«El Big Data aún no es tan poderoso como la visión humana»

José Miguel Cabrera Kozisek| Periodista y editor

Para Jorge Carrión, la música y las series son los discursos emocionales de esta época, pero nuestras decisiones no pueden depender de algoritmos.

Jorge Carrión se mueve en varios campos. Conocidísimo en América Latina por sus columnas sobre series, es también codirector académico del Máster de Creación Literaria de la Univer­sidad Pompeu Fabra. Colaborador en medios como El País, Jot Down, o el recientemente desaparecido The New York Times en Español, es un entu­siasta de los vínculos emocionales que produce el acto físico de buscar y encontrar libros y de escuchar reco­mendaciones personales para ver se­ries, en lugar de dejarse guiar por el algoritmo de alguna plataforma de streaming.

Esta última idea es central para tí­tulos como Librerías (2013), en el que recorre el mundo para construir una posible cronología acerca de cómo es­tos lugares se convirtieron en mitos culturales, o el más reciente Contra Amazon, en el que es crítico con el acto de entregar tantos datos perso­nales, emocionales y financieros a grandes plataformas, como Google, Facebook o, la que le da título al libro, Amazon.

Durante su paso por Ecuador, Jorge Carrión estuvo en Quito como Escri­tor Visitante del Centro Cultural Ben­jamín Carrión y, antes de eso, en la Feria Internacional del Libro de Gua­yaquil, donde habló sobre las series de televisión como instrumentos para analizar el presente, presentó Contra Amazon y respondió estas preguntas acerca de un futuro que temía de lejos la ciencia ficción, pero que hoy vemos cada vez más cerca.

Amazon ha eliminado al crítico para que, si te ha gustado un libro, las recomendaciones te las haga un algoritmo. Lo mismo ocurre con Netflix y otras plataformas de streaming. ¿Qué se pierde al quitar la mediación humana?

Yo diría que la prescripción humana es superior por muchos motivos, pero uno de ellos tiene que ver con los límites de la prescripción algorítmica. Netflix solo puede recomendarme series basándose en sus datos de mi consumo en Netflix. Pero yo consumo también en HBO, en Amazon Prime Video, en Movistar.

Me dejan series amigos míos en DVD, y durante 10 o 15 años he visto series cuyo consumo no está registrado en ningún sitio. Yo prefiero llamar a un amigo y preguntarle, porque su mente y su memoria no están tan limitadas. Aunque parezca mentira, el ser humano tiene una capacidad de visión de conjunto superior a la de los algoritmos. Por suerte, todavía el big data no es tan poderoso como la recomendación humana.

El autor plantea pensar en ciudades en las que el futuro ya se ha instalado, para que cada quien pueda tomar sus decisiones sobre las plataformas que usa.

Criticaste la cuarta entrega de The Matrix, y dijiste que te parece mejor idea contar cómo el mundo llegó a ese estado, pero sí se lo ha contado.

Pero no se ha dramatizado. Yo me refiero a una película en la cual tú ves al científico que inventó los sentimientos de las máquinas y cómo su hija se rebela contra el padre… Esa transición, en varias temporadas, podría dar lugar a una serie muy interesante. Y en cambio contar lo que Neo y su novia hacen después de la 3, no tanto.

Has dicho que las series pueden funcionar como una especie de terapia. ¿A qué te refieres?

Creería que la música y las series son los discursos emocionales centrales de nuestra época. Hay otros objetos culturales muy fuertes, como los memes o los videojuegos, pero en términos de conexión emocional, la música y las series son de una relevancia fundamental.

¿Las series nos ayudan a entendernos?

Yo diría que tienen una capacidad increíble para hacerlo porque narran el presente en tiempo real. Cuando empezó a emitirse Black Mirror, lo que nos maravilló a todos fue que estaba explicando nuestra relación con la tecnología a través de pequeñas innovaciones hiperverosímiles de un futuro cercano. Y esa lógica la ha llevado a un extremo Years & Years, la serie británica que cuenta qué podría pasar después del Brexit, en un fascinante y constante flashforward. Para mí, esa conexión con el nervio del presente es lo que nos conecta fuertemente con las series, en términos de reflejo de nuestra experiencia, algo que podrías tener leyendo a Thomas Mann o viendo una película de Hitchcock, pero sin la seducción de estar narrando lo que pasa en tiempo real.

EN SU L1BRO CONTRA AMAZON, JORGE CARR1ÓN HABLA DE CÓMO LOS ALGOR1TMOS HAN DESPLAZADO LA MED1AC1ÓN HUMANA Y CÓMO LA S1L1CON1ZAC1ÓN SE HA HECHO. Foto: Portada Contra Amazon

En ese sentido, aunque Black Mirror podría pensarse como ciencia ficción, es diferente, porque lo que siempre caracterizó este género era que contaba cosas que estaban realmente lejos de ocurrir…

Realmente es más que ciencia ficción, es tecnología ficción. De hecho ahora se habla mucho de ficción especulativa, y yo defiendo que la ciencia ficción es el nuevo realismo, que sus mecanismos se han convertido en los más ajustados para representar el presente, y que ya no tiene sentido contar la realidad según la convención realista decimonónica o del cine documental.

Contra Amazon habla de cómo los algoritmos han desplazado a la mediación humana, como si lo que se advertía en The Matrix y RUR empezara a materializarse: las máquinas y los software poco a poco tienen más el control… ¿Estamos viendo al gran temor de la ciencia ficción hacerse realidad?

Yo creo que, desde la Revolución Industrial, es irreversible que las máquinas tomen el control. Lo que se conoce como la siliconización del mundo, desde que se puso en marcha, lo ha hecho en un tiempo récord.

¿Es inminente?

La gran cuestión no es si deben o no tomar el control, sino en qué paradigma ético vamos a seguir desarrollando la inteligencia artificial (IA), y en qué momento y cómo se les va a delegar el control del tráfico, la seguridad… Lo que digo en mi libro es que realmente no hay prisa. Es decir, la imprenta era un modelo que inevitablemente iba a ser hegemónico porque era mucho mejor que el de los copistas, pero tardó décadas en implementarse. Ahora, cualquier nuevo modelo que se diga disruptivo se populariza a un ritmo extraordinario… Pero, por ejemplo, ¿aquí hay repartición de comida en bicicleta?

Claro. Funcionan con Glovo y Uber Eats.

¡Pero aquí no tiene sentido! Esta es una ciudad para coches. Este es un sistema absurdamente mimético en el que cualquier novedad se aplica sin una reflexión previa. Y eso es lo que habría que detener.

Entonces, ¿ese futuro irreversible tardará tantas décadas como la imprenta?

Yo creo que el futuro ya existe en diversas zonas del presente. Hay un futuro posible en China, donde usan el reconocimiento facial en clase para evaluar la atención y concentración de los alumnos, y hay una aplicación que se llama WeChat, que aglutina lo que aquí es WhatsApp, Facebook, Uber, o la del banco… Tiene todos los datos de los movimientos físicos, económicos, emocionales y sentimentales de la mayor parte de los chinos, eso es pura distopía que ya es realidad. Podemos evaluar qué ha pasado en distintas ciudades con Amazon, o con Uber, que se han vuelto monopolios, o qué pasa en China, cuando una app condensa tanto poder, evidentemente monitorizado por el gobierno. Y ha llegado el momento de pararse y decidir hasta qué punto la smart city tiene sentido y cómo se aplica en cada ciudad del mundo, y si tiene sentido seguir en Facebook, comprar en Amazon…

¿No habría que usar estos servicios?

Que cada uno tome sus decisiones como ciudadano en un contexto global en el cual estamos en emergencia ecológica. Además, ya hemos visto que los efectos de comprar por internet, pedir comida por internet, tener actividades solo en redes sociales o el teletrabajo han llevado a un aislamiento que ha provocado una epidemia nueva en la humanidad, que ya la OMS ha llamado «epidemia de la soledad». El argumento ecológico es fuertísimo; el argumento de la salud pública, importantísimo, y tenemos la distopía en China. Yo no digo que no haya que comprar en Amazon ni estar en Facebook, digo que todos tendríamos que pararnos a pensar y tomar decisiones micropolíticas al respecto. (CP)