Darío Aguirre: “Los quiebres son más interesantes que los momentos lindos”

El día en que debía hacerse esta entrevista, Darío Aguirre tuvo que cancelar porque tuvo una emergencia con uno de sus hijos. Una situación significativa: el cineasta ecuatoriano es ahora padre de dos niños alemanes y su último trabajo se titula, precisamente, En el país de mis hijos.

 

Aguirre llegó a Alemania en 1999 para convertirse en artista plástico. Pero las cosas cambiaron. Dejó la música que escuchaba en Ecuador y empezó un proceso de desarraigo para poderse adaptar a su nueva vida. Poco a poco, la imagen estática de la pintura dejó de alcanzarle para expresarse y se convirtió en cineasta.

 

En sus documentales, Aguirre narra partes de su vida. Momentos claves en los que no tenía certezas sobre lo que estaba pasando. Así filmó César’s Grill (2013), en la que regresa a Ecuador para ayudar a su padre a levantar el negocio de la familia, una parrillada que chocaba con su nueva vida vegetariana.

 

Antes fue 5 Ways to Dario (2010), que parte de una pregunta sobre su identidad que lo llevó a buscar su nombre en internet, para darse cuenta de que existen cientos de Darío Aguirre en el mundo. Ahí viaja a distintos países para conocer la vida de sus tocayos, mientras se responde paralelamente su pregunta original.

 

En el país de mis hijos (2018) cuenta su proceso de naturalización, en una campaña del alcalde de Hamburgo que lo invitaba a él y a decenas de miles de migrantes a volverse ciudadanos alemanes. Entonces llegó a otro de esos momentos en el que no sabía bien lo que estaba pasando. Y fue así como empezó un nuevo documental.

 

La película forma parte de la programación del 18° Festival EDOC, que se realizará en Quito, Guayaquil y Cotacachi, del miércoles 8 al domingo 19 de mayo, y Darío Aguirre es uno de los cineastas invitados.

 

 

¿Qué te llevó a hacer esta película?

La primera oración que había en la carta del alcalde de Hamburgo era: “Si le preguntan dónde se siente en casa, seguramente diría Hamburgo”. Yo no sabía responder a ciencia cierta dónde me sentía en casa. Me parecía interesante ver la identidad desde la distancia entre la política y las personas comunes. Quería mostrar lo extraños que somos entre nosotros y qué tan lejos está la política de la realidad.

 

En tu trabajo cuentas tu propia vida. ¿Qué desafíos te trae esto?

Tienes que concentrarte en las cosas que piensas que el resto va a entender o que ha vivido. Mis documentales no tienen que ver en realidad solo conmigo, sino con el colectivo. Trato de entender colectivamente quiénes somos. El punto de partida en las tres películas es quién soy en distintas situaciones y distintos contextos. Es una pregunta que me he hecho desde siempre. En mi caso nació desde la pintura, cuando estaba en Ecuador, pero se hizo más fuerte cuando migré a Alemania.

 

Stephanie y Darío. Cortesía Buchner Filmproduktion

 

¿Qué pasó cuando llegaste a Alemania?

Empecé un proceso de desligarme de imágenes que había recolectado hasta los 20 años, mientras vivía en Ecuador, y cuando llegué a Alemania, tuve un shock cultural que me hizo replantearme muchas cosas que pensaba acerca de quién era yo. El shock ocurrió también desde el punto de vista burocrático. Mi vida estaba limitada por la visa, por ejemplo, y todas esas cosas fueron alimentando el trabajo que estaba haciendo. Ahí pasé de la pintura al cine. Ya no se me hacía suficiente contar con una imagen lo que me estaba pasando. Ahí comencé con mis primeros cortometrajes, luego con los largometrajes, pero siempre tratando de entender el contexto en el que nos movemos desde un cierto punto de vista antropológico.

 

¿Siempre desde tu experiencia?

Sí, tiene que ver conmigo y con el trabajo artístico, pero es que lo más cercano a la realidad que puedes contar es tu visión, y desde ahí tratar de entender un contexto global.

 

Mariuxi, ecuatoriana radicada en Alemania. Cortesía Buchner Filmproduktion

 

Otra ecuatoriana radicada en Alemania no podía creer que ya no escuchabas música latinoamericana. ¿Por qué dejaste de hacerlo?

Eso era un punto clave de la película para mostrar las estrategias que vas desarrollando para adaptarte a un lugar, y también para pensar en esa vida anterior que tenías en el país de donde vienes. En mi familia la música tenía un valor ritual y una carga más emocional de lo normal. En Alemania traté de reinventarme a través de la música y la cultura, a través del cine. Es un proceso de desarraigo para adaptarte.

 

Varias veces se menciona la palabra integración. Ahora mencionas el desarraigo. En el documental se dice que esto es como una muerte…

En el proceso de reinvención de ti mismo, dejas cosas a un lado. Es igual de doloroso que cuando vas creciendo y haciéndote adulto: dejas tus ideales, piensas en un sueño y lo vas dejando según lo que te pase en la vida. Lo que muestra la película es eso de hacerse adulto en un contexto más complicado como es el de vivir en el exterior, y tener limitaciones a las que no estás acostumbrado. El proceso de la muerte, como metáfora, sí tiene mucho que ver. Es dejar a un lado cosas que pensabas que eras tú, y buscar una forma de reinventarte para poder continuar. Es una muerte y una reinvención.

 

Hay tomas de hace 20 años. ¿Estás siempre grabando lo que te pasa?

No estoy todo el tiempo con una cámara. Lo que sí hago es grabar situaciones claves de mi vida. Generalmente tiene que ver con situaciones que no entiendo. Justo porque no sé qué es lo que está pasando pienso que son importantes. Las imágenes que se ven son de 1999, tanto en Ecuador como en Alemania, cuando estaba descubriendo el video como una forma de diario. Me gusta grabar cosas que tienen algún tipo de contexto, sea por intuición o dramaturgia. La mayoría de las tomas que se ven en la película eran decisiones dramatúrgicas, pero las de 1999 eran más intuitivas.

 

¿Qué querías registrar?

Más que nada las atmósferas, no las historias, sino momentos de quiebre. Eso es mucho más interesante para mí que mostrar momentos lindos. Estás acostumbrado a tomar fotografías de momentos bonitos y recuerdos lindos para los álbumes. Con esta película más que nada me concentré en momentos difíciles. Lo cual lo hace más personal, por un lado, y, al mismo tiempo, muestra ese lado que no solemos ver.

 

 

La película ya se ha exhibido en Alemania y en algunos festivales. ¿Ya la vio el alcalde de Hamburgo?

No lo sé. Los que sí vieron fueron los que organizaron la campaña de naturalización, ellos estuvieron como invitados. Hay personas de las oficinas de extranjería que fueron a verla, lo cual me parece genial, porque la idea es que cree empatía, más que nada en quienes están al otro lado de la mesa. Creo que ese es el objetivo principal.

 

Darío Aguirre con el alcalde de Hamburgo

 

¿Y ya la vieron migrantes ecuatorianos en Alemania?

Sí, y lo que me pareció interesante es que los hijos de parejas alemanas-ecuatorianas, que ahora tienen entre 15 y 20 años, hayan podido entender los problemas que tuvieron sus padres en muchos aspectos que se muestran a través de esta historia. Por ese lado está funcionando súper bien.

 

Ahora la vas a exhibir en el Festival EDOC. ¿Qué esperas que pase?

Pienso que el público se va a interesar en el sentido de ver una imagen más concreta de la migración, que es una idea muy abstracta. La migración, que es dejar a tu familia, es un proceso que, mientras pasa, no te das realmente cuenta. También está el punto de vista de los que se quedan, a través de mi papá.

 

César Aguirre, padre de Darío. Cortesía Buschner Filmproduktion

 

Ahora mismo en Europa hay un movimiento antimigrantes… Y justo en medio de eso, Hamburgo lanza esta campaña de naturalización. ¿Cómo evalúas ese timing?

Creo que es una forma de campaña contra esa corriente, un intento de hacer visible que Alemania es desde hace mucho un país de migrantes. Hacerlo de forma pública, para los que reciben su nacionalidad, que se vea en los medios, es una forma de ir en contra de esta negatividad a nivel mediático, para justamente invitar a la gente que está en contra a que vea las historias más en detalle. Desde ese punto es algo positivo. Al mismo tiempo, seguramente, esta campaña funciona para ganar votantes. Eso está entre líneas y es incomprobable, pero está en el marco de lo posible.

 

 

Hay una parte del documental en que recortas los periódicos, son frases fuertes… ¿Cómo te sientes?

La escena con los periódicos, las frases racistas que comparan a la migración con una invasión de animales exóticos… mi intención era justamente afinar un poco la mirada hacia el racismo no evidente. Al final, lo evidente lo vemos todo el tiempo, lo conocemos a través de los medios y termina en violencia. Pero es más peligroso el racismo que no se ve, el que está escondido en frases que tienen que ver con otras cosas, con animales, por ejemplo.

 

¿Por qué es más peligroso?

Porque llega al subconsciente de las personas. Esa escena está ahí para ver cómo, con el manejo del idioma, puedes alimentar todo el tiempo el miedo, que es el arma más poderosa para los grupos de derecha: crear una ola de miedo para cerrar la frontera. Y es algo que está pasando en Ecuador también. Ahora se utiliza mucho la expresión “delincuentes extranjeros”, y comienzan a nombrarlos por nacionalidades, lo cual es mucho más peligroso. Ese manejo del idioma crea un estado de miedo que genera violencia.

 

¿Se hizo más fácil tu vida luego de nacionalizarte?

En muchos aspectos sí. Me ayudó un montón a liberarme de un peso psicológico, porque antes hacía mis planes de vida según el límite de mi visa. Y saber que puedes ir a votar es algo fundamental. Antes era parte de la sociedad y no podía votar. No tenía voz. Creo que para muchos es una de las razones principales, saber que puedes influir de una u otra forma.

JOSÉ MIGUEL CABRERA KOZISEK