*Edu Carrera es el curador de la muestra Absorber la ficción, que se exhibe en el CAC hasta diciembre de 2017.
Exposiciones como (ya no) es mágico el mundo (2013) y Contornos (2015) —exhibidas en el Centro de Arte Contemporáneo (CAC)— reunieron artistas nacionales de distintas generaciones poniendo en escena diferentes tipos de producción artística desarrollados en Ecuador. Es decir, son exposiciones que buscan tanto un diálogo con artistas ecuatorianos como dar a conocer a la audiencia del CAC la producción nacional de arte contemporáneo; esto acompañado de una propuesta curatorial que pueda generar nuevas lecturas, narraciones y conexiones entre las obras de los invitados. Son formas de constituir un modelo sobre cómo se manifiesta el rol curatorial, a través de estructuras de exhibiciones colectivas.
La muestra Absorber la ficción comprende, ante todo, a la intuición como una forma de conocimiento, y al deseo como un impulso que nos lleva a trabajar con determinadas imágenes y objetos. Pone en conjunto obras de arte relacionadas con el inconsciente, el consciente, la espiritualidad, la memoria, el viaje, los sueños, la ficción, la realidad, la virtualidad, la vida y la muerte.
Las fotografías, los videos, las instalaciones, las performances, las esculturas, los collages, los dibujos y las pinturas, incluidas en la exhibición, reflexionan sobre la hibridación entre consciente e inconsciente; las reivindicaciones sobre la subjetividad y la figura del propio artista como productor de narraciones sobre la realidad y la existencia. En la exposición, el inconsciente nos rodea: se vuelve más una atmósfera en la que transitamos, que algo que se encuentra en las obras expuestas. En este conjunto de obras, la experiencia humana —la existencia— y la experiencia del tiempo son intereses comunes en los artistas invitados.
En el arte contemporáneo y sus articulaciones teóricas, se puede decir que la producción de subjetividad es una práctica específicamente expandida y que implica una diversidad de discursos, posicionamientos, agentes, obras y propuestas.
Vivimos en un tiempo de sumisión ante el capital: este interpela todos los aspectos de nuestras vidas, incluyendo nuestra experiencia del tiempo. Así, en esta exposición, presenciamos la importancia de explorar distintas temporalidades, a través de obras que nos invitan a pensar en nuestros sueños, a meditar, a ser creativos, a conectarnos con la naturaleza, a pensar en la muerte, a habitar el silencio y hasta a «hacer cucharita».
Estas cosas constituyen, en términos capitalistas, una especie de no-productividad. De hecho, la práctica artística es una posibilidad para la exploración de algunas de estas diferentes temporalidades; por ejemplo, el tiempo de la pintura, el tiempo de la escultura nos llevan a pasar, estar, perder el tiempo con el arte.
En un sentido filosófico, la subjetividad, a través de la percepción, la experiencia y la aprehensión de los fenómenos, es constituyente de la conciencia. Como la posesión de experiencias conscientes es una condición previa para un sujeto, la subjetividad no solo define a un individuo, sino que también configura sus acciones frente a los objetos, más allá de ese espacio consciente inmediato, ya que estas experiencias y/o fenómenos tienen un efecto directo, si tenemos en cuenta cómo ese individuo percibe la realidad subjetiva. Esta exposición funciona como un laboratorio de subjetividades. Las subjetividades estéticas o de objetos artísticos, en el sentido psicoanalítico, proporcionan una inmensa complejización de la realidad, del espacio expositivo y de la existencia humana.
Para la conformación de un relato expositivo se proponen dos núcleos que pueden ser leídos, no como un discurso lineal que concluye y aparenta sentenciar una verdad, sino como esas notas «extras» que abren nuevos interrogantes y, por qué no, diferencias en el momento de interpretar una obra artística.
Volver la mirada al entorno inmediato: yo, el otro y lo que me rodea
El primer espacio expositivo reúne un conjunto de obras que nos acercan a la experiencia humana en relación con la naturaleza, el paisaje, la muerte, la migración, y a cómo estas experiencias y sentimientos intervienen en la construcción de la subjetividad. Estas obras nos brindan poderosas oportunidades para pensar críticamente acerca de los procesos y sistemas de producción de los artistas en relación con las problemáticas actuales de un mundo contemporáneo, se interesan por los vínculos con el entorno natural y las relaciones que establecemos con nosotros mismos.
Los autorretratos de Marcelo Aguirre y David Palacios son una reflexión del sujeto sobre su existencia. En ‘El saboteador y la bestia’, Aguirre se muestra en relación con su entorno natural: los dibujos funcionan como una representación de una experiencia espiritual entre lo que el artista conoce y desconoce de sí mismo.
David Palacios expone una réplica (en impresión 3D) de su cráneo, iluminada con un dimmer que reproduce la frecuencia lumínica del día de su nacimiento. A través de un experimento con tomografías digitales y un software médico, el artista logra ver su rostro y quitar capas de piel, músculo y grasa, hasta llegar a sus huesos. Esta tecnología le permitió ver su calavera, en un intento de aproximarse a su propia muerte.
Hay imágenes que sugieren que los territorios se transforman y nos transforman, como ocurre con la instalación de Cristian Villavicencio. Este trabajo puede ser descrito como una transformación cartográfica: reproduce el tránsito entre las localizaciones de las que emerge el proyecto (Bilbao-Quito-Toronto). Esta experiencia está configurada para evidenciar que, al igual que en nuestro entorno, las capas de realidad se deslizan y cambian en un proceso que solo puede ser identificado desde puntos de vista y lugares en concreto.
Las fotografías análogas de 35mm de Gabriel Pérez muestran al territorio en transformación y movimiento; un registro de lo que la naturaleza ya no nos muestra, su esencia. Al mismo tiempo, son una evidencia de que el ser humano aún puede encontrarse en ella, percibir su espíritu. Las fotografías nos recuerdan que aún es posible volver la mirada a lo natural.
Hacia el final de esta primera parte de la muestra, nos encontramos con la obra de Patricio Dalgo, un instrumento que hace posible escucharse a uno mismo, y que funciona como una máquina del tiempo que, en lugar de volver al pasado, nos invita a habitar el silencio. Parecería que el silencio —al igual que el pasado— existiese solo en la memoria.
Situaciones con una carga psicológica peculiar (o sentirse extraño al observar una obra artística)
En el segundo espacio expositivo de Absorber la ficción, las obras funcionan como un ‘entremés’ a situaciones con una carga psicológica, que sitúa a la producción artística como una herramienta para visibilizar mundos propios, pensamientos profundos e incluso emociones perturbadoras del ser humano. En el psicoanálisis se afirma que lo extraño se encuentra en el reino de lo espantoso y evoca miedo y temor. Aunque ‘lo extraño’ no es claramente definible —porque se basa en una experiencia personal— Freud describe algunas circunstancias que serían consideradas extrañas: la religión, la sexualidad, la magia, la brujería, la omnipotencia del pensamiento, la repetición involuntaria y la satisfacción instantánea de los deseos. A pesar de que estas categorías pueden parecer dispares, Freud las conecta a través de la definición de lo ‘extraño’ que «se aplica a todo lo que pretendía permanecer en secreto, escondido, y ahora es visible». Estas categorías de lo extraño están fuertemente conectadas con un inconsciente colectivo y son cosas que provocan un temor primordial suprimido dentro de nosotros cuando nos encontramos inesperadamente con ellas.
Todo esto resulta en una incertidumbre intelectual que causa una gran sensación de repulsión y angustia; como podría pasar con la obra ‘Doblemente milagroso’ de Julio Mosquera y sus collages.
En la segunda galería también encontramos una cama que nos insinúa ausencias y que al mismo tiempo las cubre. La serie Muebles para el consuelo, de Gabriela Fabre nos revela una posible intimidad con nuestros objetos y, a la vez, hace referencia a una autodeterminación del sujeto en la que la soledad es parte de su constitución. Junto a la cama encontramos un cuadro de unas niñas que miran burlonas a quien las observa (el espectador).
En tonos pasteles, Maureen Gubia exhibe una pintura que ha sido elaborada a partir de imágenes que ella encuentra en revistas o en internet, eludiendo la realidad en favor de la construcción de un mundo interior.
David Santillán, por su parte, presenta tres pinturas que evocan al espacio y al sujeto, la relación onírica y de fantasía que el ser humano puede establecer con el paisaje y la arquitectura.
El arte contemporáneo explora a menudo respuestas emocionales, sensoriales y perceptivas automáticas del cuerpo inserto en procesos sociales. Recurre a procesos mediados por la tecnología, como lo hace Brenda Vega en su obra ‘Self’, en la que la relación entre el ser humano y las redes sociales es criticada y cuestionada, situando a los sujetos contemporáneos como víctimas de una era virtual.
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De esta forma, el conjunto de obras expuestas en Absorber la Ficción hace posible el surgimiento de instancias individuales como territorios existenciales autorreferenciales, adyacentes y en una relación delimitadora, una alteridad que es —en sí misma— subjetiva.