprano para decir cómo los vamos a hacer, pero lo ideal es que se hagan. En la CCE hay algunos elencos nacionales ya, el Coro de la Casa de la Cultura, el Conjunto de Cámara y otros grupos que están yendo permanentemente a las provincias. Eso hay que respetar y darles el auspicio necesario y multiplicar los grupos, para que el talento nacional no esté desperdiciado en muchos lugares, como lo está ahora mismo.
¿Qué pasará con los artistas que se queden por fuera de los elencos?, ¿no recibirán recursos?
No deben negárselo si son de reconocida solvencia. Y conocemos quiénes son los pintores, escritores y otros artistas porque tampoco es que sean millones, aunque eso sería lo ideal en una nación.
Si los posibles funcionarios-gestores del Ministerio organizan talleres, pasarían a ser ejecutores de la cultura…
No, no se trataría de ejecutar, sino de aprender las materias artísticas, algo tan importante para el espíritu social e individual de las personas. Eso nos ayuda y pone un sentido de alegría en lo que hacemos, de seguridad, de certeza. El MCyP no puede crear un artista, un escritor, pero sí aportar para que se miren sus cualidades, a través de concursos, por ejemplo, o talleres de literatura. En Cuba, hay 318 casas de la cultura regadas. De la misma manera que sabemos que la seguridad es necesaria, que hay que crear en cada barrio una cosa policial, por qué también no se crea una biblioteca, un centro de arte.
Hay que organizar el Archivo Nacional…
Lo visité, veo que no debe ser manejado por un historiador sino por un técnico en archivos. Necesitamos uno que tenga un asesor que sea historiador.