El choque de la conquista: ‘knock out’ al cosmos civilizatorio

En su obra El Pensamiento Mestizo (Paidós Ibérica, 2000) el historiador francés Serge Gruzinski explora el complejo panorama de los mestizajes desencadenados en América a partir de la colonización europea. Al resaltar el valor creativo de los mestizajes, prefiere evadir las interpretaciones simplistas que postulan una lectura dicotómica del cruce de culturas y una visión esencialista de las identidades. Centrando su atención en la multiplicidad de realidades que genera la colonización europea en las distintas latitudes del continente, Gruzinski delinea una mirada alternativa al fenómeno colonial, en la que se destaca la capacidad de las culturas invadidas para responder activa y creativamente a los desafíos que impone el mestizaje, visto como fenómeno que desborda la simple yuxtaposición y conduce a la configuración de realidades culturales inéditas.

Este análisis plantea dos variables fundamentales para la lectura de los mestizajes en el Nuevo Mundo: el choque de la conquista y el proceso de Occidentalización. La primera de estas variables es el resultado del encuentro brutal de dos mundos extraños, y domina las primeras décadas de la conquista e instaura un período marcado por la confusión, el desencanto y la inestabilidad.

El intento de separar dos repúblicas (una de españoles y otra de indios), se debilitó por los mestizajes. Las ‘castas’ se tornaron en herramientas ‘maniobrables’. Contrario a lo que se cree, en los inicios de la colonia el ‘origen étnico’ no definía por completo la posición de un individuo en la sociedad.

Por su parte, la segunda variable se relaciona con el intento de reproducir sistemáticamente las características del cosmos y la sociedad europea en las tierras colonizadas. De esta forma, Gruzinski renuncia al empleo tajante o unidireccional de categorías convencionales como ‘identidad’ o ‘cultura’, planteando en su lugar que los mestizajes en América tejieron una imbricada red de procesos complementarios y paralelos entre sí, procesos que marcarían para siempre la peculiar estructura de la sociedad latinoamericana.

La conquista europea en América completó el panorama continental del planeta, y al mismo tiempo, introdujo un elemento económico-cultural de gran fuerza dinamizadora, esencial para el futuro de las relaciones comerciales, políticas y sociales que comenzaron a configurarse en el naciente capitalismo.

En este contexto, Gruzinski mira a la conquista como un fenómeno de doble vía, que si bien desata una conmoción generalizada en las diversas culturas del ‘Nuevo Mundo’ —al destruir para siempre las bases y manifestaciones de sus paradigmas culturales—, al mismo tiempo exige a la propia sociedad colonizadora la necesidad de emprender un proceso de reconocimiento a partir de su contraparte americana.

El análisis de Gruzinski no se reduce a la fórmula simplista que enfrenta a indios buenos contra españoles malos. Su lectura visibiliza aquellos espacios intermedios generados a partir de los mestizajes, sin perder de vista que estos se relacionan a un proceso recurrente de ‘otrerización’ y ‘homogenización’ de los pueblos aborígenes.

Sin reducir la lectura a la fórmula simplista que enfrenta a indios buenos contra españoles malos, lo interesante de este análisis radica en la visibilización de aquellos espacios intermedios generados a partir de los mestizajes, sin perder de vista que estos se relacionan a un proceso recurrente de ‘otrerización’ y ‘homogenización’ de los pueblos aborígenes americanos¹.

A partir de la conquista, los nativos americanos fueron el eterno ‘Otro’ del ‘hombre civilizado’, un enigma indescifrable que generó encendidos debates encaminados a determinar la humanidad de aquellos extraños seres, difíciles de catalogar como ángeles o demonios. Este primer abismo generado por la conquista, a decir de Stuart Hall, provocó que los conquistadores se reconstruyeran a sí mismos a través de la producción/invención de una exterioridad articulada en torno a la imagen de una otredad absolutamente ajena, una suerte de afirmación desde la negación que, si bien se sustentaba en un discurso de poder, también implicaba una reinvención permanente del dominado. En este intento, la ‘etnicidad’, reservada y atribuida exclusivamente a los ‘Otros’ —salvajes y extraños—, fue expulsada del corpus de la modernidad europea-occidental y cimentó una ontología jerárquica que pretendía legitimar un orden específico de diferenciación a través de los mecanismos de otredad, alteridad y exclusión2.

No obstante, lejos del desesperado intento de los conquistadores por ‘codificar’ a los nativos a partir de estas categorías diferenciales, Gruzinski afirma que el primer período de la conquista —al menos— se caracterizó por un desorden generalizado y por la pérdida total de referencias. Esta dinámica de inversión dialéctica afectaría tanto a invadidos como a invasores. La turbulencia que se generó tras la conquista provocó la imbricación profunda de los confines de los mundos indígena, afro y europeo, un revoltijo que tornó imposible cualquier distinción purista o esencialista de uno u otro. Al ‘padecer’ la yuxtaposición generalizada de las fronteras, los tiempos y los imaginarios, las distancias y las cercanías provocadas por los mestizajes profundizaron la incertidumbre generalizada de la comunicación, el distanciamiento físico-psíquico de los individuos con respecto a sus referencias culturales de origen y la improvisación como estrategia de supervivencia.

En medio de este caótico e impredecible contexto, la distinción —‘algún tiempo’ reconocible— entre conquistadores, indígenas y esclavos experimentó una cierta relativización que la tornaron cada vez más ficticia. Es por ello que al referirse a las formas de existencia social de los siglos XVI y XVII, Gruzinski discute la idea de una sociedad colonial claramente estructurada y definible; en su lugar, plantea la conformación de una serie de ‘zonas extrañas’ que en pocos años provocaron una fractura de los grupos locales y una metamorfosis desenfrenada del cuerpo social en su conjunto. En otras palabras, las formas sociales de la colonia se parecen más a unos ‘conglomerados’ que representan la expresión paradigmática de la turbulencia, la yuxtaposición brutal y la imbricación forzosa entre varias formas de entender la vida y el universo.

Al esbozar este ‘anticosmos’, Gruzinski plantea que los mestizajes generados por la conquista afectaron a todos los bandos en cuestión, puesto que, en la América del siglo XVI, la tarea de recomposición de los fragmentos que dejaba la incipiente comunicación se realizó en un contexto de conquista, choque y violencia física imposible de prescindir. Tanto para esclavos como para indios, la capacidad de orientarse y actuar en este complejo escenario social se tornó en una cuestión de supervivencia, fenómeno que no dejó de afectar a los mismos conquistadores, cuya adaptabilidad al medio también determinaba en gran parte su incorporación y posibilidades de crecimiento social.

El imperativo de la supervivencia, la adaptación y la improvisación explica por qué los grupos más directamente implicados en la conquista aprendieron a manejarse con un corpus reducido de saberes locales y parciales, desechando toda aspiración de referencia a un paradigma global integrador.

La complejidad, el enmarañamiento y la imprevisión de las situaciones hacen que la supervivencia de unos y la adaptación de otros se vuelvan un ejercicio de miope. […] Desde la cima de las pirámides hasta el fondo de las cocinas, se suceden ajustes, compromisos y virajes.

Serge Gruzinski, El pensamiento mestizo

En medio de la transformación generalizada de los saberes y las prácticas, cada individuo enfrenta el desafío de construir su palimpsesto personal, a partir de las impresiones, imágenes y nociones que ha logrado incluir en su práctica inventiva. Y precisamente, la capacidad de incorporación y adaptación de los actores sociales de la primera colonia, se caracterizaría por un manejo estratégico de las categorías jurídicas, sociales o económicas que gozaban de vigencia en la época.

Con respecto a este tema, en su estudio Raza y etnicidad en América Latina, el antropólogo inglés Peter Wade plantea que el intento de separación impuesto por los conquistadores en la forma de dos repúblicas (una de españoles y una de indios), se debilitó paulatinamente por efecto de los diversos mestizajes, por lo que las ‘castas’ en lugar de designar atributos definitivos, se tornaron en herramientas ‘maniobrables’ a disposición de los individuos para la consecución de determinados fines u objetivos3.

En tal virtud, contrario a lo que generalmente se supone, en los primeros tiempos de la colonia el ‘origen étnico’ no determinaba por completo la posición de un individuo en la sociedad, pues en ella intervenían también variables de índole social o económica. Por ejemplo, cuestiones como la ‘calidad’ —entendida como la valoración social de los individuos en el entramado social—, si bien se establecían o definían desde el campo jurídico, mantenían relación con una serie de aspectos secundarios como el color de la piel, la pureza de sangre, la profesión y prosperidad, la dignidad personal, la integridad, el lugar de nacimiento y la tradición local, entre otros.

Hasta cierto punto, esto produjo el carácter negociable de las categorías y códigos, ya que figuras como la ‘etnicidad’ —que delineaba el contraste y diferenciación entre la humanidad civilizada y los ‘otros’ salvajes—, estuvo configurada por una combinación de factores no exclusivamente biológicos, sino también de carácter cultural, jurídico, social y económico.

La cuestión es que generalmente las categorías étnicas consideradas como ‘fijas’ o cerradas (españoles, indios, castas), en realidad son delimitaciones jurídicas de estratos sociales sorprendentemente abiertos en la práctica; de ahí el fenómeno paradójico de la ‘movilidad étnica’ individual.

Michiel Baud, Etnicidad como estrategia en América Latina y el Caribe

El choque de la conquista condujo a la consolidación de una atmósfera generalizada de incertidumbre comunicativa, que significó un knock out al anhelo de instaurar un ‘cosmos’ civilizatorio plenamente racional y arquetípico. En su lugar, se constata la configuración de un contexto signado por la variabilidad, la inconmensurabilidad y los abismos que separaban a los universos conceptuales que entraron en contacto. Esto no reduce el núcleo del debate a un fenómeno exclusivamente conceptual, pues la brutalidad y el desprecio mostrado en la conquista provocaron modos de relación que se vinculaban con aspectos de orden epistemológico, antropológico u ontológico.

Por estas y otras razones, Gruzinski plantea que, a falta de poder precisar y procesar de una manera lineal la información disponible, los individuos y conglomerados van configurando saberes y prácticas dispersas a partir de la yuxtaposición ocasional y aleatoria de los datos, y por ello impresiones nunca llegan a conformar discursos coherentes y sistemáticos en sentido estricto.

No obstante, como reflejo de la doble vía propia de los mestizajes descritos por Gruzinski, la incertidumbre generalizada en la comunicación traería consigo un aspecto revelador, pues estimula la capacidad creadora y activa de los sujetos, quienes se ven obligados a flexibilizar su discurso y adaptar sus prácticas a un contexto híbrido indo-afro-europeo sin precedentes.

Esta presión forma, en los sobrevivientes, una receptibilidad particular, una flexibilidad en la práctica social, una movilidad de la mirada y de la percepción, y una aptitud para combinar los fragmentos más dispersos.

Serge Gruzinski, El pensamiento mestizo

En definitiva, los albores de la conquista se caracterizaron por su condición de tiempos confusos, plagados de decisiones tan fugaces como improvisadas, movimientos estratégicos que consciente o inconscientemente definían el éxito o fracaso de los individuos en el contexto social. Estos rasgos marcaron con fuerza las condiciones en que se desarrollaron los diversos mestizajes, al alumbrar —en todos los sentidos del término— un medio caótico, impredecible y sensible a la menor perturbación. Como síntoma propio de este panorama, se desprende la actitud paradójica de los conquistadores con respecto a los saberes originarios de las culturas nativas de América. Por un lado, se evidencia la discriminación y menosprecio de estas prácticas y conocimientos; y, por otro, se torna evidente el deseo de apropiación violenta de aquellos saberes generados por las culturas indígenas, conocimientos que si bien los conquistadores estaban lejos de comprender, eran muestra incuestionable de la íntima relación que estas culturas mantenían con el complejo biológico-cultural que les rodeaba.

Quizá por ello, más allá de la doble violencia (física y epistémica) de esta actitud y por encima de la incipiente y fragmentaria comunicación que caracterizó a la primera conquista, es posible imaginar una relativa interacción de los saberes hegemónicos y excluidos, pues por efecto de ella se generaron una serie de hibridaciones conceptuales que anidaron en el núcleo mismo de los mestizajes. El fruto de dichos mestizajes es la actual configuración social. Resta continuar rastreando estas huellas para ampliar la comprensión de nuestra particular y confusa condición.

Notas

1. De manera lúcida y enfática, el antropólogo francés Claude Lévi-Strauss (1908-2009) nos recuerda que la conducta mostrada por los conquistadores europeos, aquella que destierra lo ‘desconocido’ del territorio de la cultura al campo de la naturaleza, consiste en la actitud propia del salvaje. «Esta actitud de pensamiento, en nombre de la cual excluimos a los “salvajes” (o a todos aquellos que hayamos decidido considerarlos como tales) de la humanidad, es justamente la actitud más marcante y la más distintiva de los salvajes mismos. […] El bárbaro, en primer lugar, es el hombre que cree en la barbarie» (Lévi-Strauss, 1986: 48-49). Por su parte, entre otros autores, el historiador holandés Michiel Baud ha subrayado el proceso de definición étnica del que fueron objeto los pueblos conquistados, por medio del cual se pretendió desvanecer todas sus diferencias y encapsularlas en una categoría plana y lineal: ‘indios’.

2. En la misma línea, desde una perspectiva de género, la historiadora irlandesa Mary Nash plantea que la diferenciación en términos de ‘raza’, ‘etnia’ o ‘genero’, caracterizó al discurso colonial y operó una biologización del pensamiento social. «La diferenciación cultural de la diferencia en términos de categorías raciales quedó patente en el discurso colonial que caracterizó al “otro” —los pueblos colonizados— como grupos étnicos de una naturaleza supuestamente inferior» (Nash, 2001:25). De todas maneras, el fenómeno de la otrerización de los pueblos nativos americanos está íntimamente asociado a la homogenización de sus diferencias culturales y físicas; en conjunto, estos dos fenómenos contribuyeron a la invención del dominado inferior y salvaje, consolidando el argumento esencial que legitimaría los proyectos de evangelización y civilización.

3. En la misma línea, Michiel Baud afirma que la categoría étnica de ‘indio’ usualmente era empleada de manera estratégica, por lo que el esquema de las dos repúblicas —que tenía mucho en común con la legislación estamental y tradicional todavía corriente en la Europa del siglo XVI— da margen a la posibilidad de diferencias ‘dentro’ y ‘entre’ las dos repúblicas; así por ejemplo, existían españoles pobres al tiempo que indígenas privilegiados.

Bibliografía

Baud, Ma., et. al. (1996). Etnicidad como estrategia en América Latina y el Caribe. Quito: Ediciones Abya-Yala.

Chaves, M. E. (2007). Color, inferioridad y esclavización: la invención de la diferencia en los discursos de la colonialidad temprana. Afro-reparaciones: Memorias de la Esclavitud y Justicia Reparativa para negros, afrocolombianos y raizales. Mosquera, Claudia y Barcelos, Luiz (eds.) Bogotá: Departamento de Investigación para el Desarrollo (Sarec), de la Agencia Sueca de Cooperación Internacional para el Desarrollo (ASDI).

Gruzinski, S. (2000). El pensamiento mestizo. Enrique Folch González (trad.). Barcelona: Paidós.

Lévi-Strauss, C. (1986). Raza y Cultura. Alicia Duprat (trad.). Madrid: Emecé Editores.

Nash, M. y Marre, D. (2001). Multiculturalismo y género: un estudio interdisciplinario. Barcelona: Ediciones Bellaterra.

Restrepo, E. (2004). Teorías contemporáneas de la etnicidad. Stuart Hall y Michel Foucault. Cali: Universidad del Cauca.

Wade, P. (2000). Raza y Etnicidad en Latinoamérica. Ma. Teresa Jiménez (trad.). Quito: Ed. Abya-Yala.