Danza del vientre, tribu y arte

Hafla es una palabra árabe que significa fiesta, una algarabía que une música y movimiento. Hafla junto a la ría es el festival de danza del vientre estilo tribal que desde 2011 organiza Amara, escuela de danza tribal, que realiza esta celebración para mantener la felicidad, los sonidos, los cuerpos en movimiento junto a la ría del Guayas, buscando crear escenarios en espacios no convencionales para la danza del vientre, al estilo tribal americano.

En la séptima edición de Hafla junto a la ría aparece en el escenario un grupo de doce mujeres vestidas con polleras coloridas y de muchos vuelos que revolotean en el aire con el movimiento de sus caderas, a veces a la derecha, otras a la izquierda. Sus blusas negras dejan descubiertos sus vientres, en los que dibujan mil serpientes que nadan en ríos corrientosos de norte a sur cuando estremecen sus cinturas al ritmo de la música de fondo que las acompaña. En sus dedos resuenan pequeñas percusiones que marcan el ritmo proveniente de los platillos que chocan cuando mueven las muñecas y los brazos al estilo del flamenco español. De sus cabezas cuelgan mil hilos tejidos en un solo velo que unen a sus polleras para hacerlos volar con cada giro.

Lo más importante de este conjunto de mujeres no es su hipnótico baile, delicado y sincronizado, sino la fuerza que despliegan en conjunto. Los cuerpos diversos y erguidos, el disfrute que se escapa por las comisuras de los labios, la luz que irradian cuando están juntas. Acá hay pujanza y hermandad. Aquí hay sororidad, ese concepto que viene de la palabra ‘sor’, hermana, y traduce una alianza entre mujeres, que se perciben como iguales dentro de su mundo diverso, que confían una en la otra, que se apoyan para construir relaciones sociales justas entre ellas. Por eso, bailar en tribu es la premisa más importante en este tipo de danza del vientre, porque refuerza los lazos hermanos entre miembros de la tribu, despojándose de códigos androcentristas y eliminando el componente sexista de la danza del vientre tradicional, en la que todo baile giraba en torno a la mirada del hombre. La danza tribal, por el contrario, fue creada en un entorno de cooperación y disfrute entre sus miembros y para sus miembros.

En Ecuador hay varias escuelas donde se enseña este tipo de danza, que se congregan cada año en Guayaquil en Hafla junto a la ría, promovido por Verónica Moreira, bailarina y maestra en Amara. En la presentación de este año, que tuvo lugar en el lobby del Centro Cultural Simón Bolívar (antiguo Maac), estuvo de invitada especial la bailarina chilena Chispi Bakti, para encargarse de dictar talleres de entrenamiento en diferentes estilos de danza orientales. Verónica y Chispi hablan un poco sobre la transformación y cómo han ido creando lazos de sororidad entre mujeres que encuentran un estilo de vida en la danza tribal.

Si bien no es parte del folclor oriental, la danza tribal es muy ecléctica: tiene sus bases en la recolección de pasos de diferentes danzas de culturas lejanas de África, Oriente Próximo y el resto de Asia. ¿Cómo dos mujeres de América del Sur se interesaron por este tipo de danza?

Chispi Bakti: Hace diez años yo era una estudiante de danza moderna en Chile y descubrí la danza tribal por dos amigas. De ahí decidí introducirme en el mundo de este baile y sobre todo en los de la India, específicamente en la danza Odissi, que es muy tradicional y ceremoniosa. Después fui a Estados Unidos a especializarme en danza tribal, para prepararme como teacher training, en el FatChance Belly Dance. Viajo regularmente a Estados Unidos para seguir profesionalizándome y también viajo anualmente a India a estudiar danza Odissi en la Shatki School y con las gitanas de allí.

Verónica Moreira: Empecé haciendo danza clásica, luego contemporánea, pero siempre estuve interesada en la danza árabe. Hace once años vi un video de danza tribal y supe que era lo que debía hacer. Empecé a instruirme con profesoras particulares en Ecuador, Colombia y Chile, luego me certifiqué como docente en FatChance Belly Dance en San Francisco, allá donde todo empezó con esta manera de hacer danza del vientre.

¿En qué radica la diferencia entre la danza del vientre estilo tribal de un belly dance tradicional?

VM: El belly dance y la danza tribal son tan distintas como el ballet y la danza contemporánea, siendo la tribal la más nueva en creación. Se distinguen en todo, la danza tribal tiene sus propios códigos, además de que se baila en tribu, en conjunto, creando relaciones sin competencia. El belly dance es parte del folclor de países de Oriente, mientras que la danza tribal es una fusión de muchas culturas: recoge la forma de mover los brazos del flamenco español, posturas de manos y pies de la danza hindú, o ritmos de países del norte de África, o de las gitanas de la India. El vestuario también es muy distinto. La idea es dar una imagen de algo muy antiguo, pero un estilo moderno, con mucho respeto.

CB: La danza del vientre estilo tribal se aleja mucho del sexismo con el que se construyó la danza del vientre, pues era un baile para el entretenimiento del hombre. En la danza tribal se danza para el disfrute de las mujeres de la tribu, pensando en nuestro propio gozo y se construyen lazos de confianza y seguridad.

En la presentación de Hafla junto la ría se siente la seguridad y el poder que emanan estas mujeres bailando en tribu. Esta fuerza femenina remite de inmediato a la idea de sororidad, de hermandad. ¿Cómo se crean esa seguridad y estas conexiones tan fuertes que transmiten las mujeres en el escenario?

CB: La danza tribal, en la forma, se muestra como algo muy bello, pero en el fondo, el principio que conlleva es la improvisación, por lo que el requerimiento más importante es la conexión que tengamos entre las bailarinas, y para conectarnos, guiar o ser guiadas, tenemos que empoderarnos de alguna manera. Debemos confiar en nosotras mismas, en las demás, y ese empoderamiento es bellísimo: resalta desde adentro la feminidad y todo el descubrimiento de aceptarnos como mujeres, querernos y apoyarnos como tribu, cien por ciento conectadas en una danza. Acá no realizamos coreografías en solos, sino que resaltamos la improvisación y conexión entre nosotras. Todo esto deriva en que se fortalezca el sentido feminista, el empoderamiento de la mujer que ya no le baila a un hombre, sino que lo hace para sí misma.

VM: La estructura de la danza te lleva por ese camino, bailar en conjunto, en tribu. La danza tribal está estructurada para que todas aprendamos los mismos pasos, los códigos y señales para movernos en el escenario, pero no existe una coreografía como tal, ni solistas en el escenario. Esta forma de hacer danza del vientre permite que, aunque exista una bailarina guía y las demás se conviertan en seguidoras, el liderazgo vaya rotando durante toda la presentación, terminando en que todas las mujeres de la tribu pueden guiar. Esto crea un intercambio continuo de líderes y seguidoras en círculo, con la idea de suprimir situaciones de rivalidad, creando confianza y hermandad en condiciones justas.

En el mundo de la danza, desde los estilos más clásicos hasta el contemporáneo, los bailarines tienen una relación muy estricta y particular con la estética de sus cuerpos. En la danza tribal observo una diversidad de cuerpos que no responden a un solo canon físico. ¿Cómo es la relación de las mujeres de la tribu con sus cuerpos?

VM: Es en lo que más se hace hincapié. Esta danza trasciende la brecha generacional, puede bailar la mujer más robusta, la mujer con cabellos blancos, o mujeres embarazadas. Se baila con libertad, no permitimos que el físico limite a las bailarinas. Lastimosamente, en Ecuador hay muchos prejuicios sobre el cuerpo de la mujer, y en ocasiones hemos recibido comentarios negativos sobre los cuerpos que se presentan en el escenario, por el estereotipo de que las bailarinas son o responden a determinado canon físico. Pero no nos enfocamos en eso, más bien la danza tribal nos ha hecho crecer como seres humanos, rompiendo estereotipos, y nos ha permitido sentirnos cómodas con nuestros cuerpos.

¿Practicar danza tribal y pertenecer a una tribu van cambiando la vida o la manera en que las mujeres se miran a sí mismas?

CB: Absolutamente, una empieza a sentirse y a escucharse, rompiendo cánones y esquemas familiares que vienen de la crianza, se trabaja mucho más con la intuición y eso es un reflejo de que algo está pasado en tu interior, es la verdad que estás sacando desde fuera. Y concientizar que aunque hay una faceta que se muestra, la más importante reside dentro de nosotras.

VM: Las mujeres de nuestra tribu han mejorado hasta la forma de expresarse, es un cambio inmenso. De los mismos pasos parte todo: en clases vemos posturas de flamenco, en las que las mujeres llevan una postura muy erguida, muy orgullosas. Se empieza con movimientos muy altos, abiertos, con la cabeza firme, el pecho erguido. Todas estas posturas y pasos conllevan sentimientos de que están creciendo, sintiéndose orgullosas, dando lo mejor de sí. Es un cambio inmenso, las transforma desde la manera de hablar, de vestir, de relacionarse. No es una transformación física, es algo que trasciende a otros factores como el emocional o social.

Un estilo de vida…

CB: Absolutamente un estilo de vida; uno empieza a descubrirse, a empoderarse, a cortar con ciertos cánones, y empiezan a importarte mucho menos; me ha cambiado la vida, ha evolucionado mi salud, mi alimentación, la manera de relacionarme con la gente. Y sobre todo poder ver felices a las mujeres a las que formo en los lugares a los que voy, cómo ellas van cambiando su interior, su valor, su aceptación, cómo van desarrollándose, y van creyendo y confiando en ellas mismas.