Marcela Ribadeneira
Debra Zimmerman habla con gracia, con tranquilidad, como si los problemas de conexión entre Estados Unidos y Ecuador no le hicieran perder la paciencia, o no fueran motivo para desesperarse. Esta es una conversación en varios intentos y en ninguno de ellos, Debra dejó de lado la risa, la sencillez en sus expresiones, la contundencia en sus ideas.
Ver sus fotografías es completar el cuadro. En ese rostro hay alegría y ojos que revelan una conciencia e ideas claras, una apuesta por el cine hecho por mujeres. Debra es de esas mujeres que dan ganas de tener como amiga.
Realizó estudios de género y cinematografía en Nueva York. Conoce y ha hablado sobre distribución, marketing y financiamiento de filmes independientes en diferentes vitrinas internacionales. Fue jurado en festivales de cine independiente en diversos países y ha impartido clases magistrales en el Festival de Sundance y en el de Cine de Toronto. Pero si ella resalta es por ser la directora ejecutiva de Women Make Movies —Mujeres hacen películas—, desde 1983. Porque Debra Zimmerman es una mujer de cine comprometida por hacer crecer el cine hecho por mujeres y para mujeres; tanto que Women Make Movies (WMM) es la mayor distribuidora mundial de este tipo de filmes.
De entrada, si queremos hablar de Debra Zimmerman, de WMM, y de su trabajo, se debe hacer referencia a CitizenFour, el documental de Laura Poitras del 2014 —que ganó un premio Oscar a documental largo—, en el que se contó lo que hubo detrás de la filtración que realizó Edward Snowden de documentos que revelaron el espionaje de la Agencia de Seguridad Nacional en el mundo. Este proyecto consiguió finalizarse gracias al Programa de Asistencia de Producción que tiene la WMM.
Sin embargo, hay una consecuencia extraña con este trabajo: Snowden se convirtió en símbolo de resistencia y en la mayoría de los despachos de prensa —en los principales medios— el estadounidense compartió ese lugar con Glenn Greenwald —entonces periodista de The Guardian— y la figura de Laura Poitras, como autora del documental y cabeza de esta investigación, ha pasado desapercibida:
“Que no se le dé el crédito que le corresponde, que se la invisibilice, no debería sorprenderme, pero me sorprendió porque para mí [CitizenFour] ha sido siempre una historia contada por Laura, y Glenn fue la persona a la que ella trajo a la historia. Edward Snowden confió en ella por los filmes que ella había hecho antes de CitizenFour —cuenta Debra vía correo electrónico —. Dos años antes de que el documental saliera, yo estaba en el aeropuerto, me iba a Abu Dabi a un festival de cine, y Laura también iba para allá, así que pasamos un poco de tiempo juntas, en el aeropuerto, y me contó todas estas historias sobre lo difícil que era para ella viajar porque la paraban cada vez que entraba o salía del país y revisaban su computador. Eso era tan difícil, que eso hizo que se interesara en todos estos asuntos de seguridad. Ella había hecho filmes acerca de Guantánamo, de Omán, del mundo árabe, y por eso estaba en la mira del gobierno de Estados Unidos. Fue por toda esta experiencia que Edward Snowden confió en ella para que hiciera el filme, no fue por Glenn Greenwald. Fue por ella y por su credibilidad”.
Zimmerman estuvo en Ecuador, invitada por el festival Encuentros del Otro Cine (EDOC) de 2018. Ahí en el que se realizó un Foco en Women Make Movies, en el que se proyectaron cuatro filmes: Dreamcatcher, de Kim Longinotto (Reino Unido, 2015); Niña sombra, de María Teresa Larraín (Chile, 2017); Precisamos Falar do Assédio, de Paula Sacchetta (Brasil, 2016), y A better man, de Attiya Khan (Canadá, 2017).
¿Cómo llegaste a involucrarte en Women Make Movies?
Cuando entré a Woman Make Movies tuve la suerte de trabajar en un documental sobre mujeres maltratadas —el corto Why women stay, de 1980, que ella codirigiera con Jacqueline Shortell-McSweeney—. Rápidamente aprendí que el documental es una forma muy importante, y distinta, de comunicar a la gente temas sociales de mucha relevancia. Yo había trabajado en filmes independientes de ficción —el último estuvo dirigido por Robert Duvall, el actor—, pero la experiencia no fue del todo satisfactoria para mí. El documental realmente puede cambiar la vida de la gente, y eso es una parte clave de mi pasión por ese género.
Documentales que han sido parte de los programas de la fundación recibieron nominaciones para los Óscar durante los últimos ocho años. También han ganado premios en festivales como Sundance. ¿Crees que esto significa que las audiencias tienen más interés en estas películas hechas por mujeres y sobre mujeres?
Creo que estamos en un momento extraordinario. El rol de las mujeres en la sociedad, la manera en la que son representadas en la pantalla y la forma en que se les trata en sus lugares de trabajo se ha convertido en una discusión muy importante, en una discusión social, y creo que el trabajo que hacemos realmente está ayudando a que haya más mujeres detrás de cámaras, cambiando la manera en que se las retrata frente a la cámara. Estamos muy orgullosas de que este año, mujeres cineastas que han pasado por nuestro programa, han obtenido grandes logros. Dee Rees fue la primera mujer afroamericana nominada a un premio de la Academia por Mejor Guión Adaptado, por su muy poderoso filme Mudbound. Dee contrató a una mujer como operadora de cámara, que a su vez se convirtió en la primera mujer en ser nominada por Mejor Cinematografía —Rachel Morrison—. Este tipo de impacto es enorme. Nosotros trabajamos con Dee en su primer cortometraje, que luego se convirtió en un largo y luego, en una película para televisión. Después de eso, ella trabajó en Mudbound y pudo contratar a una cinematógrafa. Ahora, ambas son profesionales nominadas a premios de la Academia. Y pienso que esas cosas son las que harán que el movimiento Me Too continúe y tenga un impacto real, porque cuando hay más mujeres detrás de cámara, y cuando hay mujeres en posiciones de poder, es cuando las cosas realmente cambian.
Te iba a preguntar acerca del movimiento Me Too, pero ya me respondiste…
[Risas] Y probablemente no respondí tu pregunta original, no sé por qué..
En el tipo de gestión que realizas, ¿cómo ha sido tu experiencia con cineastas latinoamericanas?
Tengo mucha suerte porque en mi rol de directora de Women Make Movies puedo trabajar con muchas cineastas latinoamericanas. El año pasado estuve en Chile, y en Argentina fui parte del jurado del festival de documentales de Buenos Aires. En Chile hice un taller con mujeres, en Santiago, muy parecido al que voy a dar en Ecuador, como parte del mismo programa, el American Filmmakers Showcase, que es un programa que trae a cineastas y expertos alrededor del mundo para presentar películas o dar talleres y entrenamientos. (…) Quedé muy impresionada, tanto en Chile como en Argentina, por la calidad de los filmes hechos por las mujeres, por su sofisticación (…)
A principios de los ochenta, uno de los primeros proyectos en los que estuve involucrada a través de Women Make Movies fue Punto de vista latino. Queríamos que la primera exhibición de filmes fuera de y sobre mujeres latinas que vivían en los Estados Unidos. Queríamos proyectar los filmes alrededor del país, pero no había suficientes filmes hechos por mujeres en los Estados Unidos, por lo que tuvimos que mirar a Latinoamérica y encontramos que se habían hecho más filmes allí.
De hecho, había un filme de una cineasta ecuatoriana llamada Mónica Vásquez, era Tiempo de mujeres; otro de Valeria Sarmiento, de Chile, quien estaba exiliada. Se llamaba El hombre cuando es hombre, y eran realmente fantásticos. También había un colectivo de mujeres en Colombia llamado Cine Mujer, entonces juntamos todos y esa fue la primera exhibición de filmes de mujeres latinoamericanas que llevamos alrededor de los Estados Unidos. Pienso que ayudaron a inspirar a mujeres jóvenes, a cineastas latinoamericanas, a hacer filmes en los Estados Unidos. Estoy muy agradecida, de hecho, a las mujeres latinoamericanas que vienen haciendo películas por ya algún tiempo.
¿Cómo ves la realidad del cine documental en el mundo?
Pienso que ha habido una verdadera explosión acerca del documental alrededor del mundo, pero muy particularmente en Norteamérica y Sudamérica. En Europa ha habido una larga tradición; en México (…) hay muchos festivales de cine documental en México que no existían hace 10 años. Festivales como los EDOC son muy importantes, en el sentido de que llevan filmes no solo a la audiencia que acude a verlos, sino también a escritores y gente que escribe sobre ellos, para que otras personas lean sobre ellos o escuchen sobre ellos en redes sociales y tengan entonces una oportunidad de mirarlos en plataformas digitales o por otros medios. Los festivales son una parte central en las estrategias del lanzamiento de cualquier filme independiente.
Justamente te iba a preguntar cómo los críticos de cine y periodistas de cultura pueden contribuir a que se tienda un puente entre estos filmes y sus potenciales audiencias…
Creo que la cosa más importante es que los críticos de cine se aseguren de no solo reseñar blockbusters, sino también de abogar frente a sus editores para que se puedan cubrir filmes más pequeños. Y también que sean creativos, que conecten a estos filmes más pequeños con filmes más grandes que están ahí afuera. Los periódicos, las revistas online y los blogs necesitan conectar con las cosas que suceden ahora, a menudo los filmes más pequeños no tienen el tipo de lanzamiento que hace posible que los críticos escriban sobre ellos, entonces, si hacen una historia sobre algo que es tendencia y hablan, por ejemplo, de Dee Rees pueden también hablar sobre películas de otras mujeres afroamericanas, como una manera de presentarlas. Eso es solo una idea.
¿Habrías pensado en 1983 que más de 30 años después las audiencias tendrían una necesidad de ver y conocer estas historias contadas por mujeres?
No estoy segura de que las audiencias hayan cambiado. Honestamente aún estamos hambrientos de historias de mujeres; entonces en realidad no importa cuáles son las historias, creo que realmente queremos verlas. Pienso que ahora, al menos en la Tv, vemos tantas historias sobre mujeres detectives. Y como audiencia quisiéramos ver algo más
En 1983 habríamos estado muy felices de ver un filme acerca de una mujer detective, eso es en cuanto a la ficción. En cuanto a temas sociales, queremos ver filmes que vayan más allá de mirar a las mujeres, ya sea como víctimas o desde la celebración. Entonces, creo que queremos ver filmes con más matices, que realmente miren la manera compleja en la que las mujeres experimentan el mundo y las formas complejas con las que las mujeres miran el mundo.
A better man es realmente un muy buen ejemplo, porque se trata de una mujer y de un hombre que estuvieron en una relación abusiva por varios años y ella vuelve para confrontarlo. Pero no se trata solo de ella como una víctima, es realmente mirar por qué él hacía lo que hacía. Es algo que se llama justicia restaurativa. A better man es mirar ambas perspectivas, la de él y la de ella, y eso creo que es una mirada muy diferente a lo que veríamos en 1983.
En este caso, ella no va a la policía. Ella es muy joven y piensa que es su culpa, como lo piensan muchas mujeres, pero de eso no se trata la película. Se trata más de su inhabilidad para entender realmente el mundo desde su perspectiva y qué significa confrontarlo de una manera muy segura, porque el sistema de justicia no nos ayuda mucho, creo que eso es el tema de fondo. No es que las mujeres no deban acudir a la policía, pero muchas veces cuando acuden a la policía, las vuelven a victimizar. Entonces esta es otra manera para que las mujeres obtengan justicia para ellas.
Aquí, en Ecuador, hacer una denuncia puede hacer que te salga el tiro por la culata…
Exactamente. Tenemos que mirara a otras maneras de obtener justicia.