El demonio en el fondo de los ojos de Antonio Ordóñez

Poeta tzántzico. Profesor de la Facultad de Artes de la Universidad Central y director de la Escuela de Teatro. Ha actuado en series televisivas como Pasado y confeso e Historias personales, en varias películas basadas en obras literarias nacionales y en el filme de Sebastián Cordero: Ratas, ratones y rateros.

Sin embargo, ha sido el Teatro Ensayo el mayor proyecto de su vida. Tomó la dirección en 1966 de la mano del director italiano Fabio Paccioni y ha puesto en escena más de 90 obras: Memoria desde el cacao  seco, El santo oficio del amor, Boletín y elegía de las mitas y Canto Esperéntico son algunas de las más importantes.

Y ahora, con la publicación de El demonio en el fondo de los ojos ha vuelto, después de toda una vida dedicada al teatro, a la poesía.

¿Se vincula al Grupo Tzántzico como poeta?

Sí, cuando cursaba quinto curso en el Colegio Mejía me dejé arrastrar por Simón Corral, con quien hacíamos el periódico Surcos.
En una obra llamada Contrapunto decíamos, parados sobre mesas, poemas de (Jorge Enrique) Adoum y otros autores fundamentales del país, mientras Ulises Estrella repetía, vestido con smoking, versos cursis para que se sintiera la diferencia.

El órgano de difusión del Grupo Tzántzico fue la revista ‘Pucuna’, hace poco reeditada de manera facsimilar.  Usted fue parte de estos y publicó sus poemas en esta.

Sí. Los tzántzicos funcionábamos como un taller permanente. Escribíamos, cuestionábamos, orientábamos y nos orientaban. Edmundo Rivadeneira, Jorge Enrique Adoum, Agustín Cueva y José Félix Silva eran como los hermanos mayores de quienes conformamos el Grupo Tzántzico y, posteriormente, la agrupación La Bufanda del Sol.

Entonces se dedicó de lleno al Teatro Ensayo…

La fecha clave de creación del Teatro Ensayo hay que buscarla el 5 de diciembre de 1963, en que bajo la dirección de Marco Muñoz, y en plena dictadura militar, llevamos a las tablas Réquiem por la lluvia, obra del  dramaturgo guayaquileño vinculado al grupo y colaborador de ‘Pucuna’, José Martínez Queirolo, pues aquel día, en el Café 77 nos vio Fabio Paccioni, a quien la Unesco había encargado, por pedido de Benjamín Carrión,  instaurar en el país la Escuela de Arte Dramático, el Teatro Popular, y el Teatro Ensayo que hoy prevalece.

Mi carrera, a partir de entonces, fue vertiginosa, pues en la medida en que Paccioni se concentra en la creación y dirección del Teatro Popular, me encarga, tan solo dos años después de haber sido creado, la dirección del Teatro Ensayo.

Se sabe que los echaron de la Casa de la Cultura…

En 1972, en un festival de teatro de San Francisco, Estados Unidos, dijimos, tras la interpretación de Boletín y Elegía de las mitas, que la condición de los indígenas en la dictadura que vivía  Ecuador no había cambiado y que seguían en condiciones de servidumbre. Fue entonces que el cónsul de Ecuador dijo que la reforma agraria había cambiado la condición de vida de los indígenas y que en todo caso, la ropa sucia se lavaba en casa. Dos meses después, en cuanto regresamos, nos enteramos que a causa de un informe suyo nos habían sacado de la Casa, presidida en aquel momento por un director del Archivo Nacional de Historia.

Ensayamos en el parque El Ejido, en mi casa, en el teatro de la Escuela Espejo y en el de la Concentración Deportiva de Pichincha, hasta que en 2002 regresamos a la CCE.
A pesar de que empezó como poeta, la publicación de El demonio en el fondo de los ojos sorprende por ser el primer libro…

Como dije, publiqué algunas cosas de mi época tzántzica en la revista ‘Pucuna’. Eran tremendos, lacerantes, caníbales… Hay un poema en el que alguien le corta la oreja a otro y se la come; lo escribí a partir de una pelea de choferes que vi, para establecer un contrapunto con la realidad.
De todos modos, también escribí poemas no exentos de ternura,   incluso gané un concurso de poesía organizado por la Asociación de Profesores de la Universidad  Central en 1993.

¿Por qué dejó de escribir poesía?

Me dediqué a escribir teatro. Aunque claro, algunas de las obras de creación colectiva que produjimos con el Teatro Ensayo, tienen segmentos de mis poemas. El canto esperpéntico, por ejemplo, incluye versos de El demonio en el fondo de los ojos. Mi poesía incluye teatro y viceversa.

¿En qué años fueron escritos los poemas de este libro?
De 2008 a la fecha. Hay cosas modernas: aviones no piloteados o transgénicos que acaban con la tierra, por ejemplo.

¿Cuáles son sus obsesiones poéticas?

Quiero pensar que El demonio en el fondo de los ojos es un libro de un solo  poema dividido en varias preocupaciones: la lucha de los pueblos; las traiciones y sometimientos de las que han sido víctimas; sus esperanzas aún no resueltas. Muestra también una postura antiimperialista, la necesidad de develar el fraude que representan los tratados.
Aunque no he dividido el libro en dos partes formales, hay algo así como una segunda parte que habla de tiempos antiguos.

¿Está satisfecho con el resultado?

Tengo que convencerme a mí mismo de que sí, sino me han de decir que he hecho panfletos…

¿Se puede sentir el espíritu tzántzico en estos poemas?

No he perdido el espíritu tzántzico. En mi libro hay una actitud irreverente hacia el mundo, un señalamiento doloroso, un comportamiento combativo.

¿Por qué esperó tantos años para publicar el libro?

Porque estaba indeciso. No había fungido de poeta hace tanto tiempo, que dudaba en salir. “¿Cómo así?”, me preguntaba a mí mismo, me parecía algo clandestino.

¿Qué lo motivó a publicar finalmente?

La fuerza que me dieron compañeros tzántzicos como Humberto Vinueza. “¿Para qué escribes si nos vas a publicar?”, me preguntaban y esto me animó.

¿Publicará un nuevo libro de poesía?

Casi inmediatamente. Pero de momento me interesa más publicar un ensayo: “Signos sociales y signos teatrales en América Latina”,  con el cual quiero celebrar en este año los 50 primeros años de vida del Teatro Ensayo.

¿Con qué poema  empezaría su recital?

Con ‘Sangre tentada desde lejos’. “Ahora que quiero dar el siguiente paso tengo una / señal que procura una fuerza distinta”…