Alfonso Pinzón tiene un socio clave en la gestión del Festival del Diablo, Juan Pablo Chaparro, con quien trabaja desde 2015.
¿Cómo fue tu experiencia con la organización de Rock al parque?
Empecé cuando se fundó (en 1994), incluso estuve en los conciertos que le precedieron al festival. Toqué con Agony en esas épocas y durante cinco ediciones consecutivas fuimos cabeza de cartel del día del metal. Vi cómo este género fue el centro, la columna vertebral en la que se basó el crecimiento del evento y, después, otros estilos contribuyeron a su desarrollo. Fue entonces cuando empezamos a llevar bandas internacionales a Bogotá: Suicidal Tendencies, Morbid Angel, Overkill, Carcass, Samael…
¿De qué forma surgió la idea de hacer el Festival del Diablo?
Fue en 2007, año en el cual fui al Wacken Open Air [el mayor evento metalero en el mundo, que se hace anualmente en un pueblo del norte alemán]. Quiero hacer un festival de esa magnitud en Colombia, donde ya se puede acampar y tener una experiencia más allá de ir a un recinto de metal solamente. Esa es la oferta, se trata de hacer algo que interese mucho.
¿Cómo lograron subir de dos mil a cinco mil asistentes en un año?
Ha sido un crecimiento orgánico, la clave es hacer todo paso a paso. Si nos hubiéramos propuesto un aforo de diez mil para la primera edición, nos hubiéramos descalabrado y no funcionaría. Ahora, tres años después, ya podemos trazarnos esa meta, con una curaduría que avale la calidad.
¿Cómo seleccionan a las bandas colombianas y de otros países para el cartel?
Una de las condiciones que le puse a mi socio antes de trabajar en el festival fue que la curaduría artística, estricta y rigurosa, siempre fuera el centro del festival, que se convierta en su pilar. La idea es incluir bandas que tengan un público, activas, que produzcan material de calidad. Quien se suba a la tarima, será porque se lo merece, queremos que eso quede claro, aquí no hay favores, ni compromisos paralelos.
A escala nacional e internacional tratamos de tener bandas referentes, seminales, por eso miramos a Accept, Sodom, Samel, Exodus… Grupos que crearon géneros, legiones enteras de admiradores en todo el mundo. Dentro del país, las bandas seleccionadas deben contar con material propio, original, influyente en la escena.
¿Incluyen bandas que están empezando?
Es muy raro que estén bandas que no tengan seguidores a escala local o que no sean músicos reconocidos. Hay un comité interno, que hace la curaduría, discutimos el cartel de forma democrática, transparente y abierta, pero empezamos a hacer una convocatoria para bandas nuevas y emergentes este año, menos conocidas, a través de la plataforma Massive Act. Allí las bandas se pueden inscribir, subir sus requerimientos y la curaduría se hace de forma más organizada, es un espacio a través del cual también pueden aplicar a muchos otros festivales en el mundo.
Siempre debe estar por delante la calidad artística, eso sí. Los curadores somos cuatro, se han inscrito unas 500 bandas emergentes y, además de un par que ya hemos elegido, la idea es abrir dos o tres cupos adicionales. A través de Massive Act entrará una banda nueva, se sabrá cuál es el 1 de noviembre porque se elegirá un día antes.
¿Esperan público de fuera de Colombia?
La idea es convertir al festival en una meca de peregrinación metalera sudamericana, ese es un proceso que toma tiempo. Este año vamos a tener mucha más gente de fuera de Bogotá que los años pasados, se están organizando en toda Colombia y sé que vendrá gente de Ecuador, Venezuela, Panamá y alguna de Estados Unidos.
A medida que nos establezcamos y se vaya regando la noticia de que es un buen espectáculo, con paseo seguro que es ir a Colombia, cada vez vamos a tener más turismo y ojalá podamos seguir haciendo esto por muchos años y que se volviera un destino. Hay mucho por ver en Colombia.
El III Festival del Diablose realizará el 25 de noviembre en La Calera, en las afueras de Bogotá con veinte bandas en escena.